Capítulo 1

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—Lo matamos.

Taehyung abrió sus ojos a la par, parecía que en cualquier momento se saldrían de sus órbitas. Estupefacto, se llevó las manos a la cabeza y se giró a ver a su amigo.

—Oh, Dios mío, Jimin, acabamos de matar a alguien— volvió a decir, sin poder creérselo.

—No— pestañeó confundido, aún con sus manos aferradas al volante—. Imposible, no, no creo.

El chico no le escuchó, en cambio abrió la puerta y se bajó con las intenciones de verificar lo sucedido.

—Ayúdame a esconder el cuerpo.

—¡Mierda, Tae, que no está muerto!

Copiando su acción, abrió la puerta del conductor y se bajó con pausa, intentando ocultar el miedo que comenzaba a emerger de su interior. Ya fuera le dio un fuerte portazo a la puerta, para luego a pasos torpes aproximarse al chico en el suelo.

—O eso creo.

Park Jimin no recordaba la última vez que había estado en una situación similar... o quizá no la recordaba simplemente porque nunca antes había estado en una.

No se le culpaba de haberlo olvidado, después de todo, era bastante normal que reaccionara de esa forma y no estuviera en sus cinco sentidos luego de presenciar tan peculiar y extraordinaria escena. Aunque, claramente también se debía al alcohol en su sangre, y eso, eso sí se le culpaba. Ahora se sentía terrible.

La sensación era abrumadora, todo había pasado demasiado rápido. Hace apenas una mísera hora había estado junto con Taehyung al otro lado de la ciudad, disfrutando de la diversión nocturna en un club, música aturdiendo sus oídos, aire denso sofocando sus sentidos y garganta seca siendo atendida gratamente por copa tras copa. Aún podía sentir los movimientos de caderas tanto de él, como de las personas desconocidas friccionándose entre sí a medida que el dj aumentaba el volumen del lugar y cambiaba de pista con fogosidad.

La noche estaba viva, había resultado ser una sumamente eufórica. Y era la emoción combinada con el alcohol la responsable de producir aquella felicidad recóndita que hacía tiempo no sentía recorrer cada parte de su cuerpo. En palabras más simples: la estaba pasando genial y nada podía arruinarle aquella salida.

Sí, la noche estaba viva. Viva hasta que de un minuto a otro, a ambos chicos se les subió la supremacía a la cabeza (porque claro, los jóvenes cada vez piensan que son más y más invencibles e intocables), creyéndose los grandes reyes del mundo que todo lo pueden, los que tienen todo a sus pies y en las palmas de sus manos. Y como todo estaba saliendo tan increíblemente espectacular, no se les ocurrió mejor idea que hacerse los rebeldes, violar las leyes establecidas y terminar con sus manos sobre el volante.

Mala idea.

—No importa, escondámoslo igual.

— ¡Tae! —le reprendió, golpeándole el hombro. El rubio se quejó, llevando una mano al lugar resentido para sobarse mientras le lanzaba una mirada asesina a Jimin—. No se supone que debería ser así, en cualquier momento despertará y estará perdido. Debemos hacernos cargo.

Le dio un leve empujón con su pie al chico que se hallaba tirado en el suelo, volteándolo un poco pero sin tocarlo demasiado, más que nada para asegurarse que realmente sí estaba vivo.

— ¡Por eso mismo! ¡Arrastrémoslo lejos de la autopista antes de que despierte y piense que lo atropellamos! ¡O antes de que alguien nos vea! — agitó sus brazos en el aire con exasperación, en un intento de que Jimin tomara en cuenta su opinión—. ¡Que alguien nos vea! — repitió desesperado.

Atardeceres en el Ático (PJM+JJK)Where stories live. Discover now