Capítulo 6: El resultado no era lo que quería.

4.3K 807 600
                                    


Owen.

Fue en el bachillerato, después de haber entregado la tarea que solo yo completé, cuando no encontraba mi mochila y pregunté a todos si alguien la había tomado.

Nadie quería hablar conmigo. Suspiré desgastado, peiné mi flequillo hacia atrás, y salí corriendo por los árboles con hojas cayendo y el cielo azul coloreándose con el amarillo.

Apreté los dientes y los puños, tratando de no alterarme. En realidad, estaba joven y quería llorar. Mi mochila blanca tenía rayada el apodo de "hámster obsesivo", pero el agua con cloro de la piscina comenzaba a borrar la tinta.

Es mi culpa por permitirlo.

No, es culpa del perro.

—Al carajo... —Jalé mi cabello, desesperado por haberme despertado antes que mi alarma.

Todo el día pasé en vigía, sin saber exactamente lo que pasaba a mi alrededor. En mi mente entraban las imágenes de los animales, Kurt golpeándome con un palo y luego arrastrándome hasta dejarme frente a mi puerta.

Siempre pensé que vivía al límite y no podía seguir hasta que él me empujó más lejos.

El escalofrío de esa noche perduró en mí el resto del día. Había pasado años sin sentirme así; detenido sin saber que hacer.

Tomé al autobús más temprano que él como de costumbre, pues no soportábamos vernos en la parada. Me aseguré de comer en una cafetería cercana para no encontrármelo, y crucé a diferentes departamentos por mi trabajo a las horas en que él ya no pasaba.

Conocía su horario y él el mío. La diferencia del día de hoy era que yo estaba asustado.

Me pregunté por horas que debía hacer ante esa situación. Dos perros, un gato o un hámster eran suficientes, pero eso era un maldito zoológico.

—Oye... es un poco raro, ¿sabes? Que ahora me estés ayudando a colgar los carteles cuando ni un puto año pudiste ayudarme. —Tain se quejó de mí mientras yo sostenía la cinta.

Los carteles hablaban sobre violaciones a las reglas por los maestros, coqueteos, manipulación. Ella dejó el modelaje un tiempo porque se hartó.

—Me di cuenta de que debo valorar más a mis amigos. —Hablé un tanto automático, perdido aún en la remota posibilidad de montar un circo.

—¿Estás bien? ¿Te enfermaste? No me digas... ¿Te diagnosticaron una enfermedad terminal? —Llevó sus manos a la boca, asustada—, ¿cuánto te queda de vida?

—Estoy de maravilla. La juventud de un universitario en su esplendor —hablé como si recitara un guion, buscando en mi mochila los papeles—. Toma, es lo que me pediste para reorganizar los grupos.

Me arrebató las hojas, hojeándolas con perspicacia. Su flequillo le llegaba a las cejas, pero sus ojos rasgados mostraron desagrado.

Habían más chicas a nuestros alrededores siguiendo sus instrucciones y charlando. No reconocí a muchas, las había visto algunas veces pero no más. Quería irme a casa y dormir, el cansancio se me escurría por los lagrimales.

—¿Qué demonios? No había necesidad de que me lo dieras en formato APA. Solo te pedí que escribieras una lista. —Parecía haberse topado con una abominación por su expresión de hastío.

—Yo no lo hice en formato... —Callé al ver la hoja en sus manos, cerrando los ojos con pena—, de verdad que la universidad me está afectando. Es como si lo hiciera automático.

—¿Por qué estás tan distraído hoy? No es común. ¿Estás más ocupado?

Articulé una mueca. Traté de alborotar mi cabello con las manos para centrarme, pero quería tomar una siesta.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now