VEINTIUNO

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Caminamos en silencio. Nuestros pasos reverberan por el austero túnel de cemento. Las luces de la linternas titilan y solo nos permiten ver unos pocos metros más adelante. En este túnel siempre es de noche, y eso me produce congoja. Mis músculos se quejan de llevar tantas horas caminando, pero Misuk no piensa parar. Así que yo continúo, callada, con la mirada baja y sin rechistar.

Mi cabeza no para de darle vueltas a toda esta situación. Me parece tan... inverosímil. Pienso en las palabras de Yaroc, en toda esa información que fue capaz de robarle a Misuk. ¿Pero realmente puedo confiar en él? ¿Después que ha estado engañándonos todo este tiempo? Sacudo la cabeza, consciente de que una parte de mí desea que eso sea cierto, necesito que lo sea. Necesito algo a lo que asirme, algo que me permita no rendirme. Pero tengo la impresión de que en cuanto le diga las coordenadas a la androide me convertiré en una parte prescindible del equipo. Solo pensarlo me aterra. Vi cómo Misuk mataba sin tan siquiera pestañear a Sensa y luego empujaba su cadáver valle abajo. Y Sensa estaba mucho más preparada que yo.

Las únicas armas que lleva la androide son un fusil de plasma, una pistola y unos cuantos cuchillos. Pero ya es mucho más de lo que Yaroc y yo disponemos, si es que los puños pueden ser considerados un arma efectiva contra una máquina de matar (y digo máquina porque, al contrario que su hermano, Misuk no tiene nada que la haga humana).

Hyo es otra de las cosas que ronda por mi cabeza. Desearía salir corriendo, pedirle perdón y abrazarlo. Pero sé que no va a ocurrir. Él me mintió, confié en él y me mintió. ¿Acaso me ha mentido en más ocasiones? ¿Es que él también es una máquina que solo desea cumplir su misión? No. Hyo no es una máquina. El dolor en sus ojos era real, era como el filo de una espada. Su mirada me atravesó el corazón y no soy capaz de quitármela de la cabeza. ¿Qué pensará él de mí? ¿Será capaz de perdonarme cuando le explique por qué he hecho lo que hecho? Si no es que muero antes, claro.

Y por último está el Vínculo. El Vínculo, un grupo pacífico de personas que lo único que quiere es impedir que miles mueran y explicar la verdadera razón por la que se construyeron las ciudades. Pero ahora sé que mi padre es quien los dirige. Mi padre, el hombre que llevo odiando toda mi vida a pesar de que no lo conocí. Abandonó a mi madre embarazada, la dejó sola ante las dificultades. Pero mamá nunca se quitó la alianza. En su dedo anular siempre relucía el anillo plateado que indicaba que estaba casada con él. ¿Es que acaso ella siempre tuvo la esperanza de que aparecería? ¿Y por qué en este momento? ¿Por qué cuando las cosas se han puesto tan difíciles?

Por su parte, Ogue parecía un buen hombre. Él también provenía de una ciudad y, lógicamente, conoce a mi padre. Me dijo que le pareció un gran hombre. Pero... ¿acaso se refería a él en la actualidad? ¿Estaba intentando decirme algo? Cómo desearía que Ogue estuviera aquí... Seguro que él sabría qué debo hacer, me daría algún consejo. Me llamaría pequeña y yo me sentiría feliz. Pero no está y las decisiones son mías y solo mías.

Yergo la espalda y estiro el cuello. Ya vale de auto compadecerse, me digo. Es hora de levantar la cabeza, ser fuerte y luchar contra las dificultades. La niña asustadiza y llorica que Misuk cree que soy ya no existe. Ni tampoco la Yadei fuerte y decidida que salió del búnker. Ahora soy otra Yadei, más oscura, más triste, con demasiado peso a las espaldas; pero también más prudente y resuelta. Resuelta a acabar con todo esto, a proteger a aquellos que pueda, aunque me cueste la vida.

* * *

—Pararemos aquí —informa Misuk. Deja su mochila en el suelo y se sienta en él.

Nosotros la imitamos y Yaroc suelta un suspiro de alivio. Yo no comento nada. Tan solo acepto la cantimplora de agua que me pasan y observo el túnel. Cuatro anchos carriles con rayas blancas descoloridas. Techo y paredes de hormigón con luces que llevan siglos apagadas. Lo que nos ilumina son varios farolillos y linternas. Por un momento pierdo la orientación y no soy capaz de distinguir cuál de los dos horizontes sumidos en la penumbra es el que debemos seguir; pero ni Yaroc ni Misuk parecen mostrar esa preocupación.

—Debe de haber sido muy difícil darse cuenta de que, al fin y al cabo, Hyo solo deseaba cumplir su misión —empieza a decir Misuk con malicia—. Darse cuenta de que tú solo estabas en medio y que él se ha asegurado que tú estuvieras a su favor.

Tengo que morderme la lengua para no decir nada.

—Cuando hacíamos misiones, a veces ocurrían esas cosas. Aparecía alguien inesperado y teníamos que ganarnos su confianza —afila un cuchillo sin mucho interés—. Hyo era realmente bueno con los niños.

Se acerca a mí y sonríe. Agita el cuchillo y este refulja bajo la luz tenue.

—¿Sabes cuál es el problema de los niños? Que normalmente no entienden nada y suelen acabar metiendo la pata —se guarda el cuchillo en la bota—. Oh, pero a veces Hyo no lo conseguía y yo tenía que encargarme del... trabajo sucio.

—Quiero descansar —farfullo.

—Pero tú sí que eres diferente —hace caso omiso de mi comentario—. Has roto su programación. Eres una variable no contemplada. Ha emulado los sentimientos de una forma anormal.

Cruzo los brazos y cierro los ojos, pretendiendo que sus palabras no me afectan. Estás muy equivocada, él no emula los sentimientos, él los tiene.

—Es posible incluso que él no sea capaz de detectar el fallo. Es posible que —continúa— ni siquiera sea consciente de lo que ocurre. Pero no te preocupes. Cuando vuelva a Replika arreglarán los fallos.

Me pongo de lado y me muerdo el interior de la mejilla. La Yadei de antes se habría levantado, habría empujado a Misuk y le habría gritado que es mentira, que no tiene ni idea, que no lo conoce... Pero ahora sé que eso solo representará echar piedras contra mi propio tejado, es lo que Misuk quiere, quiere que muestre debilidad. Quiere ver cuánto me afecta. Así que hago todo lo contrario.

—Hyo ya no me importa —suelto, y una parte de mí se desmorona.

No es verdad, pero ella no lo sabe. Y necesito que lo crea. Espero una risa sarcástica, un silbido de Yaroc, algo que me indique que no se lo toman en serio. No dicen nada, oigo las botas de Misuk volver a su lugar y a Yaroc soltar un bufido de cansancio.

* * *

Las pesadillas me acechan. Me encuentro en un túnel oscuro e infinito. Y oigo cómo un muro se rompe. El agua empieza a entrar, sé que debo correr. Corro y corro. Busco la luz, pero no la encuentro. Sigo una voz que no reconozco y chillo cuando el agua me alcanza. Está fría, muy fría, y me congela las piernas. Me impide moverme, me paraliza. Y apesta. Apesta tanto que me dan náuseas. Solo entonces me doy cuenta de que no es agua, es sangre. Una sangre oscura, densa y fría. Intento moverme, hacer algo y solo consigo hundirme más. Chillo, y mi voz se desvanece por el túnel.

Por favor.

—Por favor —balbuceo con un hilo de voz.

Me despierto, pero solo para descubrir que vivo en otra pesadilla. Me encojo por el frío y me estremezco al darme cuenta de que descanso sobre el duro suelo. A mí lado se encuentra Yaroc, y unos metros más allá, Misuk. Todo es real. Me hago un ovillo y mantengo la posición fetal. Ojalá todo hubiera sido una pesadilla. Ojalá Hyo no me hubiera mentido, ojalá no le hubiera traicionado.

Pienso en qué estará haciendo Hyo en estos momentos. ¿Se habrá rendido? ¿Estará sentado donde le dejamos? ¿Será fuerte y luchará a pesar de mi traición? Si tan solo pudiera enviarle mis pensamientos y pedirle que no se rinda, que siga adelante... Sí, él seguirá, lo hará. Cuando yo no confiaba en él no dudó en protegerme, a pesar de que yo me mostraba hostil. Y ahora, aunque ya no tiene razones para protegerme, tiene al Vínculo y la oportunidad de salvar a los humanos del Exterior. No se rendirá por mí.

Esa sencilla idea me da las fuerzas suficientes para contener el llanto. Sé que Hyo está roto, como yo, pero que no se rendirá. Y yo pienso hacer lo mismo.

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