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Emma.

Estábamos desayunando y por alguna extraña razón, los niños estaban muy felices.

—A ver. ¿A ustedes qué les ocurre hoy?— pregunte al ver cómo sonreían.

Se encogieron de hombros.

—Nosotros nada.

—Veré a Amanda hoy.— soltó Jacob y fruncí el ceño.

—Pero si eso es siempre... ¿seguro?

—Mamá ya basta de preguntas. ¿Quieres?— dijo esta vez Austin. Lo mire sorprendida. ¿Por qué esa actitud?

—¿Tú por qué me hablas así?

Se encogió de hombros.

—Disculpa.

—Jason los llevara y buscara al colegio hoy.

No dije nada más. Perfecto desayuno. Pensé.

(*)

—¡Jacob!— me llamó Gemma.

—¿Qué pasa?— pregunté. Ella miro su reloj.

—Son las una y media. ¿Y papá?— murmuró.

Me encogí de hombros. No lo sabía.

—Lleva media hora de atraso. Él lo prometió...

—Seguro después de todo Jason tiene razón...

—Él no nos quiere.— terminó la oración.

—¡Niños!— gritó alguien a nuestras espaldas.— ¡Venga! ¡Pero qué caras!

—Que no estamos de bromas Amanda...— murmuré.

—¿Ahora qué?— se cruzó de brazos.

—Papá mintió.— ella arqueo una de sus cejas.

—¿Dicen que ese hombre apuesto de allí igual a ustedes les mintió?— señaló detrás de nosotros.

—Papá...— murmuramos con sorpresa y volteamos.

Sin duda era él. Tenía a Madelin en brazos y Austin a su lado. Era papá. Nuestro papá.

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