Intento 7

598 53 25
                                    

Tengo que aflojarme el nudo de la corbata para poder soportar el encierro dentro del ascensor. Ya he empezado a sudar por el calor, la falta de aire y sobretodo por saber que llegaré atrasado a la casa de Serena. Me siento en el suelo, mientras me abanico con mis propias manos en busca de un poco de oxígeno, pero es inútil.

—¡¡¡Gooool de Barcelona!!! —escucho a través del altavoz y golpeo la pared con indignación. ¿Otra vez? No puedo creerlo. De nuevo seré el hazmerreír de mi suegro por culpa del fútbol.

<No haces nada bien>, escucho las carcajadas sarcásticas de mi vocecita irritante.

¿Por qué todo me tiene que salir mal? Quizás Serena tenga razón y deba rendirme, después de todo, puedo tomarla de la mano, llevarla al Registro Civil, firmar el acta matrimonial y dejaría de ser inmediatamente Serena Tsukino, para pasar a ser Serena Chiba.

—¡Qué lindo suena! —susurro, sumergido en mi fantasía sonriendo como un bobo, justo cuando el ascensor se reactiva, sacudiéndose un poco, por lo que debo afirmarme con fuerza para no golpearme.

<Creo que ya estás saltón por cualquier cosa>.

¿Verdad que a veces son demasiado fastidiosas la voces de la consciencia? Deberían inventar algún tipo de botón para bajarles el volumen, porque la mayor parte de la veces lo único que hacen es hacerte la vida de cuadritos.

<No más que lo que te la hace tu suegro>.

—¡¡¡Aghhh!!! ¡Cállate! —grito, tomándome el cabello, en el momento preciso que se abre el ascensor y el joven asistente me mira con impresión al verme reaccionar así.
—¿Se encuentra bien? ¿Hay alguien más con usted? —me pregunta, mirando con forzado disimulo dentro del cubículo.
—Sí, estoy bien —respondo seco, arreglando las solapas de mi traje—. Y no, no hay nadie más.
—Ah... es que usted...
—Gracias, Nobu.

Termino la conversación ahí y camino rápido hacia mi auto, esperando que nadie me siga. Ya no tengo nervios para otro suceso imprevisto, así que abro la puerta y me siento tras el volante, soltando un fuerte suspiro mientras dejo caer mi cabeza en el respaldo.

<¿Será necesario insistir?>.
<No es necesario, pero ahí andas de necio. Anda ya y róbatela>.

Suena gracioso, pero si hoy no consigo nada, creo que tendré que hacerlo. No creo ser capaz de resistir un nuevo fracaso.

Es ahí que recuerdo que hace un tiempo, a pesar de seis intentos fallidos, estaba decidido a no darme por vencido, más que nunca quería que Kenji me aceptara, como si de eso dependiera que Serena me amara. Lo sé, estaba errado, pero era algo que no podía dejar sin hacer. Es parte de mi personalidad, no puedo dejar algo a medias. Así que ese día tenía todo preparado.

<Tú y tu perfeccionismo>.

Fui directo al edificio del periódico donde Kenji trabaja, ya no le daría más vueltas al asunto y tampoco permitiría que el tuviera el sartén por el mango. Debía lograr que estuviera en mi terrero. ¿Quería un yerno decidido y solvente? Pues le demostraría que conmigo Serena siempre estaría protegida.

<Qué Hiroki ni que nada...>.

Me señalaron su oficina y después de golpear, me permitió pasar. En cuanto me vio en el umbral, el aire se tensó, pero no dejé de sostenerle la mirada.

<Así es, demuéstrale quién manda>.

—Veo que estás decidido, Darien —me dijo, cruzando sus manos sobre la mesa.
—No tiene idea de cuánto.
—Bien. Pasa y dime qué quieres —me señaló el asiento frente a su escritorio, mientras se acomodaba mejor en el suyo. Caminé seguro y sin sentarme, porque esta vez las reglas las ponía yo, dejé un sobre su mesa.
—Quiero invitarlos a disfrutar este fin de semana de un onsen cercano al Fuji. Hice una reserva desde este viernes para un hotel con aguas termales.
—¿Quieres impresionarme? —me preguntó, tomando el sobre para ver los boletos impresos.
—Quiero que estemos en un lugar tranquilo y neutral para que tengamos una conversación importante.
—Está bien, Darien. Esta vez te daré la oportunidad. ¿El viernes?
—Sí, pasaré por ustedes en mi auto.

Pedirlo o no pedirlo... esa es la cuestión Where stories live. Discover now