Lazos de Sangre

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Reviso una última vez el nombre del bar y entro sin llamar la atención pidiendo una cerveza y sentándose en una de las mesas más alejadas marcando distancia de cualquier otro cliente, el lugar era demasiado lúgubre, un tanto polvoriento y el aroma a ebriedad invadía cada rincón, básicamente era un nido de inadaptados sociales, delincuentes y otros tantos que parecían no ser amigables, pero no le importan, no tiene miedo o temor, solo el cantinero pareció tomarle atención, aunque sabe que cualquiera que vaya es por asuntos en los cuales es mejor no meterse.

Los ventiladores viejos del tejado dejaron de girar desde hace días, el frio está llegando y es mejor ahorrar electricidad, no es como si sus clientes fueran por los lujos que puede brindar el viejo bar de una calle insegura.

Mira su reloj marcando casi las once, es tarde lleva esperando tres horas y su séptima cerveza está a la mitad, pero sigue sin importarle esperara todo lo que haga falta. El sonido de la puerta la saca de sus divagaciones, una figura entra pasando frente a la barra sin ordenar y sigue de largo hasta perderse en los pasillos detrás de lo que parece un almacén, el cantinero se tensa levemente tratando de no verle a quien se pasea como si estuviera en su casa, aunque no es un empleado para entrar donde no debe, lo deja, no quiere morir.

Ojos grisáceos lo siguen hasta perderlo de vista, un cosquilleo se apodera de su pecho, las piernas las siente como gelatinas y sus lágrimas amenazan con salir en cualquier momento, se muerde el labio para evitarlo, no puede ser débil, pero ver su figura la desarmo por completo, sin importar que entrara de manera sigilosa cubriéndose el rostro pudo sentir como su corazón se agito, no hay error, es él, lo sabe porque la sangre llama.

Siguió sus pasos dejando un fajo de billetes en la barra, el cantinero sabe que es por comprar su silencio, lo toma, como siempre no ha visto nada.

Dejando cualquier rastro de inseguridad detrás abre la puerta, el aroma a basura se mezcla con el humo del tabaco que consume el chico a unos pasos de distancia, esta tan cerca y a la vez inmensamente lejos.

-Tienes fuego? — pregunta sacando un cigarrillo iniciando lo que espera sea una conversación.

Curioso que nuevamente las primeras palabras que entabla con otro de sus familiares sea respecto a sus vicios y más curioso que el primero haya sido Endeavor.

-Lárgate o te mato — advierte con tono rasposo que le estremece los sentidos, ¿así es ahora su voz?

Trata de no tomarle importancia a ese detalle por más que le duela y se concentra en continuar.

-Bastaba con un simple no — se encoje de hombros y enciende su dedo prendiendo el cigarrillo, no ha pasado por tanto para seguirse ocultando, quiere que él sepa quién es.

Inhala el adictivo humo llenándose los pulmones y liberándolo segundos después, es relajante justo lo que necesitaba, detecta el cambio en la postura del otro, algo que pasaría imperceptible sino fuera una heroína profesional acostumbrada a esas cosas.

-Nunca fuiste un maleducado — sigue dándole más pistas y recordando sus amables sonrisas de cuando niños — supongo que es un requisito para estar en las calles.

Le da una mirada inquisidora, no puede verla bien por la oscuridad, la intrusa da unos pasos hasta recargarse en la pared de enfrente. Esta listo para atacar, pero el viento mese unos hilos rojizos que destellan con la luz de la farola.

Quirk de fuego y cabello rojo, abre los ojos ligeramente al darse cuenta, no le reconoció la voz, la última vez seguía teniendo el timbre agudo de una mocosa.

La chica retira el gorro de su chaqueta dejando ver su rostro y aguantando el cumulo de sentimientos que le estrujan cada fibra del pecho.

Ve la sorpresa oculta en sus ojos celestes que por un segundo parecieron recobrar el brillo para volver a perderlo y enterrarlo en la oscuridad más profunda.

Angel de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora