Capítulo 08.

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Vi mi reflejo en el escaparate de una tienda de ropa y sonreí levemente. Para haberlo hecho en unos segundos, a Deidara le había quedado muy bien el corte del flequillo. Alisé mi vestido y respiré hondo un par de veces. Estaba emocionada por encontrarme con Ion a pesar de que lo más probable es que ella no estuviese muy interesada en verme.

Sonreí contenta cuando distinguí a uno de los autos de la familia. No me sorprendí de ver a Ion bajando del automóvil con los auriculares puestos  y mirando el celular con una expresión de concentración.

—Ion —la llamé.

—Espera que estoy a nada de pasar el nivel.

Cerró la puerta del vehículo con el pie y siguió jugando mientras yo la esperaba justo enfrente a ella. Ni siquiera parecía su hermana mayor, a pesar de que entre nosotras hubiera una diferencia de casi cuatro años.

Me crucé de brazos mirándola con reproche, sintiéndome algo mal por el poco interés que tenía en verme aún después de todo lo que había pasado.

—Ion —volví a llamarla, esta vez con voz más apremiante y mostrándome enfadada.

—Ya, en seguida.

Puse mi mano sobre la pantalla de su celular y ella de inmediato dio un salto mientras gritaba:

—¡¿Qué haces?! ¡Perdí! —Miró mi expresión facial y la tensión en su rostro se relajó levemente— No era necesario que hicieras eso...

—Ya no vivo contigo —le recordé, aún con mis brazos cruzados sobre el pecho y alzando un poco la barbilla para verme aún más alta que ella—, así que deberías aprovechar el poco tiempo que pasemos juntas.

—Vamos pronto —gruñó, poniendo sus manos dentro de los bolsillos de su sudadera gris.

Ion también se había puesto un vestido blanco (pues era una especie de tradición entre nosotras el ponernos un vestido blanco al visitar a mamá), pero se lo tapaba con su gran sudadera. Mientras que yo había salido igual a mamá, Ion tenía características de la familia de papá.

—¿Cómo te ha ido en el colegio? —pregunté, tratando de sacar tema de conversación mientras nos dirigíamos a una florería.

Ni ella ni yo éramos especialmente buenas hablando, en eso nos parecíamos.

—Mh —contestó, encogiéndose de hombros—. ¿Y tú, cómo lo llevas? 

—Bien —confesé con una sonrisa—. Ha sido toda una experiencia. —La miré sonriendo— Puedes regresar conmigo si quieres.

—Estaría bien. Hace mucho que no veo a Konan.

Entramos a una de las tantas florerías que le pertenecían a la familia de una de mis compañeras de salón: Yamanaka Ino. Cada una tomó el ramo que le parecía más bonito. Cuando estaba a punto de pagar, Ion me detuvo.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

Ella sacó una tarjeta de crédito.

—Ocupemos el dinero de nuestro querido papito.

Ion tampoco se llevaba bien con nuestro padre. Ambos tenían personalidades fuertes y era fácil que terminaran gritándose el uno al otro, pero a ella nunca le había pegado. Es más, parecía que él trataba a Ion como a una colega de trabajo y no como a una hija. 

Me estremecí al recordar mi relación con mi padre y me llevé las manos a la cara inconscientemente.

—¿Te pasa algo? —preguntó Ion poniendo una mano sobre mi hombro.

Viviendo con ellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora