Intento 5

683 57 20
                                    

¿Pueden creer mi mala suerte? Ya hasta estoy empezando a volverme supersticioso por culpa de todo este asunto que me tiene los nervios de punta. Evito pasar por debajo de una escalera, me aseguro de levantarme con el pie derecho y jamás derramo sal. Lo único que me falta es evitar a Luna, pero, no creo que llegue a tanto... al menos eso espero. ¡Toco madera!

Despues de bañarme, mientras me visto, tengo los pensamientos medio revueltos con tantos recuerdos negativos. Al menos hay uno que no fue taaan terrible, digamos que al menos lo disfruté...

Era pleno verano, día soleado y caluroso, así que iba con una camisa azul ligera, manga corta y unos pantalones negros. Caminaba feliz hacia la casa de mi amada novia, aún cuando sabía que las últimas veces que había puesto un pie ahí, había terminado con graves consecuencias. Pero ese día era perfecto, lo sabía, había algo en el aire que me lo decía. Toqué el timbre con total confianza, pero en cuanto oí el sonido de puerta abriéndose, me escondí tras la reja de forma automática.

<No fui yo, fue mi cuerpo que se movió solo, se los juro>.

Asome mis ojos por la orilla y vi a mi hermosa Serena de pie en el umbral, intentando averiguar quien estaba en su puerta, así que me asomé con confianza, levantando mi mano para saludarla.

—Mi Darien —exclamó feliz, corriendo hacia mi, abrazándome con ese ímpetu que ella siempre demuestra cuando está conmigo.
—Serena —susurré su nombre, envolviéndola con cariño, aspirando su dulce aroma. Viajé a la luna al instante.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó con alegría de verme, sin soltarme aún, solo levantando su rostro para mirarme con sus hermosos ojos celestes.
—Vine a hablar con tu padre... otra vez. Como hoy es domingo, pensé que venir sin avisar sería mejor.
—Darien, ¿no te darás por vencido nunca, verdad?
—¡Jamás! Lograré pedir tu mano como es debido, mi princesa, te lo prometo.
—No necesito permiso de nadie para  casarme, Darien, ya tengo 20 años.
—Aún así, no puedo dejar que tu padre se salga con la suya.
—Bueno, lamento decirte que no está —me aseguró, separándose de mi para cruzarse de brazos en señal de cansancio ante mi actitud testaruda.
—¿Qué? Pero... ¿cómo?
—Lo que oíste, no está. De hecho, no hay nadie en la casa, todos salieron menos yo.
—¿Todos? Y tú, ¿por qué te quedaste?
—¿Acaso crees que quería quedarme? ¡Fueron a la playa sin mi! Darien... —chilló como niña pequeña y recordé de inmediato a mi suegro, lo que me provocó un escalofrío—. Mi papá me castigó porque no me ha ido bien en los exámenes de la universidad.
—¿Y estás estudiando ahora?
—Sí —respondió con la cabeza gacha, pero, de pronto levanto la mirada y sonrió de oreja a oreja con unos enormes ojos brillosos, lo que me asustó un poco—. Pero, ahora que estás aquí, puedes ayudarme, Darien, di que sí, ¿ya?

Tragué saliva. Entrar a la casa de Serena estando solos era ponerme la soga al cuello literalmente. Pero, no pude resistirme a su ruego, así que me dejé llevar como corderito al degüello. Justo antes de entrar, pasó Luna y me saludó, por lo que le respondí con la mano libre y una sonrisa amable.

<Gato negro... gato negro>, me recordó mi voz interna, pero no la escuché. ¿Qué culpa podría tener Luna?

Serena me arrastró por las escaleras hasta su habitación, sin ser consciente de lo que estaba haciendo, estoy seguro de eso. Luego, me sentó en su silla y pude ver sus apuntes y sus guías de estudios a medio hacer, llenas de borrones, pero igual sonreí ante su esfuerzo. Lo que jamás imaginé fue sentir su cuerpo pegado al mío, mientras me abrazaba por la espalda para señalarme lo que no entendía.

<Ahora si que Kenji te va a matar>.

—Por favor, ayúdame con ese ejercicio que no lo entiendo —me dijo, apuntando la hoja, mientras me embobaba con su aroma.

Pedirlo o no pedirlo... esa es la cuestión Où les histoires vivent. Découvrez maintenant