Prólogo

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Mi cabeza estaba a punto de partirse en dos, pero apenas tenía fuerzas para levantarme de la cama e ir a buscar una pastilla para el dolor. Soy una cabezota que aguanta hasta el último momento para tomar un químico que solucione mis dolencias, pero esta vez ni siquiera lo vi venir. Cuando me acosté por la noche estaba bien. Si fuera otra persona pensaría que mi sufrimiento era causa de una buena resaca, pero yo no era así, yo no bebía en exceso cuando salía de fiesta los sábados por la noche. Es más, tampoco era de las que solía ir de fiesta los fines de semana. ¿Que qué hacía una mujer soltera de mi edad si al día siguiente no tenía que madrugar? Pues lo que yo, ponerse a ver una película lacrimógena antes de irse a la cama, para justificar mi necesidad de llorar.

Las rupturas son un asco, sobre todo cuando te sueltan eso de "buscamos cosas distintas". Ya, solo eres buena cuando hay algo de sexo, cenas de comida casera gratis, y ropa limpia. Y menos mal que el idiota no vivía aquí, que si no ... En fin, los hombres solos quieren a alguien que cuide de ellos, y si además estás a mano cuando les pica la entrepierna, pues mejor.

Levanté la mano para tocar el costado palpitante de mi sien, y encontré que estaba realmente caliente. Lo que me faltaba, el lunes tenía un buen lío de trabajo por hacer, y yo había pillado algo. No necesitaba ponerme enferma específicamente en ese momento. Pero bueno, la vida no había sido demasiado buena conmigo exactamente, ¿por qué tenían que ser ahora diferente?

Parpadeé un par de veces para intentar abrir mis ojos pesados, intentando acostumbrarme a la oscuridad de mi habitación. Me gustaba dormir con la persiana entreabierta, así la luz del sol entraría por la ventana a la primera hora y evitaría que me quedase dormida si se estropeaba el despertador.

Todavía estaba bien oscuro, por lo que estaba claro que quedaba mucho para que tuviese que levantarme. Podría dormir todo el día y no salir de la cama si era necesario. Con esa idea en mente, intenta sacar la pierna de debajo de las sábanas, salir de la cama e ir en busca de esa pastilla que necesita. Pero algo extraño ocurrió, algo ... Mis sábanas no estaban, mi cama era más pequeña, y, por si fuera raro solo con eso, además la voz de un extraño sonó cerca de mí.

—Es muy pronto para que te levantes. - Sonó demasiado aguda para ser la voz de un hombre, pero tampoco es que fuese la de una mujer, era ... rara.

¡Espera! ¿Quién era? Abrí los ojos como bocas de metro para encontrar que, aunque estuviese en la penumbra, era incapaz de reconocer aquella habitación. Es decir, que no era la mía, no estaba en mi habitación, no estaba en ninguna parte de mi casa. ¿Qué había ocurrido? Me dolía la cabeza como si me hubieran clavado un hacha en ella, estaba en una habitación que no conocía y un extraño estaba pendiente de mí.

—¿Estoy en un hospital? —Fue lo primero que se me ocurrió. Algo terrible tenía que haberme ocurrido, no sé, el edificio se había caído, habían entrado a robar en mi piso ...

—No, no es un hospital. —Aquella respuesta echaba por tierra casi todas mis hipótesis.

—Entonces, ¿Dónde estoy? —Intenté darle otro buen vistazo a mi alrededor, encontrando poco más que siluetas. La de la persona que parecía observarme a mi costado, alguna silla, una mesa, y algunas pequeñas luces que parpadeaban en la lejanía. Tal vez fuera de una ventana. Pero lo que más llamó mi atención, fue encontrar un gato observándome desde una de las esquinas de la habitación. Un gato al que le gustaba encaramarse a las alturas y observar, porque tenía que estar aguardando el momento de saltar sobre su presa agazapado en una estantería, una muy alta. Sus intensos ojos felinos me observaban con intensidad, como si fuera un ratón al que estaba a punto de comer.

—Lo más seguro es que no me creas cuando te lo diga. —¡Mierda !, cada vez que hablaba ese hombre, o chico, ya no estaba seguro de lo que era, empeoraba las cosas. No me estaba gustando como iba esto. El gato que me quería comer, un tipo que no me quería decir dónde estaba, y una habitación oscura de la que quería salir lo antes posible. Mi cabeza parecía que se estaba despejando poco a poco, seguramente porque la necesidad de huir de allí había tomado el control, y el dolor había pasado a segundo plano.

—Quiero salir de aquí. —Una idea estúpida, ahora lo sé, pero en aquel momento, el estar en un lugar que no conocía, con otro desconocido en mejores condiciones que yo para evitarme hacer lo que quería, no fue un obstáculo para que me impulsara para levantarme y tratara de salir de allí. O al menos intentarlo. Pensándolo fríamente, aquella hazaña estaba condenada al fracaso desde el mismo momento que la idea surgió en mi cabeza.

—¡Espera !, es demasiado pronto todavía... —Él se acercó para retenerme, o sostenerme, no estoy segura, solo sentí sus manos aferrando mis hombros para evitar que me moviera. Mi cabeza se sacudió como si fuera una pelota de fuego rebotase dentro de ella, pero no dejé que eso me detuviera. Forcejeé, sé que lo hice, pero dos pares de manos me impidieron que consiguiera mi objetivo. Y el puñetero gato observándolo todo en... ¡Espera !, el bicho se había acercado, podría ver sus penetrantes ojos amarillos sobre mí como si... —Supongo que tenderemos que darte algo si quiero que te tranquilices. ¡Subir luz!

Como si hubiesen abierto una ventana al medio día, la habitación se iluminó con intensidad, haciendo mis retinas se saturaran y mi cabeza gritase de dolor. Alcé mi mano para proteger mis ojos de aquella intensidad, descubriendo feliz que ya nadie me retenía, me habían liberado.

Poco a poco mi vista se acomodó a la nueva intensidad, y pude ir apreciando los detalles del lugar en el que me presiona. Era... ¿Han visto esas películas de ciencia ficción donde salían esos muebles minimalistas y asépticos? Y digo lo de ciencia ficción porque había extraños paneles luminosos con datos que parecían fluctuar. Uno de ellos era una representación de una cabeza humana, y eso me puso algo nerviosa. ¿Qué iban a hacer esta gente conmigo?

Mi cabeza enseguida se giró hacia el hombre que estaba más cerca de mí, y lo que vi no encajaba mucho con la voz que había escuchado antes. No muy alto, ojos marrones, naricilla chata y un peculiar bigote que se llevaba la atención de toda su cara. Era imposible verle los labios, aunque los movimientos para hablar, de eso estaba segura.

—Me llamo Silas Monk Aol, y estás en mi observatorio.

—¿Observatorio? —Decir que el hombre era raro era decir poco, pero aunque en ese momento tenían que estar temblando de miedo, sus ojillos me daban una extraña sensación de paz. Como si todo estuviese bien.

—Si, bueno. Creo que es el momento de llegar a eso. Ra, ¿podrías abrir una ventana al exterior? No tengo ni idea de quién era ese tal Ra, pero en una de las paredes, el color gris desapareció para mostrar lo que debería ser el paisaje al otro lado. Vi una vasta extensión de ... a ver como lo explico. El suelo era blanquecino muy brillante, y el cielo era muy oscuro, como de noche. Pero lo que me cortó la respiración fue encontrar una luna algo diferente a lo que estaba acostumbrado. Vamos que ... ¿Han visto esas imágenes que tiene la Nasa en su página web? Pues yo estaba observando una de ellas, estaba viendo la imagen de nuestro propio planeta desde la luna.

—Esto es una broma, ¿verdad?

—No, no lo es. —El tal Silas se perdió la confianza de posar su trasero en la cama donde yo estaba, justo cerca de mis rodillas. Estaba muy metido en su papel, tenía que reconocerlo. Mi cerebro comenzó a funcionar mejor, quizás síntoma de que la cabeza ya no me dolía tanto como antes.

—Vale, tengo que reconocerlo, he sido todo un despliegue impresionante, te lo has currado. La habitación, las recreaciones y lo de la fotografía de la luna ... Espectacular. Pero en serio, necesito regresar a casa, tengo un gato que alimentar y esas cosas. —Una voz más profunda llegó desde el otro extremo de la habitación, allí donde no había reparado porque había poca iluminación.

—No tienes gato, ni ninguna otra mascota. Ni siquiera una planta que regar. —Al mirar hacia allí me encontré con otro hombre, más alto, de complexión media, piernas metidas en unos pantalones que definían unos músculos fibrosos, de atleta. Pero lo que me dejó paralizada fueron sus ojos. No había un gato en la habitación, era él. Sus ojos eran felinos, penetrantes... Y la capucha que llevaba sobre la cabeza, hacía que las sombras los hicieran aún más brillantes.

Instintivamente mi trasero se arrastró hacia atrás, alejándome tanto como pudiese de él. Aquel hombre me miraba como un depredador. En su mirada no había la candidez que contenía la de Silas, era más ... Peligro era la única palabra que me venía a la cabeza. Ese hombre era peligroso, como un tigre dispuesto a saltar sobre su presa.

—Yo ... yo tengo espiado. —Pánico, puro y sobrecogedor pánico. En ese momento supe que no  saldría de aquella habitación, supe que estaba en sus manos, nada me salvaría de ellos, de él.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora