CAPÍTULO 2: Recuerdos.

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Ya habían transcurrido unas semanas desde el incidente en la nave abandonada, y cada vez sentía más esa necesidad de volver a ver esos ojos verdes y poder escuchar de nuevo la voz de Tara. Tenía la imagen de ella en la cabeza, pero según avanzaban los días su cara se iba haciendo más borrosa.

Aizen había vuelto a la rutina de siempre: Instituto, academia  (de la cual se iba de borota siempre que podía), casa,  " estudiar " y amargarse. Estaba literalmente hasta la coronilla otra vez la situación le podía, odiaba esa presión de tener que ser perfecto, quería hacer amigos, pero claro sus padres decían que salir a la calle es una perdida de tiempo si puedes quedarte estudiando y empapándote de sabiduría. Cómo si eso le importara mucho, tenía capacidad  de sobra para memorizar lo que leía, no le hacía falta estudiar más sino salir a la calle, sentir el aire fresco, el sol y  relacionarse.

Estaba en su habitación tumbado en la cama, sus padres estaban trabajando por lo menos tenía tiempo para él lo malo era que nos se fiaban. Pese a su edad habían contratado a una mujer de mediana edad para vigilarlo, pero bueno estaba en el piso de abajo tomándose un café sentada en el sofá y de vez en cuando subía a ver si estaba estudiando. Eso de verdad le hacía hervir la sangre, ya era mayorcito como para que le tuvieran que supervisar, como si fuera hacer algo. Se levantó y cerró la puerta, la atrincheró con una estantería y encendió el sofwofer y los altavoces poniendo su música a todo volumen. El techno retumbaba por toda la habitación y seguramente por el resto de la casa, pero la mujer no hizo ni subir, y si l hizo este no la escuchó. Abrió el gran ventanal de su habitación y se sentó en una repisa que sobresalía de la ventana encendiéndose un cigarro, esas vistas daban al inmenso jardín que se extendía en la parte trasera de la casa. Hacía un agradable sol, esa sensación de bienestar que sentía al evadirse del mundo mientras de su boca expulsaba nubes de humo se parecía a lo que sintió aquella mañana cuando conoció a Tara.

A su derecha un poderoso roble se alzaba fuerte más arriba de la ventana de su habitación, Aizen se paró a mirarlo detenidamente y recordó que de pequeño su abuelo le construyó una cabaña en lo alto, pero tras morir él su padre le prohibió volver a subir. Quitó las escaleras clavadas en el tronco del roble, pero no todas, ahora se había dado cuenta, su progenitor no se molestó en quitar las de arriba puesto que Aizen de pequeño no llegaba. El árbol al igual que el muchacho había crecido y las escaleras se encontraban a la altura del ventanal donde estaba sentado. Aizen sonrió inconscientemente, qué felicidad de repente, su espíritu aventurero volvió como con un soplido de aire fresco, dio la última calada al cigarrillo y lo apagó suavemente en el cenicero. Acto seguido se levantó bastante animado y se acercó por el borde que lo separaba del interior de su habitación hasta una de las escaleras de madera, aún la música resonaba fuerte de fondo como si se tratase de una película y el momento de rotura de la canción se acercaba mientras el colocaba su mano izquierda en la madera. Primero se aseguró de que era resistente, nada más darse cuenta que en efecto lo era se sujetó a la tabla de más arriba con la mano derecha y tomó impulso de un salto apoyándose en el rugoso tronco. A sí sucesivamente hasta que diez escaleras más arribas divisó la tabla de sujeción entre las robustas ramas del árbol que sujetaban la casa de madera. Nada más llegar a la cima se sentó a descansar, con un brillo excepcional en los ojos, había retrocedido en el tiempo y volvía a tener seis años. Cuando hubo recuperado el aliento se puso de nuevo en píe, pero la casa se veía más pequeña de cómo la recordaba -lógico- Pensó él, ya había pasado mucho tiempo desde que estuvo allí por última vez, sin embargo seguía como la recordaba.

La vegetación había entrado por puerta y ventanas, unas enredaderas sellaban la entrada de la cabaña, Aizen tuvo que hacer uso de la fuerza para entrar, rompió la cadena de hierba y se hizo paso al interior. Ahí adentro reinaba una penumbra casi acogedora, olía a abandono y a humedad, pequeños rayos de sol se colaban entre las ramas entrelazadas que habían ido abriéndose paso en el interior tomando la casa de madera. El joven apartó las ramas que pudo de las ventanas para que entrara la luz de ese hermoso día, nada mas hacerlo algún que otro insecto salto de entre las hojas aturdido y molesto. Infinidad de polvo y telarañas adornaban el interior de la vieja sala de juegos de cuando Aizen era niño, como guirnaldas las telarañas colgaban entre las paredes y las ramas del árbol. En el suelo entre las hojas secas y el polvo El muchacho reconoció al instante un soldadito de madera que perteneció a su abuelo cuando era crío, nuevamente sonrió para si mismo a la vez  que se agachaba para recogerlo. Con suma delicadeza limpió la suciedad acumulada del soldadito con la manga de su chaqueta, miró al suelo en busca de algo en lo que sentarse. Una de las patas de un taburete sepultado por dibujos enmohecidos y demás restos del pasado y suciedad acumulada sobresalía entre esos restos. El muchacho avanzó hasta el taburete con unos pasos ágiles queriendo esquivar todo lo posible para asegurarse de no pisar nada que pudiera romper, el suelo crujía a sus píes como si fuera a abrirse por la mitad en cualquier momento, pero no lo hizo. Seguía imponente, fuerte bajo sus pies mientras colocaba la banqueta  junto a la ventana, se sentó y empezó a mirar con detenimiento el soldadito de madera. Necesitaba ser restaurado, lo dejaría como nuevo se dijo, dejaría como nueva hasta la casita de madera ahora que la había encontrado de nuevo no la volvería abandonar. 

Aizen.Where stories live. Discover now