Capítulo 44. «La boda»

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Un sueño. Fue un sueño el que hizo que Amaris decidiera que era momento de casarse.

No fue un sueño cualquiera, había tenido muchas visiones, más, con el tiempo, estos se volvieron menos esclarecedores, le decían menos de lo que quería saber, como si la estuvieran bloqueando.

Lluvia, eso fue lo primero que vió. Después Amaris notó que estaba en el medio de la nada, todo lo que veía eran árboles a lo lejos, más a su alrededor, notó, había un gran claro, un valle, desde ahí veía las grandes nubes de lluvia a su alrededor.

-Te he estado esperando, Amaris -dijo una voz conocida que apareció a sus espaldas. Ella volteó, mirando a Sephira, sus ojos azules brillando de vez en cuando gracias a los relámpagos que estaban a su alrededor-. Tenemos que hablar.

Amaris apretó los labios. Sephira no parecía la tranquila, amable, y cálida chica de siempre. Se veía distinta.

-¿Qué pasa? -preguntó Amaris, llena de confusión- ¿Dónde estamos? ¿Cuándo?

-Este es tú pasado -contestó ella-. Mi futuro. Ambas viajamos aquí, más yo...

-¿Tú qué? -a pesar de haber viajado en el tiempo Amaris aun sentía el agua cayendo sobre ella. Se acercó, tomó las manos de Sephira, e insistió-: Sephira, no temas.

-Sé que antes te dije que no aprobaba tú relación con Zedric, el chico del Reino Sol. Pero ahora, después de tanto, creo que he visto la bondad que se esconde en su corazón. He estado tan ciega...

-¿Y qué te hizo cambiar de opinión? -preguntó Amaris. Por un momento evadió su mirada, avergonzada. Sentía devoción por Zedric, le atraía, lo quería, pero algo había cambiado-. ¿Sabes? Yo también lo he pensado. Lo he pensado mucho. Después de un tiempo noté lo diferentes que somos. Y ahora no sé si lo quiera tanto como para...

-¿Casarte? -sonrió-. Sé que estás apunto de casarte. Ven -le tomó una de las manos, y sonrió- Te llevaré a otro día lluvioso.

Amaris cerró los ojos justo en el momento en que Sephira las transportó directamente a lo que sería un lugar semejante al que en el que estaban. Sí, estaba la llanura, pero detrás había una gran ciudad, seguro la capital de la provincia Gatefire. Estaban en las fronteras.

Amaris enfocó la mirada, buscando un sonido que, inevitablemente, había llamado su atención. Eran golpes. El sonido del hacha al chocar contra los árboles porque habían sido talados. La cosa es que eran demasiado rápidos, un tanto antinaturales, aun más tomando en cuenta que no dejaba de llover.

-Allá -señaló Sephira. Amaris caminó, yendo a la fuente de los sonidos que habían llamado su atención.

Entonces vió a Zedric. Era una versión triste y furiosa de él, parecía estar desquitándose con los árboles, algo lo había puesto así.

-¿Cuándo estamos? -preguntó Amaris. Sephira parecía conmovida y algo triste también, miraba a Zedric con una especie de empatía que Amaris conocía bien.

-Esta es la noche después de que Alannah te raptara. ¿Recuerdas lo qué Zedric dijo cuando te fuiste?

Amaris vió aquello como un recuerdo fugaz pero vívido en su mente. Con un pequeño dolor en el pecho, contestó:

-Dijo que me amaba. Que haría lo que fuera para tenerme de vuelta.

-Esto es lo que haces en él. Te ama, te ama de verdad.

-¿Y por qué me dices esto? -preguntó Amaris, avergonzada-. Sé que todos dudan de nuestra relación, pero, es más, estaba segura de que tú la desaprobabas.

Susurros de Erydas. Where stories live. Discover now