Lo que habita en el bosque (Capitulo final)

15 1 1
                                    

Un grupo de gitanos provenientes del sur de Europa había llegado a esta zona del continente, muchos habían continuado con su naturaleza nómada y otro pequeño grupo optó por el asentamiento en el norte de Massachusetts. La basta vegetación y fauna, encantó a los nuevos residentes de esta área, que pronto buscaron echar raíces y formar un grupo solido que cuidaba su ambiente para la perfecta armonía entre civilización y naturaleza. Una de estas familias y que fue la que fuertemente impulsó la idea de quedarse aquí, echó a andar un plan de bonanza que consistía en el trueque de oficios para la emergente supervivencia de la nueva comunidad. La familia Alzigo, no tenía mucho que ofrecer en cuestión de fuerza laboral, era una grupo conformado por madre e hijo, pero que fuertemente era respetado por el joven primogénito, Kefá Alzigo, un chico instruido en la herbolaria y con un conocimiento en ciencias ocultas que nadie se atrevía a desafiar, imponía más respeto que miedo, pues su naturaleza fue siempre noble, jamás negó su ayuda a los necesitados y en especial a los niños. Con el tiempo sucedió lo inevitable y Kefá se convirtió en la cabeza de este grupo nutrido de gitanos que creció como familia. El bosque se convirtió en su hogar, siempre respetando el entorno animal y vegetal que cuidaba de ellos. Una tarde, la comunidad estuvo alerta ante la inesperada visita de un individuo, llegó con los pies desnudos y forrados de légamo, entre sus brazos cargaba lo que parecía ser un desnutrido niño, que apenas y respiraba. El afligido padre pedía con desespero la presencia de Kefá, los gitanos no dudaron en escupir y echar al forastero de sus terrenos. Pero esto llegó a los oídos del anciano quien meditaba en su tienda. Una figura exageradamente espigada e imponente salía de entre las paredes de tela, la blanca cabellera hacia movimientos pendulares en lo que buscaba el equilibrio exacto, un examen visual a la situación bastó para pedir mesura ante el comportamiento asqueroso de sus cohabitantes. El afligido hombre comprendió que el gitano buscaba defenderlo, por lo que aprovechó para vanamente explicar en su lengua natural el origen de su incomoda visita, trató de aclarar que había escuchado rumores y leyendas acerca de un brujo blanco que habitaba en los bosques, y que podía curar con solo posar sus palmas sobre el enfermo. Kefá solo arrugaba su frente y estiraba sus facciones, no entendió una sola palabra pero comprendió lo que sucedía, su debilidad por los niños le hizo tomar rápidamente al infante y meterle a su tienda, tras de él se dirigía el hombre consternado, pero un grupo de sucios gitanos no le permitió entrar a donde el viejo entró.

Al cabo de media hora, Kefá salió con el chico en brazos, era muy tarde. Con lágrimas en los ojos, el anciano explicaba en su lengua gitana su gran pesar al no poder ayudar al muchacho, y que su corazón estaba partido con su pesar, pero él había guiado su alma hacía el impío descanso. El inerte cuerpo del niño volvía a los brazos del descuidado padre. Quien regresaba sus pasos entre sollozos- "Lo has matado, lo has matado".

Al cabo de las semanas, cuando todo parecía retornar a la calma y el viento otoñal volvía a su curso en plenas vísperas de Samhain. Un grupo encolerizado de la población próxima se internó en el bosque, armados con palos, hachas, fuego y una gran estaca de madera de pino. Buscaban vendetta de lo que creían había sido una falta de respeto a la vida de un joven que por no pertenecer a su estirpe, había dejado morir el líder gitano, esto aunado a las voces que se alzaban en contra de las practicas ocultas del supuesto "brujo". Era de noche y una gélida lluvia con viento hacía ladear a las copas de los árboles y golpeaba lateralmente a los visitantes. Los gitanos se refugiaban en sus pequeñas chozas, las muy miserables parecían que no iban a soportar las voladeras. Los aldeanos nunca escucharon los pasos de los invasores, quienes casi a hurtadillas se fueron acercando para prender fuego al pasto seco que daba forma a sus viviendas, los cíngaros fueron quemados vivos dentro de sus paupérrimas chozas, los que salían corriendo despavoridos con las llamas vivas sobre sus espaldas, era rematados con un hachazo certero que les desprendería la cabeza. Kefá dormía aparte, alcanzó a escuchar los alaridos de muerte que interrumpían su descanso, al salir de su humilde vivienda, fue testigo de la atrocidad de los ignorantes. Pronto los vecinos de la comunidad sometieron al anciano, quien era identificado como un demonio blanco y poseedor de maldiciones paganas. Fue maniatado con gruesas cuerdas por los más fuertes a la vez que era pateado y golpeado a puños en el suelo. Un grupo de cuatro personas fue el encargado de la más brutal de las torturas que el príncipe de Valaquia obsequió con desagrado a la humanidad. Repartiéndose el grupo de la muerte tan siniestro trabajo. Primero dos de ellos, aprovecharon la inestable consistencia de la superficie debido a la fuerte lluvia para clavar en el suelo uno de los afilados lados de la estaca. Esta quedaría en posición vertical, una inclinación no tan elevada para facilitar la tarea. La tranca era grande, cerca de dos metros de longitud, personalizada para la víctima en cuestión. Los otros dos restantes miembros del grupo encargado de dar muerte violenta al cíngaro, cortaron sus sucias ropas, dejándolo en la desnudez total, solo pedazos de tela quedaron apretados entre su cuerpo y los gruesas sogas. Después los mismos fornidos que lo amarraron y sometieron, lo cargaron por los hombros, siendo estos desgraciados los encomendados de la más desagradable y nauseabunda acción que me cuesta relatar por motivos evidentemente miserables. Con gran fuerza, y tomando un considerable impulso, hicieron y lograron con mucho trabajo que la punta chata de la estaca saliera por la boca de Kefá, borbotones de sangre salían de su boca, nariz y recto. El gitano aún estaba con vida cuando el pedazo de pino tallado atravesaba su garganta para salir por su boca, aun podía sentir el más miserable de los castigos impuestos a la humanidad. El grupo oriundo de la joven comunidad antes llamada New Fallagan, se aglomeró alrededor del moribundo cuerpo de Kefá, quien sufría el dolor más perverso de todos, entonaban cantos y alabanzas. Un hombre, al que el provecto reconoció al instante, se acercaba a él con una antorcha que no menguaba ni con la fuerza de la lluvia. Al joven lo reconocía por ser aquel desdichado que perdió a su hijo y que con gran amargura no pudo salvar, el gitano supo su nombre sin que nadie siquiera se lo dijera, su nombre era Frederick B. Hills.

Historias de terrorजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें