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Hasta las dos y media Carlos y su amiguita no decidieron acabar la fiesta, y en ese momento, yo ya no tenía ni sueño. Hacía rato que estaba con el móvil y no hubo manera de dormirme al momento.

El sol entra por la ventana de la cocina, y me dá calor, por lo que me quito la sudadera que llevaba puesta.

-Sí, ya te llamaré- escucho al fondo del pasillo.

Después de que una puerta se cierre, la chica de ayer pasa por delante de la cocina, y al verme, me da los buenos días y se va. Yo le respondo básicamente por educación, no por querer hacerlo, pero al pensar que gracias a ella he dormido menos que cuando estoy de exámenes finales, me ha entrado aún más mal humor que se está empezando a normalizar en mi día a día.

Segundos después, escucho pasos viniendo hacia la cocina, pero no le doy importancia. Javi no se va a levantar hasta las doce o la una del mediodía, por lo que la única persona que puede ser, es Carlos, y tengo muy poco interés en hablar con él.

Entra en la cocina y va directamente a la nevera, donde saca la leche.

-¿Sólo tenéis de avena?

-¿No lo ves?- le respondo borde.

-Relájate Julita- dice sonriendo. Esa sonrisa. Como le odio.- Te veo muy estresada, ¿la uni te provoca este mal humor? ¿O ya lo tienes de natural?

-Pues no, este mal humor me lo provoca alguien con nombre y apellido. Tú- le miro enfadada.- Así que no estoy para tonterías, he venido a Madrid a estudiar, nada más, por lo que tú haces lo tuyo y yo lo mío. Es más, no tenemos ni que cruzarnos.

-¿Yo lo mío?- se vuelve a reír.- ¿Y qué es hacer lo mío?- se acerca a la mesa con el café ya preparado para sentarse en frente mía.

-Hacer el imbécil, como siempre haces. Hacer como que nada te importa y que nada te preocupa- empiezo a enumerar todo lo que odio de él.- Creerte mejor que todos, ir de prepotente por la vida... Lo típico de un tío como tu

-Qué mala imagen que tienes de mí, Julia- niega con la cabeza llevándose la taza a los labios.

-Es la que muestras- alzo los hombros para poco después levantarme, ya he tenido suficiente por hoy.

-¿Te vas? ¿Ahora que llego yo?

-Pues sí, como siempre- pongo mi plato y taza en el lavaplatos.

-Ni que lo digas, como ayer por ejemplo.

-Ni me lo recuerdes Carlos- le freno.- A la próxima te hago dormir en la calle el resto de días que vivas en Madrid.

-A ver si no podré traer a nadie ahora- se queja mirándome.

-Claro que puedes, pero no para eso- digo esperando a que lo entienda a la primera. No quiero repetirlo.

-¿Qué más te da lo que haga?

-Sí, me importa porque vivimos bajo el mismo techo, y las paredes son muy finas.

-Vale, no hay problema, pero que sepas que a partir de ahora, cuando os escuche a ti y a Javi, un solo día, pienso abrir la puerta y mandaros a callar, que lo sepas.

-Estás mal de la cabeza- niego con la cabeza.- Y ni se te ocurra.

-Lo que digo, lo cumplo- me mira fijamente.- Siempre.

-¿Sí? Pues puedes proponerte por ejemplo no amargarme cada día de la semana- ironizo.

-Eso sería muy aburrido. Me gusta más cuando te enfadas- se ríe por... ¿enésima vez? La verdad es que ya no lo sé.

Dos Miradas No Se Cruzan Por CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora