Intento 8

529 52 9
                                    


Mientras manejaba, no podía entender porque hoy la ciudad y el tráfico parecía tan lento. Incluso creo que la luz  del semaforo duraba más tiempo en rojo. La ansiedad de estar dentro de poco en uno más de mis intentos por pedir como se debe la mano de mi Serena, hace que mi corazón lata aun más fuerte que nunca.

Hace un par de días envié una carta a una Radio emisora de la ciudad, exactamente a Radio Corazón y su sección, "Consejo de Amor". Cualquiera diría que ridículo, recuerdos que alguna vez critique a Serena enviar una carta que sabia que no llegaría a su destinatario, pero esto era totalmente distinto, en el contaba cada uno de mis desatinos al intentar pedir la mano de mi Serena. Las respuestas llegaron de inmediato, pero hubo una en peculiar que llamó mucho mi atención.

<Ahora recurres a gente extraña para solucionar tus problemas Darien, ¡Que bajo has caído! >, esta vocecilla no sabe lo que dice, yo creo que en la guerra y en el amor todo se vale. <Entonces, ¿Porque no tiras todo por la borda y te la robas?>. Yo... Yo quiero hacer las cosas bien.... <Así nunca te casaras con Serena>. Claro que si, te lo voy a demostrar. <¿Ja!, eso ni tu te lo crees>. ¡Rayos!

Como sino fuera suficiente tener que lidiar con mi suegro hoy día, tengo que también lidiar con esa vocecilla. ¿Algun día me dejaras en paz?

<Pues... >, ya callate, esta vez no.

—Bajese del auto señor—me dice de pronto un policía por la ventana.
—Pero...¿Porque?—pregunte incrédulo.
—No es correcto conducir en estado de ebriedad.
—Pero yo no he tomado—le digo indignado—, no puede detenerme.
—Entonces esto es peor, debió haber ingerido algún estupefaciente.
—Por supuesto que.... —por gusto lo hago, más pierdo el tiempo discutiendo. Bajo con mi documentación, mientras él los toma y comprueba que la información no sea falsa. Revisa mi auto y me inspecciona detalladamente.
—Iremos a la comisaría a tomarle muestras de sangre en busca de drogas.
—Por favor... Oficial—la situación empieza a llenarme de frustración—, soy médico, ¿Acaso me cree capaz?
—¿Acaso no has visto Dr. House?—no podía creer que empiece a relacionar una serie de televisión conmigo—, ese tipo era adicto al Vicodin.
—Jefe... ¿Habla en serio?—expresó apretando mis puños—, yo nunca he tomado algo de eso.
—Claro que sí. No es normal ver a un ciudadano hablando solo a tan tempranas horas—comenta y ahora entiendo el porqué me detuvo.
—Estaba hablando conmigo mismo.
—Eso es mucho peor—él saca sus esposas y yo no sé cómo actuar, en este momento desearía que esa odiosa vocecilla me dé una idea de cómo librarme de esta, pero cuando uno más lo necesita. No está.
—Jefe, no puedo llegar tarde—le digo casi implorando—, hoy tengo cena en la casa de mis suegros, voy a pedir la mano de mi princesa. No puedo fallar otra vez.
—¿Fallar otra vez?
—¿Que intento cree que es este?
—Pues el primero.
—No, tampoco es el segundo ni el tercero. Mi suegro me odia y si hoy no llego a tiempo, no la cuento.
—Haber muchacho tranquilo. Nadie odia tanto, solo debe ser un papá sobreprotector y celoso—me habla relajadamente—, tu debes ser un tipo que represente un peligro para él.
—¿Peligro?
—Nadie quiere perder a su hija—sus ojos se llenan de lágrimas y creo que estoy al frente de un padre que vio casarse a su hija—, todo padre quiere lo mejor para su hija, pero cuando lo halla, su temor es más grande, temen ser reemplazados.
—No lo creo, él le busco un pretendiente para hacerme competencia—le digo frustrado.
—Te apuesto que si tu la dejas, ese "pretendiente", tampoco será el futuro esposo de tu princesa.
—Por favor, déjeme ir.
—Solo con una condición.
—¿Cuál?
—Cuéntame una de tus anécdotas, uno de esos muchos intentos  fallidos que tanto recuerdas.

Acepto el trato, pero no se cual contar, intento concentrarme un poco, y veo un enorme cartel que anuncia el final de ajedrez entre Amy y Mayumi. Llamadas las promesas del ajedrez.

Pedirlo o no pedirlo... esa es la cuestión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora