18. ¡No!

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Los días pasaron, y las vacaciones de navidad ya estaban a la vuelta de la esquina.

La señor Pomfrey había dejado a Charlie salir de la enfermería un par de días después de que le llevara.

En las clases todo volvía ser como era antes de lo ocurrido. Charlie seguía molestándome, o al menos él pensaba que lo hacía.

Yo me alejaba de él. Y era más fría y distante de lo que lo había sido nunca.

A veces me preguntaba qué recordaba Charlie. Qué pensaba que le había ocurrido en los vestuarios y qué sentía hacia mi.

También dejé de ir por las noches a ayudarle a cuidar del graphorn al bosque. Aunque cuando me desvelaba me asomaba a verle cuidar de la criatura. Siempre como una sombra más entre los árboles.

Para él no había pasado nada. Y sin embargo yo era la única que lo sabía todo.

Era peor que cualquier pesadilla.

Era peor que cualquier maldición.

Pero era mi elección , y lo mejor para él.

Las cosas entre Reyna y Terence era extraña. Nunca la había visto a ella se tan insoportablemente pegajosa con alguien, y verla siéndolo con el causante de sus dolores de cabeza era gracioso.

Sin embargo ver a Terence era lo opuesto. Cada vez que me cruzaba con él en los pasillos las fugaces miradas que ninguno se molestaba en sostener por mucho tiempo irradiaban odio puro.

No había vuelto a hablar con él.

Tampoco es que me apeteciera escucharle.

Lo que si me preocupaba era lo que pudiese decirle a Charlie. Ahora era como un niño sin educar. Se creerá todo lo que le digan.

Aunque no sea cierto.

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Skandar y yo estábamos en el campo de quidditch haciendo tiempo hasta que empezara su entrenamiento.

Mientras yo repasaba mi tarea de pociones él me hablaba sobre las tácticas de quidditch.

Lo cierto, es que no le hacía caso. Oírle hablar de quidditch era como oír hablar a Terence.

Agotador.

Skandar daba un salto con cada jugada que hacía el equipo de Ravenclaw mientras entrenaban. Y cada vez que se sobresaltaba me movía y hacía que un rayajo más se apuntara a la fiesta que ya surcaba mi pergamino.

-Mira ese ataque. ¡Qué parada! - el moreno volvió a darme otro golpe más.

-Skandar o te quedas quieto o te corto esas manazas. - dije dejando a un lado el inservible pergamino.

-Estás demasiado borde últimamente, más de lo normal.

-¿Y qué?- pregunté

-¿Cómo que y qué? Te pasa algo. Y creo que sé que es. - Skandar se echó hacia atrás un tanto arrepentido de lo que acababa de decir, mientras que yo me quedé confusa.

-¿Qué sabes? - dije mirándole.

Skandar empezó a revolverse en el asiento.

-Skandar. - le puse la mano en la pierna mientras él intentaba no mirarme - Los dos sabemos que no sabes guardar un secreto. Así que confiesa.

Me crucé de brazos y poco a poco el intento de Skandar por mantenerse callado desapareció.

-Vale. - soltó poniendo los ojos en blanco - Pero que conste que no es culpa mía. Ven. -me agarró de la mano.

-¿Ir a dónde? - pregunté

-A un lugar dónde no nos escuchen.

Salimos del campo de quidditch y nos adentramos en el bosque prohibido.

-Skandar, ¿por qué estamos aquí? En fin, sabes que me encanta venir, pero a ti no.

-Lo sé. No hagas que me arrepienta.

Seguimos entrando hasta que encontramos un claro.

-Aquí está bien. - Skandar movió unas piedras con la varita y nos sentamos el uno frente al otro.

-Dime ya lo que ocurre Skandar. Hace frío.

-Si. Verás, ¿te acuerdas de el día que os vi a ti y al traidor Weasley en los vestuarios? -asentí- Genial, pues resulta que alguien se cabreó y le dio una paliza a Weasley.

-Skandar. ¿No habrás...?- dije con miedo. La voz y las manos me temblaban.

-No. Yo no le hice nada, tenía entrenamiento. - me agarró las manos - El problema, Rox -dijo más serio acercándose - es que alguien sabe que teníais algo.

Le miré a los ojos. En su mirada se podía ver una chispa de compasión debajo de una capa de rechazo.

-Yo no he tenido nada con Weasley.

Aquellas palabras fueron duras de pronunciar. Era como intentar tragarse una roca que te rascaba la garganta según pasaba.

-Rox. Reyna os ha visto. - dijo Skandar - Una noche os siguió y os vio en el bosque.

-He estado ayudándole con una criatura, Skandar. Nada más. -intenté mentir - Sabes que amo los animales.

-Os vio besaros.

Ya no tenía más que rebatir. Lo sabían.

-Entonces Reyna fue quién dañó a Charlie. - dije  completamente rota por dentro.

-Sí. - suspiró Skandar apretando mis manos.

Una lágrima se derramó de mis grises ojos. Pero mi rostro seguía serio. Pétreo. Inexpresivo.

-Voy a matarla. - dije en voz baja.

-¿Qué? No. Roxane no puedes matarla. Es Reyna. - Skandar intentaba detenerme mientras me levantaba y salía del claro.

-Eso no lo hace imposible. - dije soltándome de su agarre.

-Roxane para. No estás pensando con claridad.

-Cállate Skandar.

-¡No!- gritó furioso. Me giré para mirarle. Se había quedado quieto y tenía la varita en la mano.

-No hagas esto más difícil de lo que ya es Skandar. - rogué sacando mi varita con sutileza.

-No puedo detenerte de otra forma. - su muñeca se movió con rapidez lanzando un hechizo hacia mi.

Yo, varita en mano conseguí esquivarlo dejándole sorprendido.

-No quiero hacerte daño Skandar. Así que para. -dije con voz seria - Esto no es un juego.

-No voy a parar. - tanto su voz como su mano temblaba. Tenía la mandíbula apretada y parecía que fuese a estallar en cualquier momento.

-Lo siento. - lancé un par de hechizos seguidos para distraerme y luego al árbol que había encima de él. Las ramas cayeron mientras él detenía los otros hechizos.

No iban a detenerlo, pero por lo menos tenía tiempo.

Salí corriendo del bosque con un único pensamiento en mente.

Venganza.

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𝕋ℍ𝔼 𝕃𝔸𝕊𝕋 𝔻ℝ𝔸𝔾𝕆ℕ //Charlie Weasley//✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora