Capítulo 26: El hámster que no sabía que lo amaban.

3.6K 594 1.2K
                                    


Owen.

La primera vez que tuve un ataque de pánico fue después de haber matado a un perro. Cada vez que sonaba el timbre de mi celular pensaba: "Moriré, me caeré y moriré".

Yo tenía indicios de ansiedad desde los 10 años, pero nunca fueron demasiado graves. Quizás por eso mi madre dijo "amor, solo relájate, no te pongas ansioso". Asentí muchas veces, me daba terror decirle "NO PUEDO RELAJARME".

Nunca le hablé de mi primer ataque de pánico severo. Envié un mensaje a una clínica psiquiátrica de mi ciudad preguntando por el costo de una cita para un probable caso de ansiedad. Esperé por la noche, sentado en un banco de la cocina, comiendo un pay del refrigerador mientras bebía agua deseando soportar la tortura.

Ese fue mi primer paso. Me dijeron el costo y luego no hice nada. Después le hablé a mi madre un poco de cómo me sentía. Otro día pedí dinero. En una ocasión saqué una cita y la cancelé el mismo día. A la semana siguiente la volví a sacar y fui con mi madre, aunque no crucé la puerta porque creí que vomitaría. Tras casi un mes pude entrar al consultorio y afrontar mi condición.

Si se trataba de "romance" me hallaba en la misma situación de ese entonces. Paso por paso, las cosas a mi manera, si voy demasiado rápido...

Moriré.

—Y cuando salí del baño... —balbuceé irritado, dejando caer mi palma sobre su hombro con fuerza—. ¡MIAW! Tu gato me esperaba a fuera con semejante llanto, grité y por eso escuchaste el golpe en tu techo a las 5. En serio me caí. No lo pateé fuera porque tú lo quieres. Me hubieras dado un escobazo o una mierda de esas.

—Quizás, pe-pero también te quiero a ti. —Mostró su gran sonrisa, sacudiendo con la mano izquierda su flequillo verde.

Había escuchado mal, en realidad dijo "te respeto a ti ya". Pero vale, puedo soñar aún.

Me gusta tu sonrisa. —Quise morder mi lengua por soltar eso tan de repente.

—La tuya me gusta más. —Se rió con la mano en los labios.

Si estábamos coqueteando o algo parecido era bastante disfrutable. También un poco aterrador. Pero estaba bien. Quería estarlo de alguna forma frente a él.

Tain yacía postrada sobre el banco de madera desgastado con los codos elevados. Miraba algún punto en el suelo, evadiendo el lente del fotógrafo. Kurt y yo la mirábamos sorprendidos detrás del staff, escuchando los gritos de las modelos y las poses que debían hacer. Yo comía en silencio los cupcakes que decían "gratis" y él tragaba jamón con queso.

El cabello de la asiática estaba suelto, alborotado, dejando que su flequillo cubriera sus cejas. No tenía demasiado maquillaje, o quizás sí pero los colores que llevaba eran bastante claros. Usaba un top claro tirando a palo de rosa, pantalón y chaqueta caqui que parecía una combinación entre abrigos clásicos y traje; el contraste se encontraba en la joyería de su cuello: una correa negra y un collar negro con pequeñas piedras y cadena dorada.

—Tain es be-bellísima. —Soltó Kurt, tosiendo un poco por el queso.

—Y lo sabe. —Me encogí de hombros sin poder apartar la vista de mi mejor amiga.

—El lugar es ba-bastante agradable. Apenas so-son las 8:30 am... ¿A qué ho-hora deberí...?

Kurt fue tackleado. Bueno, no literal pero el choque lució doloroso. Retrocedí un poco por el susto, golpeando mi pecho para no ahogarme con el pedazo de postre.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Tenía tanto tiempo sin verte! No habías respondido mis mensajes. En serio te extrañé. Quería contarte sobre todo esto. Entiendo lo qué pasó pero... ¡Nos conocemos desde la infancia! Te necesitaba. —La modelo castaña sostuvo de las manos a Kurt, moviéndolas como si fuera un muñeco de trapo.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now