Treinta y tres

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- Y -

Meses después...

Era una mañana normal y corriente de Julio. Acababa de hablar por teléfono con Hae, mi nuevo representante, sobre la programación de futuros conciertos, y ahora mi atención pasó a estar en mi pequeño novio quejumbroso.

- Por favor... me duele – los jadeos lastimeros de Jimin me erizan los pelos de la nuca – Más despacio...

- ¿Debería hacerlo más fuerte?

- ¡No...! – lloriquea mordiendo el borde de su sudadera – Dios, Yoongi siento como si me fuera a romper.

- No seas llorón – resoplo – No es para tanto.

- ¿No es para tanto? ¡No eres tú el que tiene el maldito pie fracturado!

De una patada me aparta haciendo que caiga de la cama de espaldas a la alfombra.

- ¿Estás bien?

Me levanto volviendo a ajustarme las gafas. No tiene fuerzas para un simple masaje, pero sí para dar una patada.

- ¿Prefieres que lo haga yo o el terapeuta? – me cruzo de brazos mirándole con seriedad. Sé que los masajes del doctor son mil veces más fuertes y, por lo tanto, más dolorosos que los míos – Elije y lo llamo de inmediato.

- ¡No! – niega moviendo sus brazos – Hazlo tú, pero más suave... ¡Ash! De todos modos lo veré más tarde.

- Puedes maldecir todo lo que quieras, pero gracias a él ahora puedes caminar sin cojear como un abuelo.

- Sí, pero sus masajes no dejan de ser una tortura – y ahí está otra vez otro de sus berrinches – ¡Odio esto, no quiero!

Jimin me lanza una almohada que no tardo en atrapar con mi mano.

- Has soportado mucho tiempo esto, ya no queda nada. No dejes que un simple masaje tortuoso lance al diablo todos los avances que has hecho – le aliento.

- Si nos saltamos el masaje de hoy día te prometo que prepararé muchas brochetas de pescado para ti.

- No – espeto – Como si me fuera muy difícil comprar todas a las de la señora del carrito. No puedes comprarme con eso, Park.

Aunque las de Jimin son mucho mejores.

- Maldita sea.

- Bien – finalizo volviendo a sentarme a su lado para coger su pie, pero él lo aleja de mí moviéndolo de un lado al otro. Tengo que pelear por atraparlo – Jimin, quédate quieto y hazme caso.

- ¡No quiero!

- Detente o me enfadaré.

Todos los días es una batalla.

- ¡No!

- Okey – suelto colocándome de pie para salir de la habitación – Como quieras.

- ¿Dónde vas?

- Tengo hambre – digo borde. Tengo que ocultar la sonrisa que se me ha formado apenas vi su puchero a través del reflejo del espejo que tengo a mi lado. Sé que le duele cuando luego de una larga batalla lidiando con él y su lesión le hago la ley del hielo, pero es la única forma de que termine cediendo.

Bajo las escaleras rumbo a la cocina oyendo sus pasos corretear por la habitación y luego por los peldaños de las escaleras. Tomo asiento en un taburete después de coger un trozo de la tarta que ha preparado ayer y me dispongo a comerla viendo mis redes sociales.

HATED FAME | YOONMIN Where stories live. Discover now