Capítulo 21

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  • Dedicado a A todos con amor!
                                    

Resumen de los capítulos anteriores (PARA LOS LECTORES VIEJOS Y VIEJÍSIMOS)

Sebastián falta a la escuela porque está enojado con su papá y tiene miedo que se lleve al gato si se va a la escuela. Santiago está enojado con sus amigos porque nadie le cuenta si Agus y Vale están juntos. Queda con Seba a la tarde para ayudarlo con matemática. 

El espejo lo mostró como todo aquello que no lo representaba por dentro. Se notó más delgado porque comía mal y apenas, pero el ejercicio arduo le ayudaba a que perdurasen sus músculos envueltos por su piel tersa y blanca. Sus ojos enormes y turquesas le recordaron a su madre y a su hermana. Volvió a sentirse diminuto frente a los complejos que no lo dejaban en paz. Trató de despeinarse un poco con las manos y las ondas tenues y oscuras se le volvieron rebeldes por su indisciplina controlada y severa. Miró su cama tendida a la perfección y se sintió la persona más triste de la tierra, no por la simetría perfecta de sus sábanas y frazadas planchadas y ajustadas por el peso de su colchón, sino por la torre enorme de ropa que reposaba en uno de los bordes. Todo le parecía demasiado y poco a la vez. Todo era mucho para una clase particular en la casa de la persona de sus miedos, todo le parecía poco para una clase particular en la casa de la persona de sus sueños y recuerdos ambiguos. «Como si fuera que vas a la casa de cualquiera de los pibes, como si fueras a la casa de Pilar», se machacó y el nombre de su novia hizo que le doliera la panza. Los tonos oscuros de su ropa le resaltaron lo endemoniado de sus ojos clarísimos. No sabía si eso le quedaba bien o lo hacía ver demasiado andrógino. Pensó en ponerse perfume, en realidad, quería ponerse perfume. «Cuando voy a la casa de cualquiera nunca me pongo, siempre me olvido». Entonces se repitió una y otra vez que así debía ser. Su cabeza era su peor enemiga cuando empezaba a enrocarse.

—Querido Papá Noel, dos puntos, quiero comerme a Sebastián Casenave a la brevedad, ahre, que escribía eso la piba para Navidad. No entendía nada —dijo una de las amigas de Valentina y todas se rieron entre mates y charlas que iban y venían.

—O «cogerme» tenés que escribir —dijo otra y le festejaron el chiste, pero se callaron todas cuando apareció Santiago en el living para buscar su mochila y las llaves.

El hermano de Valentina era otro de los deseos furtivos del grupo, pero nunca le mostraban el interés con demasiado descaro porque todas sabían que tenía novia, aunque poco le importaba al chico para hacer de las suyas, y porque su temperamento serio y mala onda no permitían tal desubicación. A todas les agarró una breve timidez cuando apareció que Vale supo aplacar con sus comentarios.

—No hagan muchos chistes que Candela se puede poner celosa —dijo para molestar a una de sus mejores amigas.

—¿Qué decís, boluda? Cada vez que me acuerdo que le di un beso a ese gil me quiero matar. Igual éramos re chicos, tipo doce una cosa así —volvió a contar con bochorno y asco —Fue mi primer beso, la puta madre —se enojó cuando todas se le rieron —Y él me dijo que también.

—¿Qué también qué? —preguntó Vale.

—Que también fue su primer beso, boluda —se indignó Candela del recelo de sus amigas que le tiraban bollos de papel mientras hablaba.

—Pff —atinó a comentar Santiago cuando fue a la cocina a buscar las medialunas que hizo el día anterior. Se inclinó hasta la mesada para sacar el tupper que armó y para ocultar el malhumor de la nada que le había aflorado.

—¿Qué saltás, nene? Además, qué sabés —le gritó desde el living Candela.

—Bueno, me voy, síganle escribiendo cartas a Papá Noel —concluyó para perderse de un portazo.

—Qué harta me tiene este con sus comentarios mala leche —se sacó Valentina en tanto se levantó para decirle unas cuantas cosas a su hermano —Esperenmé un toque —les dijo a sus amigas antes de salir por la misma puerta que Santiago —¿Qué onda, pajero? ¿A dónde te vas?

Detrás del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora