Lo que habita en el bosque (Capitulo tercero «Zackarias está perdido»)

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Desde mi perspectiva, la religión ha sido y es un mal necesario, todos tenemos la necesidad de creer en algo, completa o parcialmente, espiritualmente necesitamos un balance en nuestras vidas (o simple armonía si desecha la existencia de la espiritualidad), pero cierto es también que, el creer en cosas divinas, conlleva a creer en cosas espeluznantes, horrores indeseables que serán castigados por nuestros malos actos, el mal representado en un ser, imposible siquiera de ser nombrado. La religión se ha encargado de infundirnos los peores miedos existentes, la iglesia es una fábrica de terror disfrazada de buenas intenciones. La gente de mi comunidad, justo al sur de Himpshire, se tomó esto muy en serio, cualquier cosa desconocida para ellos, era motivo de ser juzgado religiosamente, y es que desde tiempos muy lejanos, el miedo a lo desconocido ha sido el más añejo de todos los sentimientos.

Samuel Henry Wollovitz había vuelto después de siete años, de la plaza central de Baker Hills, se había desplazado hacia el bar de la carretera de Himpshire, tomaba por primera vez una cerveza en el tarro que Karl guardaría para él hasta el fin de sus días, mucha gente estaba aglomerada a las afueras de la taberna, otros se asomaban por las ventanas. Un sombrío Samuel bebía alejado del barullo, sus entrecanos bigotes se mojaban con la espuma de su tibia cerveza. Una vez terminada su bebida, el hombre que volvió del bosque se puso de pie y emprendió camino hacia afuera del pub, Karl no se atrevió a cobrarle, solo lo seguía con la mirada. Sam salió del bar y se abrió paso entre los curiosos, nadie se aventuró a preguntarle siquiera algo, pasó a mi lado y nos ignoró a todos como si fuéramos simples objetos de decoración. El único que se plantó en su camino fue Richard Clayton. Le cuestionaba el paradero de su hijo, Sam no se detenía, arrastraba sus pies al caminar, Richard lo seguía y lo bombardeaba con preguntas. Era comprensible, un desesperado padre que había perdido a su hijo un día anterior en el mismo bosque en el que se había perdido hace siete años ese hombre, era blanco de cuestionamientos, ¿Por qué volvió un día después de que se perdió un niño? ¿Tenía que ver con su desaparición? ¿Lo vio? ¿En dónde había estado estos siete años? ¿Por qué lucía exactamente igual al día en que se perdió? ...¿Qué pasó en el bosque?

Los más fanatizados empezaban a rezar al unísono, pidiendo al líder espiritual del grupo que expulsara inmediatamente a Sam de la comunidad, todos eran esfuerzos en vano, pues él volvió pero al parecer su mente no, lucía ausente de todo, no sabíamos siquiera si escuchaba. Lo único evidente era la falta de lógica en los hechos, todo este tiempo de ausencia era relativamente nada en comparación con la apariencia del desaparecido, no lucía sucio o demacrado por el extravío, sus ropas estaban aún conservadas después de siete años, y sus barbas y cabellos no habían crecido, se rumoraba que había estado escondido en algún lugar, en otro sitio en el que buscó escapar del apego con su hermana, y así se construyeron muchas historias en torno de Sam, pero ninguna tuvo más eco en los habitantes como la de la consumación de un hechizo, en que todo este tiempo estuvo entre las almas de la siervas del diablo, y que por ende, su alma estaba maldita también. Como mencioné anteriormente, fue llevado al tribunal comunal, y fue imposible de ser juzgado al considerársele un demente, pero si otros tiempos hubieran sido, y la iglesia hubiera regido en su totalidad las decisiones de nuestra comunidad, seguramente hubiera sido quemado vivo.

Una semana después de la desaparición de pequeño Adam Clayton, el pueblo había bajado los brazos, daban por muerto o en poder de lo desconocido al hijo de Richard, quien nunca dejó de buscar, inclusive en altas horas de la noche, corriendo los riesgos de no solo de ser atacado por animales de la zona, sino de lo que no tiene explicación.

Muchos en el pueblo sentimos lástima ante estas acciones angustiantes, solo los más bravos se unían a él en sus búsquedas nocturnas. Una vez platicando con Kirk, quien fue uno de estos sujetos que ayudó a Richard, me comentó que el bosque cambia de forma dramática y espeluznante por las noches, que la mejor prueba de la existencia del infierno era el mismísimo bosque de Hills una vez que lo cubría la oscuridad. Dijo sentirse abrumado por la profundidad del mismo, se sentía observado por los árboles y tenía el presentimiento de que el mal se ocultaba y acechaba en las partes más sombrías de la maleza, nunca escuchó un ruido, ni siquiera la estridulación de los grillos. Kirk comprendió todas esas historias de brujas y demonios que contaban los más viejos cada vez que las tinieblas llegaban, y a partir de esos momentos con Richard en el bosque, estoy seguro que comenzó a creer en Dios. Es curioso como el ser humano funciona en base a su proceso cognitivo religioso, creemos primero en lo divino y después en lo impuro, que será el castigo al no cumplir con las enseñanzas del gran libro, y algunos, como mi amigo Kirk Swansea, lo hacen completamente al revés. Primero tuvo que creer en el diablo, para creer en la existencia de Dios.

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Lucas y Zack Dickens se acompañaban para traer agua del pozo artesanal construido por su abuelo materno antes de que este muriera de un infarto cerebral, Lucas, quien era el mayor cargaba la cubeta más grande mientras su hermano pequeño, Zackarias cargaba un diminuto pote que parecía más una maceta para plantas enanas. La orden de la señora Dickens siempre fue para el mayor de los hermanos "nunca pierdas de vista a Zack". Eran las once de la mañana y el sol extrañamente caía a plomo sobre la pequeña comunidad de Baker Hills, comentaban los vecinos del lugar. Lucas después explicó a sus afligidos padres que en el momento en que introdujo la mitad de su cuerpo a la fosa para acarrear agua, fue que escuchó una voz en el fondo del mismo, cavernosa, e hipnotizante. El fondo del pozo se mostraba tan profundo e infinito que parecía no haber agua en él, era un abismo que despedía un olor a podrido, como si un animal muerto hubiera caído y sus carnes se estuvieran descomponiendo en el fondo de este. Lucas sentía que el olor lo haría desfallecer y caería en esa masa negra, creía que no iba a volver a ver a su familia. Cuando reaccionó, se enderezó rápidamente y sacó el tronco corporal de la fosa, buscó tomar al pequeño Zackarias para correr a donde sus padres, avisar de lo sucedido en el fondo del pozo y rezar a Dios al pie del colchón. Zack no se encontraba en el lugar en el que su hermano mayor lo había visto por última vez, Lucas volteaba en todas direcciones gritando su nombre. Comentó el pequeño que ya no había sol, sino una enorme nube negra cubría el cielo de Baker Hills, también un gélido aire hacía bailar suavemente a los pinos y plantas de la región frondosa. Muy al fondo, en la zona que da inicio al bosque y que rodea a la comunidad, Lucas observó una sombra alargada y encorvada, caminando hacia el interior del bosque, tomando de la mano a una diminuta figura, un infante de rubia cabellera y que era seguramente el hermano menor de mortificado Lucas.

El angustiado niño explicó a sus padres lo sucedido, y mientras un grupo de rescate (entre ellos iba mi amigo Steve McTwain) se apuraba para entrar en el bosque, otro más se acercaba hacia donde dormitaba Sam. De la vieja morada de la familia Wollovitz, solo quedaban los pilares y algunos muros derruidos. Desde los macabros hechos que asombraron a la comunidad de Baker Hills, el lugar se abandonó y nadie se atrevía siquiera a cruzar enfrente de la casa, mala hierba y enredaderas tupieron la deteriorada vivienda que misteriosamente se derrumbó en un muy breve tiempo, era como si la maldición hubiera caído sobre esa familia y sus posesiones materiales.

Hacía los restos de la vieja casa de Sam fue el líder conservador de Baker Hills, un hombre de fe y muy respetado por los religiosos y no religiosos de la comunidad. El padre Karl Sanbers, que en aquel entonces apenas y pintaba algunas canas laterales. Iba acompañado por un reducido número de corpulentos feligreses, solo iban armados con escapularios, cruces y biblias. Al llegar ahí, el atardecer ya cubría con alargadas sombras a la derruida vivienda. La excitación con la que se acercaba la muchedumbre desaceleró al observar la morada. Parecía que la noche solo se posaba sobre la destruida edificación, el padre Karl comentó en una de sus misas que la visita a ese lugar fue la mismísima inmersión al averno, que sus corazones latían tan fuerte que parecían resonar como tambores sobre sus pechos. Su frágil tranquilidad se vio violentada al advertir un corrompido aroma, este se hizo acompañar por un ruido detrás de las delgadas paredes que aún se mantenían en pie, era un gruñido o varios, nunca supieron definirlo, algunos comentaban que parecía ser emitido por una sola boca pero que varias cuerdas vocales hacían sonar ese intento de aullido. Los hombres de la iglesia reconocieron a ese ruido como lo más perturbador que sus oídos habían escuchado, otros más pensaron que era una jauría de animales salvajes que talvez descansaba en los escombros. En lo que todos coincidieron era que el miedo o algo parecido a este se apoderó de sus sentidos, el padre Karl empezó a rezar y sus acompañantes le seguían. Es en este exacto momento en el que los feligreses escucharon como el gruñido o los gruñidos aumentaban de intensidad hasta convertirse en un aullido pavoroso, los hombres de Karl se llevaban las manos a los oídos, el padre les pedía que no dejaran de orar con él. Muchos huyeron horrorizados, Sanbers y los pocos que se mantuvieron con él, perdieron el conocimiento. El padre lo consideró una batalla contra el mismísimo diablo, los más escépticos pensaron que eran una manada de lobos que ocupaba los restos de la casa de Sam como cubil y que el miedo se apoderó del grupo de conservadores.

Esa misma noche en el bosque, el grupo que se internó en la espesura no encontró rastros que llevaran con el paradero del pequeño Zack, pero si algo que llamó poderosamente la atención de toda la comunidad sin excepción. El viejo rifle de Sam, del que nada se supo desde hacía poco más de siete años y que dio muerte a la hermana de este, apareció sobre la tierra maldita del Bosque Hills. El mismísimo rifle, sin rastro de oxidación y con tan solo una munición agotada.

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