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Con el pasar de los días, MinSeok revivió aquel día en su cabeza una, y otra vez, cambiando el orden en que hizo las cosas, aunque la decisión hubiera sido la misma; no usaría el escudo de la inmadurez, porque tenía diecisiete años, y sabía muy bien donde se estaba metiendo, pero sí, se sentía inmensamente culpable por como llevó las cosas, porque, si JongDae no hubiera descubierto la prueba, jamás se hubiera enterado de que siquiera estuvo embarazado.

Era egoísta, porque no pensó en el menor, solo pensando en que él era muy joven para ser madre, ambos eran muy jóvenes, pero el tiempo también le hizo darse cuenta de que, si le hubiera dicho a JongDae que estaba embarazado, y aunque este lo deseara con todo su corazón, hubiera aceptado la decisión que él tomaría, así como aceptó a los catorce años que él negara su emparejamiento.

Tampoco pensó en su madre, en el hecho de que sufrió un aborto involuntario, que fue torturado hasta perderlo, o en el daño que aquello dejó en el mayor; YiXing, incluso después de haber tenido a JongIn, y SeHun, seguía haciendo algo en memoria de aquel hijo, sin querer olvidarlo, pero recordándolo como un bello ser que jamás pudo ser.

JongDae no había regresado a casa por, al menos, tres días luego de lo ocurrido, y aunque él se arriesgó preguntándole a ChanYeol si sabía algo, recibió la dura negativa, y lo aceptó, porque sabía que, en ese momento, merecía el enojo del menor, porque él mintió vilmente; le prometió a JongDae que, al final, estaría con él, cuando en el fondo de su corazón sabía que no iba a ser así, a menos que algo le hiciera cambiar de opinión.

Él era terco, tonto, y orgulloso.

Cuando JongDae llegó, lo hizo para la hora de la cena, con su ropa limpia, y un inconfundible aroma a perfume, aquel que había sentido con anterioridad en él, y que no pasó desapercibido; estaba celoso, y enojado, siendo todo demasiado estúpido para soportarlo, en especial cuando el menor era tan frío con él, y lo odiaba, más aún, él lo había provocado.

—¿Dónde estuviste? –susurró el omega, entrando sin permiso a la habitación del menor, quien estaba quitándose la chaqueta, aún ignorándolo, haciéndole sentirse realmente miserable.– No me ignores, por favor. –pidió, jugando nerviosamente con sus dedos, en lo que relamía sus labios, y añadía:– Sobre lo del otro día, yo quería disculparme; dije cosas sin pensar, y... Lo siento.

—¿Eso era todo? –cuestionó en su lugar, sentándose sobre su cama, en lo que encendía un cigarrillo, solo en ese momento dignándose a mirarle, y lo hizo de reojo.– No te di permiso para entrar, así que retírate, por favor. –añadió, y aunque quería mostrarse indiferente, había enojo en su tono de voz, uno que MinSeok, sentía, se merecía.

JongDae tuvo que aparentar, actuar como si todo estuviera bien, cuando no lo estaba, al momento en que entró a esa casa, a su casa, y olió su reconfortante aroma, el aroma de sus padres, tíos, y hermanos, todos mezclados entre sí de una forma armoniosa, siendo ese el aroma hogareño que él tanto amaba, que le encantaba, pero también lastimaba, porque él estaba allí; nada en su vida había sido tan duro, o difícil, como soportar verlo, tan hermoso como un ángel, aunque no lo era, sentado en la mesa, comiendo, y riendo tranquilamente ante lo que hablaban en la mesa.

Él no podía soportarlo, no quería hacerlo; no podía actuar como si todo estuviera bien, porque no lo estaba, MinSeok tomó la decisión de ocultarle su embarazo, y actuar a sus espaldas, lastimándolo de tal manera que, dudaba, poder recuperarse alguna vez, aún así tuviera a DaHye a su lado, entregándole su corazón en bandeja de oro, y él no podía sentirse más miserable por ello.

Había decidido darse una oportunidad, una con DaHye, y lejos de sentirse bien con ello, se sentía muy miserable, porque él no la amaba, ni lo haría con la misma intensidad, no cuando el destino eligió a alguien para él, no cuando, a pesar de ver la realidad de las cosas, su lobo aún gritaba por su compañero, aún así este no lo quisiera, aún así el humano lo odiase; haría feliz a DaHye, porque la amaba, como su mejor amiga, por el tipo de pareja amorosa, y comprensiva que era, deseando que el destino se hubiera equivocado.

Mi Omega VI: Mi tonto omega «ChenMin»Where stories live. Discover now