Capítulo 06.

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—No le digas una sola palabra sobre esto a Hanako. —Fue lo primero que oí cuando desperté.

Shisui estaba inclinado sobre mí y me miraba fijamente con sus grandes ojos. Al igual que en el día en que lo conocí, me quedé como tonta admirando sus largas pestañas.

—Ah.

Entré en razón a los pocos segundos después. En mi cabeza pasó la imagen de Shisui besando a una chica sin camiseta y luego el recuerdo que tuve al presenciar eso. La cara se me calentó a una rapidez increíble.

¡¿Por qué había hecho eso?!

—¿Estás bien? —me preguntó Shisui mirándome raro.

Asentí como pude.

Observé a mi alrededor. Estaba en una habitación que tenía las paredes pintadas de verde, un escritorio con un montón de papeles encima, un diario mural de corcho lleno de fotos y un clóset.

—¿Dónde estoy...?

—En mi pieza —respondió. ¿Estoy en la cama... de mi jefe? La sangre seguía subiendo a mi cara. En cualquier momento explotaría. —Oye, ¿estás segura de que estás bien? Te pusiste rojísima.

—Estoy un poco mareada —reconocí en voz baja.

—Iré a buscarte un vaso de agua y cuando te recompongas hablaremos sobre el trabajo, ¿bien?

Volví a asentir. El salió de la habitación, dejándome sola con mis recuerdos y pensamientos.

"—Te vas a caer.

Itachi me tomó por la cintura y me hizo apoyarme en su cuerpo. Yo medio reí y seguí caminando.

—Es que tengo que ir al baño —expliqué—, tengo la sensación de que en cualquier momento voy a vomitar.

Escuché cómo el suspiró.

En realidad no estaba tan ebria. Solamente mareada y atontada después de estar jugando a las volteretas con Tobi. No fue la idea más brillante. Él había bebido más que yo y por consecuencia había vomitado mientras estaba en el aire dando una vuelta. Había sido un espectáculo extraño y a la vez digno de ver.

Entramos al baño e Itachi me sujetó el pelo mientras yo estaba frente al inodoro. Nada salió. El mareo comenzaba a acabarse, aunque seguía sintiendo mi cuerpo con extraños cosquilleos allí dónde Itachi estaba tocando.

Quizás no era el alcohol el que me estaba haciendo actuar como una tarada.

Volteé mi cabeza sin ningún disimulo para mirarlo. Sus ojos estaban puestos en mí con atención. La luz del baño se reflejaba en sus pupilas.

—Qué guapo —pensé en voz alta.

Sorprendida por no poder manejar lo que decía, me llevé mis dos manos a la boca mientras retrocedía y él me soltaba. Ladeó un poco su cabeza al mismo tiempo que se formaba una sonrisa en sus labios. Más guapo se veía, maldición, qué injusticia.

—¿Gracias?

—¿De nada?

Viviendo con ellosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora