Capítulo 14 : Madera y menta

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Me quedo sin palabras, calor y color ascendiendo por mi piel. ¿Quién usa la palabra "cautivadora" estos días? ¿Y por qué lo encuentro tan sensual? Parpadeo, él continúa observándome.

—Daven.

—¿Sí?

—Detente.

Frunce los labios distraídamente.

—Daven.

—Claro. —su voz adquiere una nota más formal. Rebusca en el bolsillo de sus vaqueros y extrae un manojo de llaves. —Ten. Todas están marcadas, así no tendrás problemas si se bloquea una puerta o algo por el estilo. La casa sigue siendo la misma, sin embargo.

Jugueteo con las llaves.

—La recuerdo bien.

—Genial. Papá se quedará con Trevor hasta las nueve. —Daven chequea su reloj. —Eso es dentro de una hora. Me hubiera gustado recibirte en casa, pero tenía que abrir el taller, arreglar el paquete y recibir a los chicos. Debo irme cuanto antes porque quiero estar de vuelta a tiempo.

—Entiendo. Ahora, ¿qué hay con Trevor?

—Le hablé de ti y me aseguré de que estuviera cómodo al respecto. —dice. —Actuó tranquilo. Ni siquiera protestó por el viaje, a pesar de que le dejé claro que estaría fuera todo el día. A veces sucede que se pone triste, pero no fue el caso.

—¿Y las reglas?

Formular la pregunta fue igual que abrir las compuertas de una presa. Daven enumeró uno a uno los aspectos a los que debía prestar atención cuando se trataba de cuidar a su hijo. Poca televisión y lo mismo para los videojuegos. Nada de golosinas hasta la hora de la merienda, nada de trepar por la barandilla de las escaleras para deslizarse hacia abajo (cielo santo), nada de subirse al borde del sofá y saltar, nada de ir a la cocina solo (porque una vez intentó prender la estufa y todo el mundo entró en pánico), nada de perseguir al perro del vecino o escabullirse al porche de entrada sin un adulto o sentarse en el alféizar de las ventanas del segundo piso.

—Es callado, pero decididamente curioso: la combinación más aterradora para un niño de cinco. —bromea. —Anda de aquí para allá en completo silencio y no sabes lo que está haciendo hasta que algo se rompe o grita por estar a punto de caerse.

—Eso es aterrador.

Daven hace una mueca.

—Dímelo a mí.

—¿Puedo llevarlo a comer helado si sale la ocasión?

—Preferiría que no. —niega despacio. —Me sentiré más tranquilo si sé que ambos están en casa. Viajar en coche está fuera de los límites cuando no soy yo el que maneja.

No protesto. No tengo ninguna razón para hacerlo, aunque tampoco puedo evitar pensar en Verónica y en ese día que los vi a ambos en Mochee's.

¿Esperas que te tenga la misma confianza?

—Hay otra cosa. —añade y parece dudoso de lo que sea que está a punto de decir. —En algún momento, seguramente te llevará a su habitación o te mostrará sus juguetes sin soltar una palabra. Es su forma de acercarse a la gente que le agrada. No sé qué tan tímido actúe contigo considerando la última vez, pero... en cualquier caso, y si no es mucho pedir, me gustaría que se lo permitieras. Acercarse a ti, quiero decir.

Mi corazón se salta varios latidos. El hombre frente a mí luce de pronto tan expuesto que me cuesta mantenerme en mi lugar. Al final, no puedo soportarlo y extiendo mi mano para tomar la suya.

El Día Que Las Estrellas Caigan ✔ (Destinados I)Where stories live. Discover now