XXIII: Where no one finds us

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Navidad y año nuevo llegó inmediatamente después que las pasantías acabaran. Los exámenes finales del segundo año se acercaron. Aquello que debían estudiar y aprender en poco tiempo aumentó de un momento a otro, casi sin darles tiempo para respirar.

Toda la clase 2-A se sumergió en una rutina de la cual casi no podían parar. Levantarse a las siete, clases desde las ocho hasta las tres y media de la tarde. De regreso en el dormitorio el estudio continuaba, un poco de entrenamiento, cenar, estudiar otra vez y dormir.

El tiempo para hablar con el resto de la clase se resumía a las sesiones grupales de estudio, pero nada más, ni siquiera para pláticas esporádicas, para una mirada o un apretón de manos. Nada, solo mensajes a media noche antes de dormir, o en el caso de Shouto, antes de las ocho de la noche.

Durante esas últimas semanas, fue bastante notorio para toda la clase el malhumor de Todoroki. No decía nada, no lo expresaba, pero bastaba con observar su rostro descontento cuando quería acercarse a Bakugou y no podía hacerlo porque el rubio, o estaba ocupado estudiando por su cuenta, o estaba enseñándole al resto de sus amigos.

Bien, tal vez no podían hablar mucho, pero darse un beso cuando se encontraban solos en pequeños y milagrosos momentos, o un abrazo, o solo tomarse de las manos no debería ser tan difícil ¿no? No, no lo era, pero Katsuki parecía estar disfrutando de su sufrimiento. No le daría nada de eso hasta que llegara a las respuestas de aquello que tenía que "pensar".

Sabía que lo que debía "pensar" era en un recuerdo. En algo de su vida pasada que estaba seguro que el rubio esperaba que recordara, algo sumamente importante, un suceso o una promesa tal vez. Pero por mucho que pensaba, nada llegaba a él. Tenía la sensación de que estando en un lugar en especifico ese recuerdo llegaría, pero ¿dónde? No tenía idea alguna, solo la noción de que sería pronto.

Dejó su sufrimiento de lado por esas últimas semanas y se centró en estudiar al igual que el resto de la clase. Se formaron tres grupos de estudio; el de matemáticas dirigido por Iida, literatura por Yaoyorozu y, a pesar de la inicial negativa, Bakugou dirigió el de historia.

Incluso aquellos que no sentían especial agrado por el rubio, recurrieron a él antes del examen final de historia. Tal vez regañaba demasiado cuando alguien se equivocaba, se enojaba rápidamente y parecía que en cualquier momento les cortaría el cuello, pero ninguno podía negar que, después de las sesiones, recordar fechas y sucesos era mucho más fácil. Además, todo el sufrimiento valdría la pena cuando los exámenes acabaran y, al fin, ascender al tercer y último año.

El nerviosismo envolvió a la clase el día jueves por la tarde, el último día de clases y el último examen que debían realizar. Tener a Aizawa observándolos tan atentamente mientras resolvían el examen les erizaba la piel, pero ya estaban más acostumbrados a esa sensación después de dos años junto a su maestro.

Como siempre sucedía en aquella clase, Bakugou fue el primero el terminan el examen de historia y salir del aula. Una vez el rubio salió, poco a poco el resto de los estudiantes lo hizo. La clase completa se marchó en silencio hasta el dormitorio. Cada integrante se quedó en la sala principal, esperando a que Aizawa llegara con la última calificación.

Algunos iban de un lado a otro, intentando calmar la ansiedad, platicando, obligándose a distraerse mirando la televisión o el teléfono, pero el aroma a nerviosismo estaba impregnado en cada pared e iba en aumento mientras el reloj seguía avanzando.

—Mierda, este lugar apesta —reclamó Katsuki, sentándose frente a Eijiro en la mesa y tendiéndole una botella de agua.

—Todos están nerviosos, amigo —comentó Kirishima—. Si fallamos aunque sea un examen, Aizawa nos hará repetir el curso.

Why are you so angry? [©]Where stories live. Discover now