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Toqué el timbre varias veces, con notoria desesperación. Mientras más rápido terminara de esto, mejor.

—¿Quién es tan insistente? Joder.— murmuró abriendo la puerta.— ¿Y tú eres?— me miro de arriba, abajo.

—Tan rápido te olvidas de mí, imbécil.— solté una carcajada sin humor.— Soy la esposa del hombre con el que te acuestas. La cuernuda.

Ella sonrió cínicamente.

—Ah... la perra esposa de Theo... Justin. Cómo sea que se llame.

—Venga, que si aquí hablamos de perra, es de ti querida.— negué levemente.— ¿En serio? ¿Casado? ¿Y tu valor dónde esta? ¿No te supieron criar bien tus padres?

Trataba de no peder el control, no podía dejar que mi ira me dominara, porque sabía que las cosas no saldrían para nada bien de ser así. El simple hecho de tenerla en frente me ponía los pelos de punta.

—Te equivocas cariño. Me valoro, y bastante.— no quitaba aquella estúpida sonrisa de su rostro. Como si se sintiera orgullosa de ello.— Te digo, que con lo bueno que es en la cama, lo compensa todo...

Y ahí llego, toco mi punto. Eso fue lo suficiente para tirármele encima a darle unas buenas bofetadas. Ganas ya me sobraban. ¿Cómo tenia si quiera el pudor de decir esas cosas?

—¡Eres una jodida perra!— grité y le proporcione otra bofetada. Ella no se quedo atrás.

—¡Suéltame salvaje!— me gritó tratando de defenderse.

—¡No te vendría nada mal que te quiten un poco de silicona!— la golpeé más fuerte.— Que te jodan.— la tome por el pelo. Ella gimió.

—Ya tu esposo lo hizo.— murmuró y apreté más mi agarre.— ¿No crees que por algo vino donde mi?— siguió hablando, sabia que sus palabras tenían efecto en mí.

—¡Cállate!

—¡Se que te duele Emma! ¡Te carcome por dentro que este conmigo! ¡Él ya no te ama! ¡Vive con ello!

Y siendo sincera. Sentí aquellas palabras. Dolieron.

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