Capítulo 27. «Compromisos, desilusiones, y extraños desenlaces»

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-Quiero casarme contigo.

Amaris escuchó aquellas palabras venir muy de repente, tanto que casi pierde la concentración en su tarea, que era picar verduras para la sopa que comerían en la cena. Zedric aún no había querido volver al palacio, porque no quería aún tener que enfrentarse con su padre. Suspiró, terminó de picar la última zanahoria, y, solo entonces, miró a Zedric.

-Estás loco -contestó. La luz del sol estaba sobre ella, y, aquello la hacía sentir muy mal, porque, desde que escuchara todo aquello sobre la guerra entre la Luna y el Sol, lo sentía sobre ella siempre, observando, poderoso. Sentía esa presencia que nunca había sabido que estaba con ella.

Amaris se tapó de la luz con una mano, aceptando a regañadientes el sombrero que Zedric había traído para ella. Su vestido, largo, estaba todo enroscado en el lodo, así que ella se regañó mentalmente por intentar verse más arreglada y limpia ahora que Ranik estaba de vuelta. Ya después de todo aquello, contestó:

-Deja de bromear, Zedric. Es lo último que quiero hacer en estos momentos.

Él sonrió. Ya llevaba un tiempo sin ver a su barbero, porque su cabello ahora estaba largo casi hasta el cuello, además de que tenía una incipiente y más o menos llamativa barba. Se le veía bien, más no parecía él mismo.

-No es broma, solo déjame explicarte lo que quiero decir.

-Está bien, habla.

Zedric suspiró. Se acercó lo suficiente como para tomar su mano, y agregó:

-Quiero casarme contigo, realmente quiero hacerlo. Sé que hemos pasado más tiempo separados que juntos, y que no sé muchas cosas sobre tí que debería de saber, pero...

-Sientes la conexión. Sientes que algo te dice que tenemos que estar juntos -la mirada de Zedric se iluminó. Ella asintió, porque exactamente así se sentía, entonces agregó-: Pero no puedes fiarte de eso. Hemos pasado muchas cosas juntos, hemos ganado y perdido, nos hemos conocido mucho, pero, aún con eso, no siento que lo suficiente como para estar tan profundamente enamorados, para tomar una decisión tan importante.

-No sabes. No puedes decir que es lo que yo siento -el tono de Zedric se volvió duro, aunque también un poco indignado.

-Claro que sí -insistió ella-. Tengo miedo. Si los dioses están transmitiendo su poder a mortales con suficiente potencial divino como para ser, no sé, su remplazo, ¿Qué te asegura qué...?

-¿Qué la historia no se repetirá, es eso lo que piensas?

Amaris apretó los labios. Zedric estaba en su mente, viendo todo de ella.

-Ranik tenía razón -musitó con incredulidad-. Este es un canal de un lado. Un solo lado. Tú puedes ver todo de mí y yo estoy... ciega. Estoy ciega.

-¿Quieres qué te deje? ¿Qué salga de tú cabeza? Fue eso lo que te salvó.

-Zedric, no quiero pelear. Es simplemente que escuchar la historia de la Luna y el Sol me hizo sentir, de alguna forma, que estamos destinados a repetir ese ciclo. Hay muchas cosas a nuestro alrededor, y todas apuntan a eso. ¿Entiendes a lo qué me refiero?

-¿Crees que lo que sentimos no es real? ¿Qué todo lo que nos gobierna es una mentira? Pues no. En realidad no. Yo sé notar lo que siento, además, ¡No somos ellos!

-El instinto es el que te dice que debemos de estar juntos, no tus sentimientos. Lo he sentido desde hace mucho tiempo, pero hasta apenas lo noto con claridad.

-Pero eso no es de lo que quiero hablar desde el principio -Zedric tragó hondo, y agregó-: Hay muchas razones por las que quiero estar cerca de tí. Primero, me encanta tú carácter. Eres tímida, valiente, y caritativa. Iluminas dónde quiera que vayas. Segundo, has estado aquí para mí en este, por así decir, autodescubrimiento por el que he pasado. Eres bellísima, y siento que, aunque no nos conozcamos completamente, todo lo que voy descubriendo de tí me gusta. Me siento cómodo contigo, es eso.

Susurros de Erydas. Where stories live. Discover now