Capítulo 40. «La energía cósmica, dioses, descubrimientos»

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—Nathan está, bueno, siento que está por aquí —murmuró Yian, lleno de nerviosismo. Adaliah entrecerró los ojos, desaprobación brillando en su rostro—. Tiene que estar aquí.

—¡¿Pero dónde?! —insistió Adaliah, impaciente—. ¿Esto tiene que ver con su habilidad de príncipe de las sombras?

Zara y Calum se miraron entre ellos, comunicándose entre sí de manera que ella, inevitablemente, perdió los estribos. Estaba apunto de gritar cuando Zara la interrumpió, diciendo:

—Tranquila, Adaliah, entendemos tú nerviosismo, de verdad. Sólo es que Calum y yo no podemos evitar comunicarnos telepáticamente. De todos modos, él me sugirió que usara mis poderes para resolver esto. Tal vez no tenga aún todos los poderes de la diosa de la venganza —estiró las manos, las juntó y cerró los ojos, al mismo tiempo inclinando su cabeza—, pero aún así puedo... —apretó los labios— Hacer conjuros y cosas de las que hacía cuando era una Tenebris. Revelar lo que está escondido, como la diosa de la venganza hace.

Cuando los ojos de Zara se abrieron, se veían verdes, verdes de un color esmeralda vivo y tenebroso. Una especie de bruma gris se expandió por el lugar, y justo cuando esta se esparció Adaliah pudo ver lo que se escondía frente a ellos.

Aquel era Nathan muy distinto al que recordaba. Su cabello estaba negro, tenía oscuros tatuajes que cubrían su cuello, rostro, y brazos. Estaban al final del bosque, frente al precipicio, y Nathan solo miraba al mar, sin moverse, ni detenerse, parecía muerto, como una estatua, y no dejaba de ser raro y tenebroso.

—¿Está...? —Yian no pudo terminar de formular su pregunta porque, tal como Adaliah lo predijo, estaba totalmente asustado por ver en lo que Nathan se había convertido.

—¿Vivo? —completó Calum, que daba vueltas a su alrededor y lo analizaba con una media sonrisa confiada y tranquila—. Sí. ¿Sano? No. Su mente es un revoltijo. Piensa en muchas cosas a la vez, incluso bajó todos sus escudos, creía que las sombras eran suficiente protección. No entiendo algo, si estaba tan a la vista, ¿Cómo es qué mi hermano no lo encontró antes? Él es incluso más poderoso que yo aún después de todos los cambios por los que he pasado.

—Una pregunta —Yian, como siempre, no podía quedarse con las dudas que aparecían en su mente—. ¿Siguen teniendo sus habilidades de antes? ¿Sigues teniendo el fuego en tú interior, Calum, o cambiaste todo tú?

—Seguimos teniendo parte de nuestro antiguo poder porque aún no hemos cambiado por completo —contestó Zara—. Pero, también, es porque el poder que teníamos en el pasado ya estaba relacionado con lo que somos en el futuro. Una vez se lo dije a Amaris, recuerdo, y ella lo entendió a la primera. ¿Lo entiendes tú?

Yian parpadeó dos veces, levemente intimidado, contestó:

—Sí, lo entiendo. Todos los poderes están entrelazados, en realidad. Me lo dijo una vez Sir Lanchman.

—¡Pero cómo es qué sabe tantas cosas ese sujeto! —exclamó Zara, divertida. Calum parecía mirarla fijamente, como diciéndole que no hablara más—. Entonces, Nathan, ¿Te estás metiendo en su mente o por qué tardas tanto?

Calum rodó los ojos. Irritado, respondió:

—No es tan fácil como piensas, amor —se acercó aún más a Nathan, sus ojos rojos brillaban por el poder—. La mente de este pobre está, por así decir, en un bucle. Ve una y otra vez cada uno de sus errores, no se detiene. Es difícil sacar a las personas de algo así, a menos que...

Finalmente, Nathan comenzó a gritar. Se llevó las cienes y giró su rostro varias veces, como buscando algo.

—¡Piperina! ¡¿Dónde está ella?! —gritó. Entonces Calum puso la mano en su hombro, y murmuró:

Susurros de Erydas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora