No quiero irme porque sé que vamos a tener problemas para poder tener intimidad. Y menos mal que vamos a estar todos en Kansas unos días antes de que cada uno vaya a donde le corresponde.

— ¿Quieres que te quite a Roddy de encima para que puedas tener un momento con Bambi? —Mi hermano tira el cigarrillo y lo miro— Eso es un sí, ahora vengo.

Sonrío y niego con la cabeza. Paso una de mis manos por mi pelo mientras veo como Diego se acerca a Bambi y Roddy y les pasa los brazos por sus hombros. Se separa y palmea la espalda de nuestro amigo para que lo siga.

Veo como él se disculpa con Bambi y ella mueve su mano con desdén. Lo anima a irse y después, mira a su alrededor porque se da cuenta que se ha quedado sola. No sé dónde están Bárbara y Ginger, Charlie está bebiendo y los otros dos bailando todavía.

Sus ojos marrones se encuentran con los míos y nos quedamos allí, mirándonos, hasta que ella decide caminar hacia mí.

— ¿Te has quedado sola? —Le pregunto.

— Eso parece. ¿Puedo hacerte compañía?

— Claro.

Ella se pone a mi lado y mira hacia el frente. He estado todo el camino en el coche oliendo su perfume porque iba sentada a mi lado, y ahora, entra de nuevo por mis fosas nasales cuando mueve su pelo.

Siento una necesidad con ella que nunca he sentido. Parezco un adolescente con las hormonas revueltas, solo quiero besarla, tocarla y que ella haga lo mismo conmigo. Quiero tenerla completamente desnuda debajo de mí y ver cómo se sonroja. Quiero...

— Quiero un algodón de azúcar —Su dulce voz me saca de mis pensamientos y la miro un poco confuso porque estaba imaginándome todo—. Quiero un algodón de azúcar. ¿Me acompañas a comprar uno?

— Claro —carraspeo.

Empezamos a caminar por el camino de arena hasta el puesto donde lo venden y nuestros brazos se rozan al caminar. Las luces parpadean en colores fuertes, la gente se ríe, bebe, come y baila.

Sus dedos tantean los míos y mi corazón bombea con fuerza. Cogemos nuestras manos y caminamos así hasta el puesto de algodones de azúcar.

Ella no suelta mi mano mientras esperamos a que las demás personas sean atendidas y me mira.

— Volvemos pasado mañana.

— Lo sé, nos quedaremos en Kansas unos días, pero tengo planes para nosotros.

— ¿Planes? ¿Qué planes?

— Planes. Solo preocúpate de hacer tu maleta para el fin de semana.

Le señalo hacia el puesto y ella se gira. Me acerco con ella y vemos cómo hacen el algodón de azúcar. Cuando quiero pagar por ella, aparta mi mano y le da el billete a la mujer. Coge el gran algodón por el palo y me sonríe abiertamente. Nos apartamos un poco y ella coge un poco con sus dedos y lo lleva a su boca.

— Hmmmm... Me encanta. ¿Quieres?

— No, dulce B, cómetelo tú.

— Venga —coge un poco y lo acerca a mi boca. Sonrío un poco y la abro. Ella lo mete en mi boca y separa los dedos antes de que la muerda.

Se me deshace en la boca y ella chupa sus dedos para después volver a comer. El sabor dulce se me queda en mi boca y miro a mí alrededor.

— Tengo que intentar que no se me pegue al pelo —suelta una risita y la miro.

Rodeo su cintura con mi brazo y la acerco a mí para besarla. Nuestros labios dulces se mueven un poco y me separo de ella sabiendo que no debo hacerlo aquí, que hay mil ojos.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Where stories live. Discover now