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— Llegaron los ninjas de Amegakure. — informó Minato en la puerta, entrando en el despacho del Hokage, en la que Obito había sido citado unos minutos antes de la interrupción.

— ¿Cuántos son? — preguntó Hiruzen, poniéndose de pie mientras se colocaba su sombrero representativo de la tierra de fuego.

— Tres equipos, cada uno liderado por un Jounin. Dos hombres y una mujer. — explicó Minato, señalando a sus espaldas con el dedo pulgar. — Están fuera ¿los hago pasar?

— Adelante. — aceptó el hombre mayor, mirando a Obito con seriedad. — Obito, te avisaré después sobre lo que quería hablar contigo, ahora necesito que te centres en orientarlos a ellos.

Al día siguiente, después de pasar la noche en vela pensando en si pudo o no pudo haber pasado lo que Gai le relataba, el Hokage lo había citado a mediodía para tratar un tema importante que involucraba en bienestar de la aldea. No le había dado muchos detalles, pero según Hiruzen, era algo que solamente Obito podía solucionar.
Y aunque eso en cualquier momento pudo haber aumentado su ego, ahora no existía nada de eso. No cuando estaba comiéndose la cabeza con algo que lo dejaba más distraído de lo que alguna vez fue.

Ya no se sentía como él mismo. Era un Obito diferente.

— Si, Hokage-sama. — murmuró, haciendo una pequeña reverencia al mismo tiempo. Observó a los tres ninjas entrar con sus batas oscuras y alzó una ceja disimuladamente, que extraña gente.

— ¡Un gusto, gente de Konoha! — saludó el hombre de cabellos naranjas, con una amplia sonrisa sobre su rostro. — ¡Nosotros somos de Amegakure y venimos en son de paz!

— Un gusto, mi nombre es Sarutobi Hiruzen y soy el tercer Hokage que Konoha ha tenido. El hombre que los ha guiado es Namikaze Minato y aquí a mi costado Uchiha Obito, quien será el encargado de orientarlos en cualquiera de sus dudas.

— ¡Yo soy Yahiko, esta hermosa mujer a mi derecha es Konan y a mi Izquierda, el serio pero para nada feo, Nagato! — exclamó el mismo sujeto, presentándolos a los tres con emoción.

Obito sonrió, ligeramente enternecido por la actitud del muchacho, él solía ser igual hace un par de semanas, cuando todo en su vida parecía perfecto y era alguien plenamente feliz.

Lastimosamente, se había perdido a sí mismo más rápido de lo que imaginó.

— Bien, Obito, si no hay nada que decir, puedes proseguir a orientar a estos jóvenes.

— Por supuesto, Hokage-sama. — musitó dando otra reverencia, encaminándose a la puerta y abriendo la misma, siendo seguido por los tres jóvenes de Amegakure. Recorrió los pasillos con el trío siguiéndolo de cerca, escuchándolos conversar distraídamente acerca del parque que habían visto cuando iban a la Torre y las ganas que tenían de visitarlo.

— Oye, Uchiha Obito. — le llamaron a sus espaldas, por lo que miró al sujeto expresivo que había hablado. — ¿Qué clase de orientación nos darás?

Se detuvo enfrente de la entrada, mirando alrededor y a los montones de nieve que se juntaban en los costados de las escaleras. La nieve le recordaba al color del cabello de Kakashi. — Planeaba llevarlos a la academia y mostrarles las instalaciones de los exámenes. A la par de resolver sus dudas conforme les vaya explicando.

Yahiko asintió, colocando una mano sobre su barbilla y miraba hacia el cielo asintiendo. — ¿Y no podría ser en el parque central de Konoha?

— ¡Yahiko! — le regaño el pelirrojo, con las mejillas suavemente sonrojadas. — Lamentó eso, Obito-san, Yahiko suele ser muy impulsivo.

Tiempo 🌿 ObikakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora