Capítulo Seis: Crocodrile Woman

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Suspirando me dedico a ver por la ventana, deseando salir de aquí, pero sabiendo que no tengo ninguna opción referente a dónde ir. Sun Hee está en clases, no tengo más amistades y aun no es la hora de ir a la librería. Mamá conoce mis horarios y se preocuparía si le hago saber que solo quiero caminar, que quiero alejarme.

Así que termino por leer unos pocos capítulos en el kindle de mi teléfono de una novela de ciencia ficción, me da miedo leer algo con suciedad en la casa de mi madre, pero la lectura no está atrapándome. Suspiro una vez más y me pongo de pie caminando luego hacia la venta. Me dedico a ver las calles de al frente, dándome cuenta de que un vecino está sacando bolsas de compra de su auto, alza la vista y se topa conmigo en la ventana, trato de no ponerme nerviosa.

Él de manera dudosa alza su mano y me saluda, devuelvo el gesto y corro las cortinas, giro y entonces lo escucho, de nuevo, está sucediendo. Cierro mis ojos y trago con fuerza.

—No está sucediendo, no está sucediendo —susurro una y otra vez.

En el pasado tuve paranoia sobre ser perseguida y acechada, fue una etapa terrible que me marcó y en dónde se encargaron de hacerme saber que todo estaba en mi mente, que no era real; fue una consecuencia de reducir mi dosis de antidepresivos y lo que tomaba para controlar mi ansiedad.

Fingí creerles, hice creer que todo se había detenido, pero en ocasiones cómo hoy, puedo prometer que siento que alguien está detrás de mí... Esperando mí descuido para actuar. Trato de decirme que no es real, porque ¿Qué podría querer de mí? Pero entonces ¿Por qué me invade el miedo? ¿Por qué estoy esperando ser la presa de alguien?

Nunca dejé de sentirme perseguida, pero fingí que sí, que había entendido que no era real para que mi familia no se preocupara y no ser medicada con dosis altas que a veces me hacían perder el conocimiento y confundir los días, suficiente tengo con mi ansiedad y no ser social; sin embargo, sé que esa etapa de mi vida contribuyó a que mi madre sea tan sobreprotectora y a que yo desconfíe de todo.

No digo en voz alta que a veces experimento esas sensaciones porque no quiero volver a ser tratada cómo aquella vez. No quiero medicamentos fuertes, no quiero perder el control de mí. Con esos medicamentos los días eran confusos, no los distinguía, me sentía mal todo el tiempo y todo lo que quería hacer era dormir.

Abriendo los ojos tomo una profunda respiración que dejo escapar entre mis labios, me giro y mi mano temblorosa descorre las cortinas una vez más. El vecino ya no se encuentra en el lugar, miro alrededor y nada parece extraño.

Tal vez, de verdad, en esta ocasión lo imaginé. Llegar a esa conclusión me hace calmar los latidos de mi corazón.

— ¿Todo bien, mi ángel bueno? —pregunta mamá detrás de mí, haciendo que me sobresalte.

—Sí, todo bien —miento y decido que extenderé un poco más la falsedad de mis palabras—. Mamá, acabo de recordar que dejé algo en el apartamento. Debo volver y tomarlo antes de ir a la librería.

Comienzo a caminar hacia donde descansa mi bolso y lo tomo, escucho movimiento y volteo a verla tomando sus propias cosas y luego calzándose unos zapatos. No puede ser.

— ¿Mamá qué haces?

—Te acompaño, no quiero que andes sola por las calles con tal peligro.

—Mamá no hay peligro, no estamos en un toque de queda o algo parecido. Puedo ir sola.

Quiero ir sola, porque no planeaba ir a casa, solo quería caminar y estar sola, tomar aire libre y no sentirme enjaulada.

—Iré contigo —Sentencia.

El Rostro de una MentiraWhere stories live. Discover now