V.

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Fuertes disparos que la despertaron. Sus ojos verdes se abrieron de par en par y el corazón comenzó a latir con mucha fuerza, respiración entrecortada y manos temblorosas. Nadie estaba protegiéndola, la soledad carcomía cada parte de su piel erizándola por competo. Afuera de la habitación, dos cuerpos tendidos en el suelo con sangre esparciéndose por doquier, las paredes del pasillo se pintaban de un rojo fuerte y un hombre alto ingresó por la puerta, empleó la cerradura para impedir su escapatoria. Las miradas se cruzaron y lo reconoció al instante: Luca Changretta. Una semana antes, Thomas le había mostrado una imagen en blanco y negro, donde se encontraba aquel hombre. Debía reconocerlo y así poder actuar velozmente. Ante cualquier señal de su presencia, tenía que hacer lo posible para mantenerse a salvo. Así fue, se levantó de la cama y reaccionó de la manera más rápida posible. A su izquierda, se encontraba una pequeña mesa, donde estaba un bolso con el arma adentro. La tomó con fuerza y le apuntó de frente. Él negó con la cabeza repetidas veces mientras sonreía levemente, de su bolsillo sacó unas cuentas balas que dejó caer lentamente al piso, una por una. Roxanne observó sorprendida y aterrada, jaló el gatillo y escuchó ese "click", pero las balas no salieron ni pudieron dañarlo.

—En estos tiempos de guerra, —comenzó diciendo con solemnidad, una voz gruesa que le dejó los pelos de punta— dicen que es de mala suerte tener una pistola descargada.

Poco a poco, lentamente, se acercó más y más. La joven daba pasos hacia atrás mientras el hombre se adelantaba, pero ella no pudo seguir haciéndolo, pues su espalda chocó con la fría muralla y se sintió acorralada. Sin lugar a dónde ir, intimidada, tragó porque su garganta estaba muy seca. Soltó el arma y cerró los ojos mientras daba un largo suspiro. Luca Changretta tomó la barbilla de la joven para que abriera los ojos, lo mirara.

—¿Sabes? —comenzó respirando muy cerca de ella, pudo sentir el aroma a alcohol —Muchos hombres hablan sobre ti, rumorean y dicen que Roxanne es la mujer más bella.

Se mantuvo callada, entendía muy bien a qué se refería. Dio pasos hacia atrás y continuó.

—Seduciendo a cada hombre por un poco dinero, vendiéndole tu cuerpo a la noche. Pero, al final del día, no te importa si eso está bien o mal.

—Tú no sabes nada sobre mí —habló por fin, con un tono amargo y pura seriedad.

Mostró una sonrisa, aquel juego le encantaba. Sí que la conocía, había averiguado todo sobre ella, todo sobre la familia Shelby. Roxanne se encontraba en la lista, su tiempo estaba contado si el desastre no se solucionaba lo antes posible. Pero Luca Changretta quería comprobarlo por él mismo, quería saber si los rumores eran ciertos, debía conocerla. Y su belleza fue real, sus irresistibles encantos también.

—Es una pena —dijo sacando un palillo de su bolsillo y poniéndolo entre sus dientes—. Es una pena que una cara tan bonita deje de brillar. Quizás, sólo tuviste un poco de suerte la otra vez.

—¿Qué quieres de mí? —expresó con los brazos cruzados, la mirada fulminante—. Si tanto deseas matarme, hazlo y ya.

Aquellas palabras salieron de su boca rápidamente, sin pensarlas ni un sólo segundo. En el fondo estaba asustada, sumamente asustada y no lo podía negar, pero sí ignorar. Debía mostrarse lo más fuerte posible, verse como una mujer invencible, valiente y firme. Tal vez, Roxanne no apreciaba su vida del todo, anhelaba cambiarla, pero nunca pudo hacerlo. Tal vez, su único objetivo era irse lejos, pero caía una y otra vez bajo las garras de sus deseos más perversos.

—Qué raro —murmuró acercándose nuevamente—. Creí que suplicarías por tu vida.

Tan próximo y provocador, se sintió vulnerable nuevamente. Las manos de él viajaron por su rostro y ella cerró sus ojos dejándose llevar. No pudo negarlo, con la cabeza hacia atrás y la boca entreabierta. Los juegos seductores que no ignoraba, tampoco evitaba. En los últimos tiempos, los hombres se habían vuelto irresistibles para ella.

—Todo podría ser diferente para ti, Roxanne —susurró en su oído y un escalofrío viajó por toda su espina dorsal.

Cerca de sus carnosos labios, lista para recibir lo que podría llegar en cualquier momento. Simplemente no lo pensaba, por su mente no cruzaba la idea de que algo malo estaba sucediendo, de que algo malo podía estar haciendo. Y, antes del desenlace, él se alejó de ella y le dio la espalda para seguir con su camino.

—Eres muy especial para Thomas Shelby —habló antes de desaparecer de su vista —. Es por eso por lo que también estás en la lista.

Entonces se esfumó, como si nada hubiera pasado, como si nunca hubiera estado allí. Y una oleada de vergüenza y pudor recorrió su cuerpo completo, desde los pies hasta la punta de la cabeza. Sabía muy bien que todo aquello fue un error, un gravísimo error. Ese hombre tenía planeado matar a la familia Shelby (y hasta ella), no debía cometer equivocaciones tan incorrectas e imprudentes. La culpa carcomía su cabeza, la llenaba de odio y presión. Pero fue esa lujuria la que le impidió pensar con precisión, pues Luca Changretta no la atraía en lo más mínimo. Como si fuera parte de su naturaleza, no se pudo contener y actuó de la peor forma. Había traicionado a muchas personas, pero en especial a Tommy, y eso nunca se lo perdonaría. Aunque su visita se debía a algo, por algún motivo en especial el hombre la había visitado, y eso mismo tenía que averiguar.

Lazos del caos | Thomas ShelbyWhere stories live. Discover now