Epílogo

2K 371 50
                                    


Columbia

No estaba acariciando el vientre de Susi porque amara a ese pequeño que llevaba dentro, sino porque él era mi llave para conseguir todo lo que deseaba. Habían sido años de preparación, de lento avance hasta que el momento adecuado llegase. Ese pequeño no solo llevaba la sangre de Essus Olisse, sino que tenía el tiempo de vida justo para no tener que pasar por algunas de las pruebas que podrían excluirle como heredero a la corona azul. Todavía no estaba preparado para abandonar el saco materno, mucho menos para afrontar una inseminación. Así me aseguraba que no la rechazaba, o que su carga genética fuese demasiado violeta como para que la semilla azul lo considerase apropiado para anidar en él.

Además, siendo tan pequeño, me garantizaba el estar al mando de sus asuntos hasta el momento que él alcanzase la mayoría de edad para gobernar. Y cuando lo hiciera, habré absorbido de tal manera su voluntad, que hará todo cuanto yo le diga. Mamá siempre sabe más que tú, pequeño, siempre será más lista que tú.

—Lo nota. —La voz dulce de Sisi me hizo alzar la vista hacia ella.

—¿Tú crees? —Ella asintió. Tenía un rostro demasiado dulce, era demasiado inocente como para pensar que no la había seleccionado como nodriza por los motivos que ella pensaba. ¿La necesitaba? Sí, pero no solo para que mantuviese vivo a mi bebé, sino porque su inocencia y lealtad la mantendría a mi lado tanto como yo deseara.

—Se ha movido. —Acaricié nuevamente su abdomen con cuidado. Si ese pequeño reconocía mi tacto, estaba en el camino de no desear alejarse de su madre biológica.

¿Por qué mi bebé estaba en su saco? Porque para que él sobreviviera necesitaba una gestante azul. Cuando salió de mi huevo aún no estaba preparado para este mundo, lo sabía ya antes de concebirlo que tenía que ser así.

Nadie se habría atrevido a imaginar siquiera un plan como el que yo había trazado, no solo por lo complicado, sino por la paciencia que había tenido al desarrollar cada parte de él, y sobre todo en haberlo mantenido en secreto. La única que conocía todas las partes del mismo era yo, así nadie podría desbaratarlo del todo. Pero sí que tenía aliados, los necesitaba para conseguir la corona. Pero no solo la azul, quería la blanca, y ya la estaba rozando con la punta de mis dedos.

Con este pequeño de sangre azul obtendría la corona azul, si tenía el control de la casa azul, mi tío An Cort me nombraría sucesora de la casa violeta, porque al igual que yo, vería la posibilidad de que alcanzara la corona blanca. Era el gran premio, y si él no lo tenía, al menos alguien cercano a él sí que lo conseguiría, lo que significaba más poder. Con dos de los votos del consejo de los Altos en mis manos, sólo tendría que conseguir un voto más para conseguir esa corona. Era más fácil negociar con una casa que hacerlo con dos.

Y ahí entraba el socio que me había granjeado durante los últimos 50 años. Kan estaba tan sediento de poder como yo, quería méritos que lo llevaran a conseguir la corona verde, y conseguir una alianza ventajosa con la futura reina blanca podía dársela. Él pensaba en pequeño. Pero no debía subestimarle, era un verde, y su sed de conquista le llevaría a desear más. Pero sería en el próximo ciclo, este me pertenecía.

Sentí el zumbido en mi brazalete, tenía una llamada. Me puse en pie y me disculpé con Sisi.

—El deber me llama. —Nada más darle la espalda mi sonrisa afable desapareció. Caminé deprisa hasta mi habitación privada, cerré todo y me conecté.

—¿Tienes algo para mí? —La sonrisa de Kan estaba al otro lado. Al menos creo que era una sonrisa, los verdes no tenía muchas expresiones faciales en su registro. Eran secos por dentro y por fuera.

—Está fuera. —Esta vez mi sonrisa si fue auténtica. Él se había encargado de sacar del juego a la única piedra que había aparecido en mi camino.

—¿Estás seguro? —No había espacio para el error en este tipo de juegos.

—Si no está muerta, lo estará en las próximas horas. —En otra persona habría tenido mis dudas, pero en él no. Era un guerrero curtido desde la cuna. No solo sabía matar a su enemigo, sino que en la cultura de los Solaris era un asunto muy serio.

Una vez acudí con él a un enfrentamiento de honor. Ninguno de los dos contrincantes murió en la arena, es más, salieron ambos por su propio pie. Pero él me aseguró que uno de ellos no viviría más de unas horas, y tuvo razón entonces. El hombre murió antes de 6 horas, y lo hizo sumido en enormes dolores. No me importaba si la otra postulante padecía el mismo sufrimiento, eso me daba igual, yo solo quería sacarla de mi camino.

—Bien, ¿nos veremos en la sesión de la Cámara de Representantes?

—Soy el asesor del viejo consejero. No puedo faltar. —Sonreí a su comentario.

Él y yo manteníamos una relación clandestina, donde nadie sabía que éramos amantes. Es curioso los compañeros de cama que crea la política. No sé quién fue a buscar a quién, supongo que los dos nos beneficiamos mutuamente. Yo necesitaba un hombre de gustos sexuales rudos, para que me preparase para el paso más importante de mi plan. Supongo que a él no le desagradaba mezclar placer con política.

—No seas malo. —Era nuestra particular broma. Porque dijese lo que dijese, a un verde nadie le podía dar órdenes, eran amos y señores de su territorio, y tomaban todo lo que querían sin pedir permiso. Y no, no estoy enamorada de él, él solo es un medio para conseguir un fin, y ese estaba a punto de alcanzarlo.


Esta historia continúa en Santuario, ya disponible aquí en wattpad.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora