Capítulo 19

1.7K 419 98
                                    

Nydia

Tenía que reconocer que estos trajes eran una maravilla. No porque recogieran la humedad que debía estar empapando mi entrepierna como si no hubiese sufrido un lamentable accidente, sino porque el aspirador que debía ir en el interior del casco absorbió con eficacia y rapidez la mayoría de mi vómito. Si, me meé y vomité encima, o más concretamente, lo hice dentro de mi traje. Algún resto de algo pegajoso se quedó pegado en una de mis pestañas, pero no me había ahogado con lo que fuera que había salido de mi estómago. Volver a saborear aquella papilla no hizo que su recuerdo mejorase. Sabía solo un poco peor al salir que al entrar.

No calculé el tiempo que tardó la nave en detenerse, estaba demasiado ocupada intentando no dejar escapar mi estómago por la garganta. Pero sí que me di cuenta de que todo había terminado por fin, nada de una breve pausa para después volver a dar otro estrincón a mi maltratado cuerpo. Mis pies y manos flotaban libres, como si toda yo estuviese sumergida bajo el agua.

Antes si quiera en pensar en soltar los amarres que me mantenían milagrosamente sujeta a mi asiento, noté como una presencia familiar opacaba la luz para finalmente situarse frente a mí; Rigel. Sus manos se estaban encargando de soltar los cierres, haciendo que la presión sobre ciertos puntos concretos de mi cuerpo desapareciera. Espero que no volviéramos a hacer estoy pronto, porque necesitaba unos cuantos días para recuperarme de aquella paliza.

—¿Cómo te encuentras? —con cuidado intenté ponerme en pie, o flotar lejos de mi asiento más bien.

—Hecha una mierda. —Lo siento, no tenía la cabeza para andar con delicadezas precisamente. Mi respuesta pareció gustarle, porque Rigel sonrió divertido.

—Sí, la primera vez suele ser intensa. —Yo no habría usado esa palabra, pero intensa podía aplicarse a esta nueva experiencia.

—Necesito ir al baño. —Silas estaba a nuestro lado, usando una de sus manos para impulsarse por la cabina, mientras la otra sostenía su estómago como si temiera que explotase.

—Vamos a quitarte esto, te sentirás mejor. —Rigel empezó a manipular mi casco para quitármelo. Más que pensar en que podría respirar aire que no oliese a vómito, me preocupé por si eso escapaba de nuevo. Mi mano se aferró a su antebrazo para frenarle.

—Me he vomitado encima. —Él se detuvo un segundo, como sopesando el riesgo.

—Tendré cuidado por si queda algo suelto. —Ya, a mi me preocupaba más si quedaba algo más bien pegado a mi cara, o pelo.

—Iré a buscar algo para limpiar. —Escuché la voz de Rise, así le habían llamado antes, riéndose de mí mientras pasaba por mi derecha. No me atreví a mirar en su dirección, me sentía más allá de avergonzada. Menuda primera impresión iba a darle la nueva aspirante a la corona azul. Adiós al glamour que debería tener una reina.

El cascó finalmente se desencajó de su base, dejando que el aire fresco de la nave llegase a mi nariz. Bueno, fresco, fresco no era, pero olía mejor que allí dentro. Lo primero que vi fue la sonrisa de Rigel. Pero la calma no le duró mucho a mi corazón, porque antes si quiera de parpadear, Rigel estaba deteniendo a Rise con una mano para evitar que se acercara. Sus ojos... la forma en que su mirada dorada se clavaba sobre mí, la tensión que pude percibir en él, me asustaron, pero fue por ver la fuerza que Rigel estaba usando para mantenerlo alejado lo que me llenó de miedo. ¡Genial!, un poco de pis más no se iba a notar, ¿verdad?

—Tranquilo hermano, la estás asustando. —La voz de Rigel no salió relajada, sino que era más como una advertencia de que no fuese más allá.

El pecho de Rise se movía deprisa, como si tratase de recuperar el aire después de una larga carrera. Sus ojos siguieron sobre mí, aunque después de un momento en que ninguno de nosotros se movió, él finalmente asintió y dio un paso hacia atrás. Su cuerpo dejó de estar tan cerca, de intimidarme, para darme ese espacio que necesitaba. Aunque si se hubiese alejado otro poco más no habría estado mal. Sus ojos fueron los que no me abandonaron, ni siquiera parpadeaba, y eso seguía tensándome.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora