Capítulo Cinco

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Carlos, 11 años
Libros y fantasmas









Si era sincero, enumerar las cosas que me agradan sería complicado; más que nada porque voy cambiando de gustos casi cada vez que parpadeo. Unos días formaba dos rompecabezas en la noche, en otros escribía canciones y en el siguiente me ponía a actuar frente al espejo de la Fortaleza de Hierro. Pero me quedaba pensando que eso era lo que hacía divertida mi vida, la Padre, la de la señora que vente helados y hasta la del maestro Luis, porque sí me concentraba en imaginar que todos los días haría las mismas cosas, seguramente lloraría por el estrés.

Según Padre, el estrés se causa cuando tienes muchos problemas que se van a juntando y tú cerebro se cansa de tanta información que no puede desechar; como tener una tarea sin completar y que te encarguen otra, otra y otra, así hasta que estés repleto de trabajos y te quieres esconder debajo de las cobijas.

Yo no me estresaba mucho, ya que siempre entregaba mis tareas a tiempo.

Pero ahora yo parecía estar estresado o enojado, porque no dejaba de pensar en la conversación de Padre, y ya había pasado una semana y media. Lo raro era que Padre aún no conversaba conmigo y eso me tenía nervioso.

Entonces me dieron ganas de llorar. Quería ir a dormirme para dejar de pensar en eso, pero afuera de la casa había un carro que no dejaba de hacer sonar una alarma muy fuerte, y me empezaba a sentir mal cuando había mucho ruido cerca. Me dolía la cabeza y yo iniciaba a estampar mi frente contra la pared de la Fortaleza de Hierro. Padre decía que eso no estaba bien porque podía hacerme daño.

No me gustaban las cortadas ni los golpes. A nadie le gustan, a no ser que estés enfermo, por eso buscaba otras opciones para distraer mi dolor de cabeza. Hace un mes leí un libro que trataba sobre temas interesantes, no me acordaba del nombre del libro, pero era color dorado. Todas las páginas estaban llenas de información que era fantástica, aunque hubo un capitulo en especial que me gustó mucho.

El título era "quererse sin matarse", y si lo digo así puede sonar como una novela de misterio y romance donde le hacen cosas malas a las personas y luego tienen que ir a castigar a esa persona que hizo cosas malas

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El título era "quererse sin matarse", y si lo digo así puede sonar como una novela de misterio y romance donde le hacen cosas malas a las personas y luego tienen que ir a castigar a esa persona que hizo cosas malas. Y no era sobre eso, sino que hablaba de que hay personas que dicen palabras que pueden sonar muy lindas, pero que pueden hacerte mucho daño.

Decía que hay personas muy gorditas o muy delgadas que hablan sobre amar su cuerpo tal y como es. Y eso está bien. Sin embargo, hay quienes lo llevan demasiado lejos. Yo no soy delgado, tengo mi barriguita llamada "Timy", pero siempre trato de mantener un peso que no sea dañino para mi salud. Y ese es el problema; que se piensa que está bien ser demasiado gordito o demasiado delgado, pero nosotros podemos morir si no cuidamos nuestro cuerpo.

Me da tristeza pensar en que las personas se mueren, porque yo no quiero que se mueran.

Iba a seguir pensando en otras cosas, pero di un brinco asustado cuando escuché que algo se movía debajo de mi cama. Sonaba como una rata pequeña intentando romper una bolsa para escapar o conseguir comida. Y sólo imaginar a una ratita me puso contento, así que asomé mi cabeza por debajo de la cama.
Polar estaba dormido, y yo no quería que Polar se comiera al visitante.

Las luces estaban apagadas, así que tenía que entrecerrar mis ojos para poder ver mejor. Ya sentía la sangre haciendo pesar mi cabeza de tanto tiempo que llevaba en esa posición. La opción de que los ruidos no hubieran sido por una ratita llegó a mi cerebro, así que pensé que lo mejor era dormirme y olvidar eso, pero nuevamente se escuchó un sonido raro.

Quería llamar a Padre, pero eran las nueve de la noche y él estaba trabajando. Yo no era un niño miedoso, no creía en los fantasmas o en los monstruos, y si ellos eran reales, que se escondiera debajo de la cama era un plan muy tonto y descuidado. Se llenarían de polvo.

Me senté en la cama con la pose para pensar. Si había algo debajo de mi cama y quería llamar mi atención, al ver que no lo conseguía se saldría de allí por su propia cuenta.

-¿Vas a salir? -Dije.

Existía un 99% de probabilidades de que nada saliera por debajo de mí cama y eso me calmaba. Pero siempre podían sorprenderte, por eso mismo solté un grito cuando una bolita blanca con grandes ojos se apareció frente a mí. Me cubrí con las cobijas.

La bolita blanca no hacía nada, sólo estaba ahí parada sin moverse. Intenté tomarla entre mis manos, pero no dejaba que la tocara. Y así como vino, la bolita desapareció. Estaba muy desconcertado, así que me salieron lágrimas.

A veces era un niño raro, porque me pare así con el rostro lleno de lágrimas a dibujar la bolita blanca que se me había aparecido para que tuvieras una mejor imagen. Y la bolita blanca era algo así:

Y esa fue la primera vez que me encontré con algo extraño

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Y esa fue la primera vez que me encontré con algo extraño.








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