Una vez que llegamos a la pequeña casa que él ha alquilado en Brandon y el dueño se va, me siento nerviosa. Yo sí que soy un flan. La casa tiene dos plantas. En la de arriba, hay una habitación que tiene una ventana en el techo y se puede ver el cielo, como si fuera una guardilla. Decidimos dormir ahí. Leo sube nuestras maletas porque "vas a caerte, no quiero tener que llevarte a urgencias", y lo dejo. Esas escaleras pueden matar a alguien, en serio. El suelo es de madera y las escaleras son del mismo color. Entre escalón y escalón hay un hueco enorme donde seguramente cabe una de mis piernas.

— Está genial —le digo observando la habitación.

Leo tiene que agacharse porque da con la cabeza en el techo y yo sonrío. Solo hay dos mesitas de noche y una cama, pero es perfecta.

— Ah, joder —Leo me sobresalta y lo veo con la mano puesta en la cabeza.

Me río y me acerco a él. — Creo que sería mejor dormir en una de las habitaciones de abajo.

— ¿Y perdernos el cielo cuando despertemos? Ni hablar. Escogí esta casa por esta habitación, pensé que te gustaría.

— Y me encanta, has acertado.

Él sonríe y pone una mano en mi mejilla para después acerca su rostro al mío y besarme. No sé qué somos y tampoco pienso mucho en eso. Estoy intentando disfrutar del momento y de lo que siento.

— Tenemos que ir a comprar algo de comida, sensual B, deja de intentar meter tu lengua en mi boca.

— Eres un mata romanticismo —murmuro separándome de él y haciéndolo reír—. Venga, vayamos a comprar.

Salgo de la habitación y me asomo de nuevo al baño que hay en esa planta. Es pequeño, pero tiene lo necesario. También tiene un gran ventanal donde podemos ver campo. Sí, esto está en medio de la nada, por lo que tenemos que coger el coche para ir al supermercado que Leo previamente ha buscado y apuntado la dirección. "No te preocupes de nada" me había dicho. Así que, yo, persona intensa que necesita tenerlo todo bajo control, intenté relajarme y que él se ocupara de todo lo relacionado con el viaje.

Llegamos al supermercado y él se encarga de llevar el carro mientras yo voy delante. Cojo las cosas que hemos apuntado en una lista. Él se pone a mi lado y coge varias botellas de vino. Me las enseña y asiento. Llevamos todo lo necesario para desayunar, almorzar y cenar durante todo el fin de semana. También he cogido algo de chocolate por pura necesidad.

— No he podido dejar de mirar cómo te quedan esos pantalones —me susurra.

Lo miro y le sonrío. — Admito que yo también te he estado mirando.

— ¿Mi culo es de tu agrado?

— Con pantalones sí, no lo he visto sin.

— ¿Eso es una propuesta indecente, dulce B?

Hace énfasis en la palabra "dulce" y lo miro alzando una de mis cejas. Me encojo de hombros y miro a la señora que parece que no ha comprado comida en tres meses, o quizás tiene diez hijos. Leo pone una mano en mi trasero y me pongo nerviosa. Mete su mano en mi bolsillo y lo miro, pero él no está mirándome. Mira hacia el frente y lamo mis labios. La atracción que tengo con él nunca la he tenido con nadie y quizás es un poco preocupante.

— ¿Qué vas a querer hacer cuando dejemos la compra en casa? ¿Quieres ir a ver la ciudad?

— ¿Ciudad? Estás de broma.

— Hay una gran sartén donde podemos tomarnos una foto —sus labios rozan mi oreja al hablar y muerdo todo mi labio inferior.

— Me has traído a un pueblo donde solo hay una sartén gigante.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Where stories live. Discover now