Capítulo 10: Intercambio... ¿Equivalente?

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Owen.

Me decían que me quedaría ciego por trabajar a oscuras en mi computadora. Pero cuando me obsesionaba con un diseño no podía sacarlo de mi cabeza y lo quería terminar lo más pronto posible para tener más horas libres y aprovecharlas al 100% en proyectos.

No tenía tiempo de nada más, aunque eso era mi culpa, pues siempre tenemos tiempo pero la ansiedad no deja que lo sepas.

Lo más tortuoso de hacer portadas profesionales para chicas que escribían en la facultad era que describían todo de formas imposibles para mi conocimiento y me veía forzado a dibujar detalles y buscar elementos libres de autor en internet.

Prefiero las infografías sobre un pepino.

Me retiré los lentes, apartándome de la luz del computador para observar la ventana cerca de mi cama. Un ruido se había escuchado cerca, pero no había nada allí.

Hice una mueca al recibir el dolor en mis ojos por el cambio de luz. Mis lentes antireflejantes eran inútiles en ese caso. Estiré mi espalda y reparé nuevamente en el trabajo.

Giré una vez más al escuchar unos papeles caer de mi escritorio.

—Owen gallina. La ventana está abierta. —Susurré de pie, encaminándome para cerrarla.

Eché un ojo hacia las calles antes de cerrar. No creía en cosas paranormales, pero por esa misma razón me entraba ansiedad. Tipo: ¿EL VIENTO ES TAN FUERTE COMO PARA TIRAR MIS PAPELES?

El roce del cabello con mis pies descalzos me dejó un tanto muerto en ese momento. Quedé inmóvil y como idiota sin ver algún punto en específico, solo tieso como un pescado sin agua.

El animal debajo de mí lanzó un rasguño sin dudar.

Brinqué sobre la cama pegando gritos. Fueron demasiados saltos en ella hasta que tuve la valentía de encender las luces y buscar al animal que se había colado.

Era una gata esquelética y blanca que no paraba de maullar y hacerme el feo como si yo fuera un triste feto. Estaba enojado pero al mismo tiempo asustado. La indecisión de patearla o dejar mi apartamento esa noche era grande.

—B... ¡BUENAS no.ches! —El grito que provenía de la entrada principal vino acompañado del timbre—. ¡A...ábreme la puerta!

La cara de incredulidad se marcaba en mi rostro. No podía creer que siquiera tuviera el descaro de arruinar mi noche y exigir que lo dejara entrar.

Bajé de la cama, pegado a la pared como pegamento hasta dejar la habitación e ir a la entrada para abrirle la puerta. Usaba una pijama verde y unas orejeras de conejo, sin olvidar sus ojos que miraban mi apartamento como una bestia desconocida y los arañazos en sus mejillas.

—¿Es Halloween o porque te vestiste de payaso? Te ves feo. —Comenté, abriendo más la puerta para que entrara.

—Po-porque quiero, puedo y n-no te pedí una opinión. Bu-buenas noches y permiso. —Rodó los ojos encaminándose a la habitación donde se encontraba la gata.

Me recargué en el marco de la puerta, observándolo dar vueltas en la habitación para buscar al animal. La gata seguía haciendo ruidos horribles.

—¿Te arañó el rostro y se escapó?

—N-No. ¿N-no sabes diferenciar entre arañazos de ardilla y ga-gato? —No sonó como una burla así que lo ignoré—, hace dos días la adopte-té pero la acababan de es-esterilizar un día antes sin anestesia adecuada y n-nadie la quería por ser ur-raña. ¿N-no le hiciste nada?

—No, porque me da asco. —Admití.

Creo que eso es mejor a decirle que casi la pateo.

El apartamento que se convirtió en zoológico. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now