8. Cuenteros en Cielo y Tierra

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Lo negativo de trabajar en la cafetería de doña Juana era que la mayoría de clientes me conocían

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Lo negativo de trabajar en la cafetería de doña Juana era que la mayoría de clientes me conocían. Eso en sí no era malo, solo me resultaba negativo cuando mi ex iba a comprar ahí el pan para su casa, era un momento sumamente incómodo y para mi reciente corazón roto, doloroso. Más lo fue en esa mañana de lunes cuando entró con su nueva novia y tuve que hacer de tripas corazón para sonreírles con diligencia.

Dante me miró a los ojos dos segundos y desvió la mirada, quizás más incómodo que yo pero en absoluto dolido. Para mi desgracia no solo pidió pan, sino que se sentó junto a ella en una de las mesas y tuve que ir a atenderlos porque a la señora Juana no le interesaban mis asuntos personales como para cubrirme con ellos.

—Buenos días —dije al llegar a su mesa. Procuré mantener los ojos en mi libretita y no mirar a ninguno—. ¿Qué les sirvo?

—Dos cafés con leche —dijo Dante—. Y dos bizcochos de chocolate.

—Por favor —añadió ella. En realidad no era mala persona, no podía odiarla—. Mi café con doble azúcar, gracias.

Asentí y me retiré para preparar su orden. Odiaba cómo mi corazón se aceleraba de verlo con ella, habíamos terminado hacía menos de dos semanas y era evidente que él ya había seguido adelante, pero yo seguía tan enamorada como antes. No guardaba esperanzas, ni las quería porque mi dignidad estaba primero, pero de que me dolía, me dolía.

Agradecí que nada más llevarles los cafés llegaran más clientes, así pude distraerme y fingir por momentos que no estaban ahí.

Mi trabajo en la cafetería era de seis de la mañana a una de la tarde, que era más o menos la hora en que hija de la señora Juana llegaba de la universidad y me reemplazaba en el puesto. Había empezado a estudiar dos semestres atrás y desde entonces yo había tomado ese lugar pues mi mamá y la señora Juana eran amigas así que no fue difícil quedarme ahí. Me pagaban bien y mi jefa me regalaba el pan que a veces quedaba del día anterior así que era muy bueno.

Antes de salir de mi turno ese día, le escribí a Lili para que nos viéramos un rato. No tendría que ir a trabajar de nuevo en Canela y Miel sino hasta las cinco así que tenía varias horas libres. Cuando finalmente salí de la cafetería, me encontré con Lili media calle más allá.

—¿Cómo te fue con Erick? —preguntó una vez nos encaminamos a mi casa—. ¿Sí te cumplió ayer?

—Sí, por fortuna. Le gustó el bar.

—¿Qué dijo de que cantaras ahí? Apuesto a que fue una sorpresa.

—Sí, lo fue. —Me reí—. Dice que canto bien.

—Una observación acertada. ¿Hablaron de algo más?

—Le hice comprometerse conmigo a que me acompañará a donde sea estas dos semanas.

—Eso para mí suena bien, pero dime por qué esa cara.

Mi gesto no era del todo victorioso y Lili que tanto me conocía, lo notó.

Del amor y otros vacíos •TERMINADA•Where stories live. Discover now