Lolo me miró de nuevo, y por un momento, sentí que la había visto antes. Esa fracción de segundos vislumbrando sus ojos verdes revelaron una familiaridad en su rostro. Pero entonces el momento se fue tan rápido como llegó y caminó hacia adelante.

Lolo se detuvo ante su escultura de una mujer inclinada con la cabeza apoyada en sus manos, las piernas metidas en el pecho... y trágicamente, cada centímetro de su cuerpo perforado con cuchillos de mármol pintados de negro, los cuchillos agrietando el mármol carrara blanco como si estuviera siendo desgarrada por las cuchillas.

―¿Lolo? ―pregunté, y me miró.

―Lo ―dijo con frialdad, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal con su tono dominante.

―Lo... está bien ―susurré en respuesta. La forma en que se quedó mirando mis labios un poco demasiado largo, me aturdió.

Extendiendo su mano, pasó sus callosos dedos tatuados a largo de la curva de la espalda de la escultura y miró a un espacio vacío en la esquina de la habitación.

La vi examinar de cerca sus piezas con cuidado preciso.

Lolo de repente se levantó y señaló hacia el rincón más alejado.

―Esto debería ir allí.

Mi corazón se aceleró por la emoción mientras me movía para reunirme con ella, inclinándome por encima del hombro para ver el lugar exacto al que estaba apuntando. Mientras estaba allí respirando suavemente, sentí su cuerpo tensarse en nuestra cercanía. En esta cercanía, olía ligeramente a humo de cigarrillo y al almizcle de cedro con roble de su perfume.

Olía bien... demasiado bien. Tan bien, que estaba sobrepasando los límites de mi conducta profesional.

Los músculos y tendones en los brazos de Lolo se tensaron. Se pasó la mano por el cabello una vez más. Supuse que lo hacía cuando se sentía nerviosa.

―¿Hay alguna razón en particular para que quieras la pieza en esa esquina?
―le pregunté.

Lolo inclinó la cabeza hacia atrás y miró hacia el techo abovedado de cristal. Hice lo mismo, frunciendo el ceño confundida.

―El sol pasa a través del techo durante la mayor parte del día. Si lo movemos en ángulo justo a la derecha, los rayos atravesarán la escultura y reflejan los cuchillos en el suelo, justo como había planeado.

Cuanto más hablaba, más me recogí en la devastación del profundo timbre de Lolo. Al final de su explicación, me di cuenta de que ya no estaba mirando al techo abovedado, sino a ella y a la expresión de profunda tristeza grabada en su rostro. Por un breve momento, Lolo cerró sus ojos y pude sentir la tristeza fluyendo de ella.

En un instante, mi corazón se rompió por ella. No tenía ni idea de por qué, pero definitivamente parecía estar sufriendo. Los Segundos pasaron en silencio, sin embargo, no podía dejar de mirar su rostro. Está misteriosa escultora era más intrigante en persona de lo que jamás podría haber imaginado. Intrigante pero problemática... intimidante... una mujer de quien todos mis instintos me decían que me mantuviese al margen.

Como no quería entrometerme en lo que pareció un momento personal, me obligué a centrarme en la escultura.

―¿Estás de acuerdo? —Lolo finalmente preguntó.

―Me encanta ―dije en voz baja y me moví bajo la luna plena y toda su luz que estaba a la vista. Mientras miraba las sombras proyectadas en el suelo, con los ojos como platos.

Mi atención volvió a Lolo, que estaba de pie con los voluminosos brazos cruzados sobre su pecho. Su dura mirada se centró en mí.

—Estoy de acuerdo con lo que quieras, pero... —Me callé, inclinándome más para comprobar que estaba en lo cierto.

Sweet hope; Camren GiPWhere stories live. Discover now