Capítulo 32

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Rigel

Bjorg estaba delante de nosotros, o mejor dicho el planeta sobre el que flotaba la refinería de gas crudo que se extraía de la atmósfera. Tenía la mirada perdida en los dibujos que se creaban en ella, tratando de apartar las palabras de mi madre de mi cabeza.

Si todo falla, tráela a casa. —Mi madre ya sabía que ella había sido elegida, mi elegida. Ella sabía que Nydia era la mujer con la que mi parte ancestral había decidido pasar el resto de su existencia. Si fracasábamos en nuestra misión, si no conseguía alcanzar la corona azul, Gara la tomaría como una más de nuestra manada. La había aceptado, no solo como un nuevo miembro de nuestra manada, sino como la elegida de su hijo. Pero ese era un sueño que no podía cumplirse, mi deber estaba por encima de mis deseos o necesidades. Ella no podía ser solo mía.

Todo irá como debe ser. —Era mi manera de decirle que no podía fracasar en mi misión, que sabía que mi obligación, que mi pueblo, estaba por encima de mí, y que no permitiría un fracaso.

—Nos están esperando. —La voz de Rise me hizo regresar al presente.

Allí estaba el puerto de atraque de la gran estación espacial que orbitaba el planeta. Era una pequeña ciudad en sí misma, donde se aglutinaban trabajadores, sus familias, transportistas y los servicios que todos ellos pudieran necesitar, como almacenes de avituallamiento, viviendas y locales de esparcimiento. Y de todos ellos, la cantina era nuestro destino, o mejor dicho, una de las habitaciones para cortas estancias que tenían para los que estábamos de paso. En el atraque más cercano a la misma, ya podía distinguir tres transportes conocidos. Eso quería decir que el equipo ya estaba reunido, y como bien dijo mi hermano, esperando.

—Estamos listas. —Nomi apareció con Nydia detrás de ella.

Con el material que me dio mi madre, Nomi había estado preparando unos neutralizadores para Nydia. Desde donde estaba, podía apreciar el parche en su cuello, y en cuanto al olor... parecía mitigarlo, pero no del todo, y no para mí. Ella podría perderse dentro de aquella colmena de gente, que yo la encontraría.

—Bien. ¿Todos tenemos claro cuál es el plan? —De Silas y Nomi no me preocupaba su memoria, sino su disposición a cumplir con mis instrucciones. En cuanto a Rise, no le gustaba un ápice que nos separáramos, pero tenía que hacerse así, llamaríamos menos la atención.

—Nomi y yo pediremos una habitación para la noche, y después lo haréis Nydia y tú. Mientras, Rise se reunirá con el equipo en la cantina, tomarán un par de copas y después saldrán de allí para reunirse con nosotros en nuestra habitación.

—Eso es. Nada de pedir comida, ni nada por el estilo. Los primeros en llegar seremos nosotros, así que no abras a nadie si no es a mí.

—A nadie. —Me ratificó Silas todo serio.

—Bien, nosotros saldremos primero, después lo harás tú Rise. Asegúrate de que llenan el depósito.

—Sí, comandante. —Él me sonrió con una mueca divertida. Esto de fingir era algo a lo que estábamos más que acostumbrados, dividirnos tampoco era el problema.

—Bien, entonces vamos allá. Si nos perdéis de vista... —Nomi no me dejó terminar.

—He memorizado el plano de la estación, capitán. Sé dónde tenemos que ir si eso ocurre. —La mirada de Silas me decía que él había hecho lo mismo. Asentí y tomé la mano de Nidya para llevarla conmigo. A ella si que no la perdería de vista, y si era posible, tampoco iba a soltarla.

Nydia

¿Alguna vez habéis estado en uno de esos centros comerciales que tienen varias plantas?, sí, esos con escaleras mecánicas y ascensores, que se llenan de gente los fines de semana, y por los que es imposible caminar de lo abarrotados que están antes de Navidad. Pues ahora mezclarlo con esa calle de Japón en la hay un paso de peatones en forma de X, con los carteles luminosos de las tiendas saturando la vista. Los pequeños puestos de comida dejaban en el aire olores fuertes y peculiares, que se mezclaban con ese olor a humedad vieja y grasa que puedes encontrar en los talleres de reparación de coches. Pues eso es lo que encontramos cuando terminamos de caminar por los estrechos pasillos que se suponían eran el puerto de atraque.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora