Capítulo 4

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No tenía la cabeza en los ejercicios de Franco. Santiago necesitaba la guita y solo por eso aceptó explicarle la reciente tarea de Contabilidad, de lo contrario prefería unos mates sin obligaciones en lo de su amigo o en su casa. En cambio, se quedaron en el ombú de la escuela, aprovecharon el sol y se tiraron ahí para concluir con los deberes. En realidad solo Franco que debía terminar el libro diario, mayor y los balances correspondientes de su respectiva empresa inventada. Ya que Santiago había concluido la actividad en la misma clase en un tiempo diminuto.

—Qué embole esto ¿De verdad te gusta? ­—preguntó Franco reventándose la cabeza en sus ejercicios infinitos.

—Me copa, vas a ver que cuando le agarres la mano no te va a joder tanto —dijo mientras le dibujaba tildes verdes a las consignas bien hechas —Dale que vas bien.

—¿Y si mejor me pasás tu tarea? —quiso saber Franco y como respuesta Santiago le dio su mejor cara de orto —Bueno con intentar no perdía nada... ¿Y si te pago el doble? —ofreció porque sabía que su amigo necesitaba la plata para salir a la noche.

—No funciona así —contestó tajante —Después vamos a tener la prueba y no vas a saber una goma, ponete las pilas que tenés tiempo de sobra –le aconsejó mientras releía por quinta vez los mensajes que le había mandado su novia.

En los últimos días no coincidían en nada y discutían por todo. A Santiago se le iba la mitad de su psiquis en lo que debía hacer o no hacer por el bien de los dos. Le pasaba que Pilar se había convertido en una linda costumbre. Un lugar cómodo y agradable para dormir y acurrucarse cuando le pesaban todos sus dramas, sus quilombos existenciales, todo eso que no lo dejaba dormir.

Ahí estaba entonces Pili para acompañarlo. A Santiago le dolían sus propias actitudes para con ella. Se odiaba porque solo así sentía que podía encontrar un poco de paz en su cabeza atormentada y blindada. Cerrada al paso de cualquiera. Era Pilar la única que aceptaba su encierro y se quedaba ahí a pesar de todo, de su forma esquiva y su poca resolución con respecto al tema.

—¿Estás mambeado por lo de Celeste? —le preguntó Franco mientras borraba un cálculo mal hecho. Hacía días que notaba al pibe con la cabeza en cualquiera.

—Sí, puede ser... —mintió pero la mención de su compañera de proyecto le hizo mal.

—¿Y qué vas a hacer? Sos re pendejo, dejate de joder con estar de novio y disfrutá —le aconsejó Franco.

—Yo estoy bien con Pili, a veces tenemos mambos, pero como todo el mundo.

—Sí, se re nota que están bien ¿Ella sabe lo de Celeste y eso de que te comés a medio mundo cuándo salimos al boliche? —preguntó Franco que no entendía esa manera de vincularse, si podía hacer lo mismo sin ponerse de novio.

—Andá a cagar, boludo. Tampoco es tan así —se empacó sin sacar la atención de su teléfono —Estamos en un momento raro, pero estamos... qué se yo. La paso bien con ella pero también me copa todo lo demás, ya sé que suena re egoísta, pero es lo que me pasa —se sinceró a medias.

—Para mí sos un careta y ella también, te la digo con la mejor, pero es lo que pienso —le dio su opinión sin rebusques ni confusiones, sentía que aquella relación era plástica y superficial. Su amigo y Pilar no tenían nada que ver, pero ahí estaban porque se mostraban como un trofeo.

—Bueno, amigo, gracias. Te quiero mucho yo también —ironizó con las cejas fruncidas y su cara huraña. No tenía ganas de escuchar las giladas de Franco, no cuando estaba seguro que nunca lo iba a entender.

—No te enojés, pajero. Capaz te gusta Cele posta y toda esta situación te la re complica —intentó sacarle más información al pibe porque sabía que lo conseguía, a veces, por insistencia y cansancio.

Detrás del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora