CAPITULO 5: La calma antes de la tempestad.

10 0 0
                                    



Tara estaba tendida en el prado, acomodada en el lomo de Ron, el pelo le caía hacia atrás, un remolino de rizos negros por el costado del boxer atigrado que dormía plácidamente. Se sentía aburrida, y un tanto asustada, aún no comprendía a los humanos y sin embargo aunque ella no lo sabía, todos los seres experimentan un mismo sentimiento: El amor. Y ella lo sentía palpitante dentro del pecho cada vez que pensaba en Aizen. Estaba inquieta desde hace días, también se sentía frustrada, no avanzaba nada en sus investigaciones, había cogido miedo a ir a lugares con alta concentración de humanos. Si, desde el incidente del río.

Se incorporó y agitó la cabeza para deshacerse de los malos recuerdos, se llevó ambas manos a sus mejillas, estaban calientes y por lo cual sonrojadas, había estado bajo el sol mucho rato, miró a Ron que parecía sin embargo más que encantado de estar ahí tumbado. Se levantó por completo y se sacudió la hierba de encima, había tomado una decisión, esta vez iría a la ciudad para estudiar a los humanos en su entorno natural. Entró dentro de la cabaña que ahora ella llamaba hogar, se puso unas sandalias y se peinó un poco. Vestía con un sencillo vestido de gasa hasta las rodillas de color verde primavera. Con un silbido Ron se estiró y se puso a su lado, ella se agachó y le dio un beso en la nariz rugosa al perro.

Estuvieron andando dos kilómetros hasta llegar a la carretera que llevaba a la ciudad más cercana; Dichimburg. Poco más tarde alcanzaron por fin la ciudad que se abría ante sus pies en altos edificios y bulliciosas calles. Tal y como había imaginado había mucha gente, seguramente a causa del buen tiempo y de que era sábado por la tarde. Tara estaba al día en las costumbres y las fechas humanas, todo bien apuntado en diversos cuadernos que acumulaba debajo de su cama, en el bosque. Muy a su pesar le costaba acostumbrarse a los objetos que parecían casi flotar por las carreteras a toda velocidad que las personas llamaban coches y se transportaban en ellos, con lo cómodo que es ir en caballo o en hipogrifo mismamente – se dijo para sus adentros. Sabía que debía hacerse con un "sujeta perros" (Correa) , la primera vez que se adentró en la ciudad un agente de la ley estuvo a punto de llevarse a Ron alegando que era peligroso llevarlo suelto. La clave del problema era que con tantas tiendas ella no tenía ni idea de donde entrar a por uno y realmente solo había llevado a cabo un trámite comercial en este mundo, y para rematar, solo sabía hablar el idioma pero no leerlo. Observaba los carteles y los escaparates con el ceño fruncido sin saber bien a cuál entrar. Estaba en la calle Mayor, y tal como su nombre indica era la principal y más larga, medía medio kilómetro y unía todos los barrios de la ciudad, vamos, había una infinidad de establecimientos, por no hablar de la cantidad de gente que salía a disfrutar del día.

Ron avanzaba con cautela muy cerca de ella, se sentía un poco aturdido y sobrepasado por el lugar, mucha gente, muchos ruidos y olores diferentes y confusos. La elfa andaba pendiente de pasar desapercibida, no quería que se diese ningún incidente. Pero claro las cosas no suelen salir como uno quiere y cómo no, en su caso no iba a ser diferente y tuvo la mala suerte de toparse y de frente con el mismo policía que le paró la vez anterior.

-¡Oh, no me lo puedo creer, si eres tú otra vez! Y como no, tu perro sigue sin correa...-hizo una pausa mientras la miraba de arriba a bajo mientras se acariciaba su barba de dos días- ¡Esto es inadmisible!

Tara enmudeció sobresaltada.

-Y bien, ¿no piensas decir nada, niña?

- Iba ahora mismo a buscar una correa para Ron –Tara le miró detenidamente con los ojos derrochando inocencia. El perro al oír su nombre la miró.

- ¿De verdad espera que me crea eso? –Preguntó el policía con aire de indignado.

- P-pero....es la verdad, Señor créame. –Titubeó un instante sin saber qué hacer.

Aizen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora