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Estuvo hasta la una del medio día allí arriba, hasta que su móvil empezó a sonar, su madre le estaba llamando, tan puntual como todos los sábados. Aizen atendió con desgana el teléfono.

-Dime – contestó él con una voz cansina-

- Cielo acuérdate, hoy tu padre pasará a buscarte a la una y media estate vestido y preparado – la voz de de Margaret, la madre de Aizen sonaba preocupada como de costumbre en su afán de controlar todo hasta el mínimo detalle-

- Que si, que si estoy vestido joder mama…- El muchacho intentaba replicarle pero esta lo cortó rotundamente.-

- Aizen García Quembrich no me hables a sí, ¿ Te has puesto la ropa qué te he dejado encima de la cama? – Con un tono severo esperó que este le dijera lo que ella esperaba oír.-

- Eh….eh –Aizen estaba visualizando esa horrible ropa encima de su cama, se le había olvidado por completo, estaba lleno de polvo en la cabaña del árbol. Tenían comida con unos “colegas” del Buffet de su madre.

- ¡Aizen vístete ahora mismo! ¡Tú padre no tardará en ir a buscarte! – la Madre de Aizen rugía furiosa al otro lado del teléfono. Antes de darle tiempo a contestar añadió- Tengo que colgar…te veo luego. -Y colgó-

- Mama....- Él iba a seguir hablando cuando se dio cuenta de que ahora hablaba solo. Que coraje le daba que le colgara sin darle tiempo a contestar, gruñó para si mismo.

Aizen se levantó de la banqueta, acto seguido se sacudió el polvo acumulado en sus pantalones y salió de la cabaña. Antes de disponerse  a bajar hasta la repisa de su ventana cargó sus pulmones de oxígenos con una enorme bocanada de aire, se guardó el soldadito de madera en uno de sus bolsillos traseros del pantalón baquero y bajó por las astillosas escaleras.

Llegó a su habitación y se miró al espejo que colgaba de la pared azul, tenía la cara y la ropa ennegrecida y las manos con alguna que otra astilla. Se miró al espejo y sonrió que pintas tenía, le gustaba se sentía a gusto y cómodo, luego dirigió la mirada a la ropa que le había dejado preparada su madre miró al frente otra vez y vio su cara de desagrado en el espejo y se echó a reír resignado. Después de diez minutos ya estaba vestido el reloj de su mesita marcaba la una y veinticinco se puso otra vez delante del espejo y torció la boca poniendo una mueca, llevaba una camisa blanca y por encima un chaleco entero de rombos azules y negros a juego con la corbata negra y los pantalones de nailon azules oscuro y unos caros zapatos de vestir. Que ridículo se veía vestido de esa forma.

-          Parezco un payaso, un pijo, eiggg…-se quitó de delante del espejo, no soportaba verse así no era él, solo una burda imitación de algo en que querían convertirle.

Se dirigió al baño y se lavó bien con mucho jabón cara y manos, se echó colonia de Adidas y bajó por las escaleras al piso inferior. Berta la encargada de vigilarle ya no estaba, había acabado por hoy. Este miró su reloj de muñeca y comprobó que ya eran las dos menos veinte, que raro su padre se retrasara eso no solía ocurrir, pero como si Kevin García le leyera los pensamientos llamó al timbre. Aizen abrió la puerta  y le dedicó una cálida sonrisa a su padre aunque en verdad habría deseado que no apareciera, tenía unas ganas enormes de acomodar la casita del árbol y convertirla en su refugio.

-Hola papa, ya pensaba que no venías –dijo bromeando.

-He pillado un atasco Aizen, seguramente tu madre esté echa una fiera – sonrió colocando una mano en el hombro del muchacho e hizo un gesto para que saliera, el coche estaba abierto y el reloj seguía corriendo.

- Seguramente, como siempre – Dijo Aizen pero esta vez lo dijo serio y desprendiéndose de la mano de su padre ando hacía el coche como un preso que camina hacía su encarcelación.

Aizen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora