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—¿Hijo, está todo bien ahí dentro? –cuestionó YiXing, luego de haber golpeado la puerta del baño un par de veces; el menor llevaba encerrado media hora, y que él supiera, su hijo se encontraba perfecto de salud.

—Si, si, ya salgo. –balbuceó nervioso, guardando sus cosas rápidamente, antes de esconderla entre su ropa, y finalmente salir, huyendo hacia su habitación, sintiendo la confundida mirada de su madre, justo en su espalda.

Los últimos meses, el año entero, había sido una completa mierda, realmente; HyunAh no solo había envenenado a su padre, sino que dejó en ChanYeol una inseguridad que, no estaba seguro, algún día podría superar, mientras que él estaba a punto de entrar en crisis.

Su último celo fue hacía tres meses, en su décimo séptimo cumpleaños, y extrañamente, tardó en llegar, tanto que, cuando lo hizo, fue tan fuerte que apenas podía ponerse de pie, era tan doloroso, que JongDae estuvo encerrado con él, toda la semana, tomándolo una, y otra vez, hasta el cansancio; esa semana había sido perfecta, se sintieron tan bien que, cuando finalizó, fue como pinchar una burbuja.

Pasaron las siguientes tres lunas, juntos, pero no pasaron más de eso, y de todas formas, MinSeok veía como sus planes a futuro, como la vida que quería disfrutar, se le iba de las manos, se escapaba con un simple test positivo, que afirmaba algo que le aterraba; él no quería ser madre, no a los diecisiete, jodidos, años, no cuando ni siquiera pensaba emparejarse, no ahora, si no, malditamente nunca.

Su lobo estaba enojado con él, porque JongDae era un buen alfa, era un joven maravilloso, y lo sabía perfectamente, pero aún tenía miedo; estaba aterrado con la idea de que, una vez emparejados, ellos cambiaran, y terminaran como el viejo Zhang, y su compañera. Él no quería convertirse en eso; no quería arruinar familias completas, solo para conseguir lo que quería, y es por ello que no deseaba emparejarse.

Escondió la prueba en el cajón de su mesita de noche, en lo que acariciaba su vientre con una mano, preguntándose qué demonios haría ahora, luchando contra sus instintos, su lobo gritándole que estaba cometiendo un error, como venía haciéndolo desde los catorce años, cuando se negó a su compañero; JongDae no podía saberlo, nadie podía saberlo, no hasta que él aclarase su mente, y tomara una decisión al respecto.

JongDae había estado comportándose extraño el último mes, y medio, estando con él únicamente en la luna, y desapareciendo el resto de los días; él sabía que, debía haber alguien más, y eso era algo que le aterraba, y más aún, odiaba, pero se odiaba más a sí mismo, por no hacer nada al respecto.

Todo era tan absurdo, tan malditamente estúpido, que parecía una broma de mal gusto; él amaba a JongDae, pero aún así preferiría su soltería, y cuando el menor llegaba oliendo a alguien más, él simplemente perdía el control, poniéndose tan furioso, tan celoso, que era estúpido.

MinSeok gruñó, y tomó los ahorros que tenía, aquellos que consiguió trabajando a medio tiempo como mesero, antes de salir de casa, yendo a hacer lo que había decidido, sintiendo una enorme presión en el pecho, y por más que intentó hablar con su lobo, éste se negó a responder, e incluso, él podía sentir como el animal le miraba decepcionado, y le daba la espalda.

Tal vez estaba cometiendo el mayor error de su vida, tal vez estaba yendo en contra del destino, tal vez, después de lo que iba a hacer, ya no habría vuelta atrás con las consecuencias que vendrían, y tal vez, solo tal vez, estaba convirtiéndose en aquello que más temía, aquello que más odiaba.

Y JongDae... Tal vez, ya no le amaría.

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JongDae se veía muy apenado mientras, dudoso, se paseaba por el pasillo de su casa, frente a la puerta de MinSeok, sabiendo de sobra que, realmente, había actuado mal las últimas semanas, en especial esos dos últimos días; su madre le había informado que, el mayor, había salido temprano en la mañana, del día anterior, y que le envió un mensaje a ChanYeol asegurando que no volvería a casa, alegando que se quedaría en casa de DaHye, aunque eso era una vil mentira, ya que, él había estado todo el día con la humana, y el mayor jamás apareció.

Mi Omega VI: Mi tonto omega «ChenMin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora