Intento 3

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Doy vueltas por la cocina, porque ya no imagino qué más puede pasarme solo por querer formalizar mi relación con mi amada Serena. Como las tostadas con rapidez, atragantándome con un trozo, por lo que empiezo a toser con fuerza, lo que acelera mi corazón a mil.

<Aún no ves a tu suegro y ya estuviste a punto de morir>, pienso, colocando mi mano en mi pecho para tranquilizarme.

Después de que me repongo un poco, miro por la ventana, tomando mi café,  mientras busco las razones de porqué Kenji podría odiarme tanto. Bueno, siempre insiste en que su hija es una pequeña indefensa... ¡Bah! Si supiera que es la increíble guerrera Sailor Moon, quizás ya no sería tan exagerado.

<No lo creas, si lo supiera sería mucho, pero mucho peor. Jamás dejaría que la desposaras, ¡jamás! Si supiera que es Sailor Moon eso la haría absolutamente inalcanzable para ti>, se burla de mí, mi propia consciencia. ¿Cómo puedo lograr pedir su mano, si ni siquiera yo mismo confío en mi?

El sonido de una llamada entrante me saca de mis pensamientos, y puedo ver el nombre de mi amada. Una sonrisa se extiende en mis labios, esperando que me tenga buenas noticias, aunque en la situación en que estoy, no sé que sería bueno.

—Hola Darien —escucho su dulce voz a través del altavoz.
—Mi Serena, ¿cómo estás?
—Yo... estoy... bien, sí, bien —responde nerviosa, lo que me empieza a llenar de ansiedad. ¿Qué está pasando?
—Serena...
—¿Ah?
—¿Pasó algo?
—No, nada. ¿Por qué me preguntas eso?
—No sabes mentir, Sere...
—Ay, Darien, es que no sé como decirte esto...
—Solo dilo, nada más.
—Es que mi papá...
—Oh, no, por favor.
—Quizás sea mejor que no vengas hoy —sugiere en un hilo de voz.
—No, Serena, tu padre ya no logrará intimidarme. Voy a ir hoy o no será nunca. Tú decides.

Y es en ese instante que otro recuerdo llega a mi mente.

Era un hermoso día de primavera, escogí el día preciso cuando los cerezos en flor están en todo su esplendor y todos están alegres. Debía ser mi oportunidad. Con toda la energía positiva me dirigí a la casa de Serena una vez más. Esta vez sí, me aseguré de no llevar nada que llamara la atención de Kenji, iba casual, camisa blanca y jeans, sin flores ni regalos en mis manos, solo el anillo en mi bolsillo. Hice tronar mis dedos antes de tocar el timbre, soltando mis músculos tensos para parecer tranquilo, aunque aún recordaba la mordida de Rex y la quemadura del fuego de la parrilla. Pero, ese día nada malo podía pasar, ¿verdad? Sin embargo, un grito me dejó paralizado.

—¡Papá! —escuché la voz de mi Serena, totalmente aterrada.

Sin pensar en nada, entré corriendo guiado por sus gritos. Llegué al patio trasero y ahí vi a Kenji colgando de sus brazos del techo del segundo piso. Rex comenzó a ladrarme al verme, pero ya nada importaba. De todas formas no podía alcanzarme, pues estaba atado con su correa. Con rapidez, puse la escalera que se había caído y subí para ayudarlo.

—¿Cómo está, señor Kenji? —le pregunté, mientras lo ayudaba a subir al techo otra vez.
—Bien. Gracias, Darien —me respondió con sinceridad, lo que me sorprendió mucho. Parece que ese sí era el día correcto, por lo que sonreí para mis adentros.
—De nada.

Bajé y sostuve la escalera hasta que ya estuvo en el suelo. Serena corrió y me abrazó con fuerza, moviendo su cabeza sobre mi pecho en señal de gratitud. Con cariño la envolví, viendo como alzaba su rostro para verme con sus hermosos ojos celestes en los que me perdí de inmediato, por lo que, me acerqué a ella con la intención de besarla, olvidando por completo donde estaba, hasta que sentí una mano sobre mi hombro.

—Pero, ¡¿qué crees que haces?! —oí la voz de mi suegro gritándome en el oído, lo que me erizó el cabello de temor.
—Eh... yo... —murmuré, soltando a Serena al instante, levantando las manos en señal de rendición, mientras el sudor corría por mi sien.
—Papá... Darien acaba de ayudarte, podrías ser más amable, ¿no crees?
—¡Jamás! —soltó sin pensar que estaba ahí mismo—. Bueno, tal vez podría pensarlo si me ayudas con lo que estaba haciendo.
—Claro. Usted dígame y le ayudo —respondí muy decidido a demostrarle que haría cualquier cosa por su hija.

<Tú no aprendes, ¿verdad?>, se burló mi conciencia en ese momento, pero no le quise prestar atención y seguí adelante totalmente determinado.

Kenji me pidió que terminara de arreglar el techo del segundo piso, porque las tejas se habían corrido. Decidido, subí las escaleras y llegué arriba, encaramándome con cuidado. Hice mi trabajo lo mejor que pude y, cuando estuve satisfecho del resultado, comencé a bajar. Recuerdo que iba más o menos a la mitad, cuando vi a Serena regalarme una bella sonrisa por lo que había hecho, así que le devolví el gesto con un movimiento de mi mano. Su padre se dio cuenta de lo que hacía y se giró hacia atrás para ver a su "pequeña", lo que provocó que moviera la escalera tan solo un poco. Quiero pensar que lo hizo sin querer.

<Sí, claro y tú sigues creyendo que existe el hada de los dientes>, me fastidia la incansable vocecita en mi cabeza.

Bastó tan solo ese pequeño movimiento para desequilibrarme y vi como la escalera se separaba poco a poco de la pared, sin poder hacer nada.

—¡¡¡Ahhh!!! —grité, sabiendo mi cruel e inevitable destino.

En mi desesperación, me giré en el aire, cayendo con todo mi peso sobre mis piernas y brazos, desde más o menos tres metros de altura. Pensé que eso no sería nada, pero cuando quise ponerme de pie, no pude... un horrible dolor cruzo todo mi cuerpo, haciéndome sudar frío. Aún así, me hice el valiente y sonreí, disimulando lo mejor que pude mi sufrimiento.

—¡Darien! ¿Cómo estás? —me preguntó Serena visiblemente preocupada.
—Bi... bien...
—De qué te preocupas, mi pequeña, solo fue una caidita. Eso jamás dañaría a Darien, ¿verdad? —aseguró mi suegro, dándome un golpe en el brazo que me hizo apoyarme más en mi pierna adolorida, lo que me provocó un escalofrío de sufrimiento.

<Caidita...>, repite mi mente con voz burlesca. < Mejor hubiese dejado que se cayera>, me maldije a mi mismo por ser tan ingenuo.

Me marché sin logar mi objetivo otra vez y más encima terminé con una bota ortopédica por dos semanas a causa de un esguince. Tercer intento... tercer fracaso. ¿Decían que la tercera era la vencida? Pues, se equivocaron.

<¿Entienden por qué me tiene tan nervioso ir hoy a pedir la mano de Serena? ¿Estaré haciendo algo mal? ¿Qué me dicen ustedes?>.

Continuará...
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Buenas tardes queridos lectores!!!

Esperamos que quienes están leyendo esta historia, la estén disfrutando, de verdad, nos entusiasma mucho la idea, algo que jamás imaginamos 🙈, quizás hacemos sufrir un poco a Darien, pero es culpa del encierro 🙈😅

Muchas gracias por leernos, saben que su apoyo es el principal aliciente para nuestra inspiración.

Con cariño, LissGaby 💜🌹

Pedirlo o no pedirlo... esa es la cuestión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora