Capítulo 32 : El loco

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—¿Quién dijo que es un tema prohibido? —la provoqué. —Tal vez seas tú la de la mente pervertida, después de todo.

—Ya basta, Dave. No estás haciendo un buen trabajo intentando convencerme.

Bufé.

—Sólo muéstrame los dibujos.

—¿Serás honesto con respecto a lo que veas? —volvió a formular la misma pregunta.

—Siempre soy honesto.

—Ya... bueno.

Esperé, atento al momento en que por fin le diera vuelta al bloc. En lugar de ello, Willow se limitó a fruncir los labios y estrujar la libreta contra su pecho una vez más. Ninguno de los dos gestos mostraba su voluntad para revelar nada.

—¿Ahora qué? —fui menos exigente y más suave esta vez. —Háblame.

Bajó la mirada llevando una mano a sus zapatos para juguetear con los pines que sobresalían de ellos. Detuve el movimiento de sus dedos al entrelazarlos con los míos.

—¿A qué le temes?

—A descubrir que no soy tan buena. —susurró. —No quiero hacer una gran cosa de esto. Es que me da vergüenza enseñarte mi sueño y descubrir que tienes una perspectiva más real que los demás. Hasta ahora he escuchado maravillas, pero sé que dirás lo que piensas. Y no es que no quiera que lo hagas, es sólo... agh, no sé.

La entendía bien. Aquello era tan íntimo como desnudarse frente a alguien por primera vez. Sus dibujos no habían pasado más allá del escrutinio de su familia. Por lo tanto, darme acceso a ellos era un paso importante para Willow; algo que no se había atrevido a hacer sino hasta ahora.

—Escucha, —comencé con calma. —habrá un montón de gente dispuesta a gritarte que tu arte no sirve. Pero eso no significa que sea basura, sólo que quien lo mira tal vez no lo comprenda. No seré de los que te griten, eres demasiado valiosa para mí y jamás sería un idiota con algo tan serio. Sólo reaccionaré a lo que vea.

—Hablas como un artista lleno de confianza. 

—Tengo mucha seguridad. —asentí. —No muestro lo que tallo porque tenga miedo, sino porque lo considero una actividad muy personal. Me pertenece, sólo a mí. Y me gusta así. 

—Pues quisiera tener esa confianza.

—La tienes, tonta. Enfócate en sacarla del rincón donde está escondida.

Frunció los labios. 

—Tu opinión es importante.

—Lo sé.

—Muy importante. —enfatizó.

—Entonces dale la vuelta al bloc. —me incliné más cerca sin apartar los ojos de los suyos. —Soy tuyo y tú eres mía. No hay secretos ni vergüenzas ni silencios entre los dos.

Willow soltó un suspiro igual de profundo que aquella vez en que terminé de leerle Orgullo y Prejuicio.

—¿Qué has estado leyendo? —musitó con una nota de reproche en la voz. —¿Por qué tienes que hablar así? A veces tu boca es tan sucia y otras... haces esto.

—Pensé que te gustaba. —dije fingiendo inocencia.

—Sabes que me gusta mucho. Tu labia va directo a mí... corazón.

—¿A ninguna otra parte?

—No.

Intentó no carcajearse, pero falló. Yo me uní a sus risas porque me gustaba provocarla y luego ver cómo se le encendían las mejillas. Hasta hace poco, no sabía que podía hacerla sonrojar con ciertos comentarios.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu