IX.

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Miró nuevamente por el espejo retrovisor, aquel auto negro llevaba siguiéndolo todo el camino y sabía perfectamente de quién se trataba. En la parte trasera del mismo, Luca Changretta y cuatro hombres más estaban armados. Paró en medio de un barrio desconocido, donde supuestamente se reuniría la familia Shelby, así lo había aclarado Roxanne. Pero cuando Thomas fue el único que se bajó del vehículo, las preguntas comenzaron: ¿Dónde estaba el resto? ¿Acaso esa mujer lo había traicionado? De todas formas, esperaron, el momento de actuar llegaría pronto y el tiro decisivo provendría de él. Apuró el paso antes de que el resto lo alcanzara, en el segundo piso de aquel edificio tenía preparada un arma de tamaño considerable, lista para ser usada sin cobardía ni timidez.

—Espera adentro —le habló a una mujer que caminaba por los pasillos, entró rápidamente al ver el porte y seriedad de ese hombre.

Los disparos fueron lanzados por parte de Thomas y el primer hombre cayó. El resto se apresuró, utilizaron sus armas también, pero ninguna bala pudo lastimarlo. Como si fuera invencible, corrió hacia el interior del lugar y el juego comenzó. Cuatro hombres contra uno, pero estaba preparado, sabía que ellos vendrían y dejó armas distribuidas en todas las casas, en todos los rincones.

—¡Quella prostituta mi ha tradito! —gritó en medio del escándalo, se apresuraron para poder triunfar.

Había sido engañado por una “simple mujer” y esa molestia fue muy difícil de evitar. Tan fácilmente cayó bajo los encantos de Roxanne, al final ella era la última en reír. Parecía tan convencida que Luca ni siquiera lo dudó, pero no podía confiar en una de su clase. Eso pensaba. Nunca fue fácil manipularla, mucho menos comprarla. Pero todo era parte del plan, Thomas Shelby siempre tuvo una mente maestra, la cabeza de un genio.

Corrían y se perseguían, la ropa colgada les impedía ver con claridad. Las sábanas blancas en medio del campo de visión, se oían disparos y los inquilinos se asustaban cada vez más. Sangre, otro más cayó. Ingresó por otra puerta y habló en voz alta.

—¡Todo el mundo agáchese y quédese adentro! ¡Es una orden de los Peaky Blinders!

El griterío lo delató. Luca Changretta junto a sus hombres siguieron el fuerte ruido, estaban listos para atacar. Entraron a otra habitación y las personas temblaban por el miedo, pero él ya no estaba. Escuchaban sus pasos, a veces se esfumaban, de todos modos, no podían encontrarlo. No era momento para rendirse. Sus compañeros querían hacerlo, habían perdido a dos hombres y seguro otros morirían, pero Luca no pensaba aflojar.

—Lo tenemos, maldición.

Y salieron, donde uno más recibió un balazo. Estaba herido, Thomas apuntó con su arma y murió al fin. Esta actitud enojó profundamente al italiano, que no podía creer que tuviera el atrevimiento de terminar con la vida de alguien en esas condiciones. Sería vengado. Esta vez, no escaparía, pero las balas no pudieron llegar a acabarlo. Sólo quedaban dos, pero el segundo vigiló que nadie más viniera. La familia Shelby podía aparecer de repente y debían estar alerta.

—Tú y yo, Thomas. Nadie más.

Entonces estaban frente a frente, sus miradas fulminantes y las armas listas. Fue un momento de tensión, que parecía transcurrir en cámara lenta. Sólo uno se salvaría, pero cuando el tiro decisivo iba a salir, la policía llegó. Estaba claro que el alboroto se escuchó desde lejos, no todo sería perfecto. Los italianos escaparon lo más rápido posible, pero aquello no quedaría así. Todavía había una venganza pendiente. Los policías tomaron a Thomas con fuerza, pero él no sería presa fácil, nunca. Golpeó a unos cuantos policías y, siendo el dueño de toda la ciudad, lo dejaron ir.

Mientras tanto, Roxanne miraba por la ventana inquieta, nerviosa y con las manos temblorosas. Daba vueltas en círculos, se mordía las uñas y suspiraba constantemente. No había nadie, los niños ya no jugaban afuera y los coches no cruzaban por la calle. Pura soledad, era ese silencio lo que la incomodaba mucho más. Llevaba largas horas esperándolo, dijo que antes de que anocheciera, él llegaría. Debía hacer algo importante antes y fue en ese momento que supo que se trataba de Luca Changretta, estaba segura de que debía terminar con esa vendetta. Pero estaba solo y esa había sido una muy mala idea, era suicida. Fue en vano detenerlo porque Thomas Shelby se sentía invencible, además, no permitiría que alguien más estuviera en peligro. Cuando su vehículo estacionó al frente de la nueva casa, salió para recibirlo.

Un gran jardín repleto de flores, el césped verde y los colores de la naturaleza. Aquella casa pequeña, pero espaciosa. La nueva vivienda de Roxanne había sido comprada por Thomas, quería que estuviera alejada de los malos barrios y del desorden, entonces, le hizo un gran obsequio. Fue difícil para la joven aceptarlo, era demasiado, pero también necesitaba comenzar de cero. Nunca hubiera vuelto a su antiguo departamento ni mucho menos a esos callejones.

Ingresó rápidamente a la propiedad, un tanto inquieto y agobiado. Prendió un cigarrillo y por momentos pensó que el tabaco le traía tranquilidad. Roxanne lo observaba con el ceño fruncido y el corazón latiendo a toda velocidad, fue un alivio para la muchacha que él estuviera bien. Esperó un largo tiempo y, por fin, habló.

—Maté a tres, Roxanne—dijo sin mirarla a los ojos—, pero Luca Changretta sigue vivo.

Se desplomó en uno de los elegantes sillones, resoplando con fuerza y tirando el humo hacia un costado. Ella se acercó al instante, quiso agacharse para quedar a su altura y plantó un dulce beso en su frente.

—Está bien, Tommy. Todo está bien.

—¡No pude matarlo! —por primera vez, sus miradas se encontraron— Estuve tan cerca.

Sus ojos mostraban la furia, el enojo. Tan cerca de lo predecible y no lo pudo lograr, era algo que carcomía su cabeza sin cesar. Roxanne podía brindarle su apoyo y compañía, ayudar a un alma perdida sin destino ni calma.

—Tengo un plan —se levantó de golpe y ella siguió sus pasos—. Tendrás que irte lo antes posible, ya hablé con alguien.

Confusión, nuevamente. Cada uno de sus planes la dejaban boquiabierta, sin nada por decir. Ahora algo nuevo había surgido y no tenía opción, debía hacerle caso.

—Vendrán a buscarte en unos minutos, te irás de la ciudad por un tiempo. Mi familia estará a salvo, pero tú tendrás que desaparecer del mapa.

Roxanne negó con la cabeza repetidas veces, sin comprender del todo lo que estaba diciendo. Pero estaba claro, la intención de Thomas era protegerla. Mandarla a un lugar donde nadie pudiera conocerla o encontrarla, un lugar donde estuviera a salvo.                                                                     
—No puedo dejar que algo te suceda a ti también.

Lazos del caos | Thomas ShelbyWhere stories live. Discover now