Capítulo 41

1.6K 426 50
                                    


Nydia

No vi mucho del planeta que supuestamente iba a gobernar. Rigel nos obligó a Silas y a mí a sentarnos en nuestros asientos de seguridad para la entrada. Menos mal que ya estaba acostumbrada a las maniobras de ahora miro arriba, ahora abajo, y ahora giramos, porque mi estómago notó cada movimiento. Afortunadamente el viaje fue más suave y yo estaba prevenida. Así que no vomité, aguanté como una campeona. Para la próxima vez, conseguiría no palidecer y controlar las náuseas.

Por mucho que quisiera escuchar lo que se decía en la cabina, estaba más concentrada en aferrarme al asiento y en no vomitar. Casi ni me di cuenta de que estábamos en el planeta hasta que vi a Arcángel parado a mi lado.

—Nos toca. —lo miré intrigada, porque todavía seguíamos en el aire, no habíamos tomado tierra.

—¿Ya? —Estaba empezando a soltar mis anclajes cuando las manos de Rigel me ayudaron con eficiencia.

—No te preocupes, todo va a ir bien. Arcángel ha hecho esto cientos de veces. —Lo miré de soslayo para encontrar al ángel poniéndose algo como esos arneses que usan los escaladores, ¿o sería lo que usaban los paracaidistas para ir en tándem? ¡Ah, mierda!, era eso. Miré a Rigel de una manera muy particular, ¿de verdad quería que él y yo hiciéramos un salto como los de los paracaidistas? ¿No se suponía que estas naves iban muy deprisa? —Nydia. —Me hizo girar la cabeza para que lo mirase a él, no al ángel. Lo siento, es un tío con alas ¿de qué otra manera voy a llamarle?

—¿Qué?

—No dejaría que lo hicieras si no estuviese convencido de que es seguro. —Asentí hacia él. Ya podía decir lo que quisiera, pero no por ello dejaría de tener miedo.

—Está bien.

El ángel puso una rodilla en el suelo frente a mí, para que los agujeros libres del arnés estuviesen a mi alcance. Rigel me ayudó a meter las piernas por ellos, y después pasó las correas por mis hombros. Sentí como uno y otro me zarandeaban mientras ajustaban correas aquí y allá, incluso uno de esos tirones casi me corta la respiración, al tiempo que pegó mi cuerpo de una manera casi obscena, bueno, sin el casi, al hombre pájaro. Espera, ¿y ese gruñido? Mi cabeza giró para encontrar la ardiente mirada de Rigel sobre mí, o más bien, sobre nosotros. ¡Vaya!, ¿mi gatito estaba celoso? Casi me hizo reír, casi, porque no me dio tiempo.

—Si necesitas agarrarte en algún momento, puedes hacerlo con las piernas, pero siempre por encima de mis caderas, y con tus brazos alrededor de mi cuello. Nunca, jamás, trates de agarrar mis alas. —Genial, como un mono. Estaba a punto de decirlo, cuando la compuerta trasera empezó a abrirse, dejando que el aire exterior perturbara la cabina. ¿Agarrarme?, me iba a pegar a él como una pegatina al parachoques trasero de un coche. Lo difícil sería poner las piernas allí arriba, porque el tipo era alto. ¿He dicho que tenía los pies subidos a un contenedor para que mi altura fuese idónea para aquella sujeción? Pues yo tampoco lo sabía, hasta que traté de mover un pie y casi me quedo colgando. Me sentí como uno de esos bebes que su madre lleva en una de esas mochilas, ya saben.

Me agarré a su cuello por reflejo. Pero él ni se inmutó. Solo dio unos cuantos pasos y se dejó caer. He dicho bien, caer, porque sencillamente dejó que su espalda cayese a ese vacío sin siquiera parpadear. ¿Gritar? Nadie dijo que no podía hacerlo. No sé cuanto tiempo estuve cayendo y gritando al mismo tiempo, solo sé, que cuando abrí los ojos, ese pájaro enorme estaba planeando como un poderoso águila. Sus alas se habían desplegado todo lo largas que no podía imaginar que eran, para darnos una estabilidad increíble. Era como flotar en el aire.

Pronto mi curiosidad me hizo mirar por donde podía, hasta que me cansé de girar el cuello en posiciones imposibles y dejé que mi cabeza cayera hacia abajo, o hacia atrás ¡Ahg!, bueno, ya me entienden. El caso, es que, al principio era una sensación rara, porque mi cerebro estaba tratando de centrarse. Pero después, empecé a descubrir un paisaje precioso.

—Wow. —Sí, esa era yo.

¿Alguna vez han volado en parapente o ala delta? Pues yo no, pero supongo que sería muy parecido. Estaba volando igual que un pájaro. Mi cuerpo estaba atravesando el aire, o mejor dicho planeaba en él, haciéndome sentir de una extraña manera libre. Lo sé, estaba amarrada al cuerpo de un ángel, y mis piernas no iban a soltarse de su cintura, y sus manos me sujetaban firmemente, pero no había paredes a mi alrededor, ni aire viciado porque lo compartíamos varias personas en un espacio pequeño.

Creo que fue esa sensación de libertad, lo que me impulsó a abandonarme a la experiencia, a disfrutarla como si al final del viaje no me esperase nada extraordinario. Solté mis manos y estiré los brazos para que mis manos cortaran el aire. Algunas hebras de pelo golpeaban mi cara haciéndome cosquillas y obligándome a cerrar los ojos. El aire se llevó mi risa un poco antes de sintiese como mi cuerpo se ladeaba. Abrí los ojos para encontrarme justo en medio de un cañón de vegetación. El ángel volaba con maestría entre los salientes, viajando entre las corrientes con facilidad. Fue después de hacer una especie de tirabuzón horizontal, cunado no pude contener el grito de júbilo en mi garganta.

—Yiiihaaaa.

—¿Te gusta? —Mi cabeza se levantó para ver el rostro del ángel. Con la luz del sol de tras de él, parecía que un halo divino coronaba su cabeza. Sí, definitivamente era un ángel como los de los libros.

—Me encanta. —Creo que por un momento vi un destello de sonrisa en sus labios, al menos antes de que nos lanzara a otra sucesión de giros aquí y allí. Era imposible que pudiese dejar de reír. Mi estómago sentía un extraño cosquilleo, pero era más emocionante que molesto. Nada que ver con lo que uno experimenta en una nave espacial cuando Rise la pilota para intentar escapar. O tal vez era que ya me estaba acostumbrando a esto. No sé, se lo preguntaría a Nomi a ver qué opinaba.

—A tu izquierda. —Giré la cabeza hacia donde me decía, para ver una catarata muy cerquita de nosotros. El ángel se giró, para que sus alas pasaran lejos de la caída del agua, pero dejándome a mí a escaso medio metro de ella. Estiré el brazo para tocarlo, no pude contenerme. Estaba fría, pero lo que me estremeció fue pensar que era algo salvaje, no sé cómo explicarlo mejor.

Antes de dejar atrás cañón, el ángel ascendió hacia la cumbre donde nos detuvimos. Con mi estatura, mis pies quedaron colgando, mientras mi cabeza apenas rozaba su nariz. Estaba esperando a que me liberase de tan incómoda posición, cuando pensé que tal vez me quedaría así porque no podría volver a atarme. No nos movimos por unos largos segundos, por lo que me preocupé. ¿Estaría observando algún posible peligro? Levanté mi vista hacia él, para encontrarlo mirándome con demasiada intensidad. ¿Nerviosa? ¡Diablos, si! Parecía como si estuviese decidiendo entre despeñarme o seguir con el plan.

—No pareces una noble. —Uf, era eso. Hora de dejarle claro a este pobre ángel que yo no era lo que él pensaba.

—Es que no lo soy. Mi familia es de la clase más trabajadora que existe. Bueno, unos más que otros. —Sentí como él daba un paso adelante, para que mis pies se apoyasen en una roca. Pude sostenerme por mí misma, aunque siguiera atada a él, lo que me devolvió un poco de dignidad.

—Eres algo raro. —Sus ojos estaban sobre mí, como tratando de descifrar lo que yo era.

—Pero ¿raro bueno, o raro malo? —Él ladeó la cabeza. Su pongo que nadie le había preguntado algo como eso antes.

—Raro bueno. —Su sonrisa me pareció preciosa, del tipo "he encontrado una nueva amiga". Y eso me hizo devolvérsela, porque algo me decía que él no era de los que tenía muchos amigos.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora