Créanme cuando les digo que no hay mejor remedio para un corazón roto que un estomago contento.

Y si me paraba de puntitas, y respiraba hondo, casi podía saborearlo todo por la nariz.

Los cerdos en engorda somos criaturas felicísimas, y el secreto de nuestra felicidad radica precisamente en que no tenemos vergüenza.

Puede que fuera culpa de aquel buen humor que se había apoderado tan de pronto de mí, lo que finalmente encendió la chispita de la curiosidad, haciéndome sentir ganas de explorar el reflejo de mi cuerpo completo, cosa que llevaba tiempo evitando hacer por temor a lo que podría encontrarme viéndome de regreso. Pero hoy no importaba, porque este pequeño cerdito hambriento también se sintió con ganas de ser valiente— ¡Una versión menos rosa y adorable de 'Babe el cerdito valiente'!

¡Combatiendo un monstruo a la vez! —me convencí deslizando los ojos sobre mi reflejo con un suspiro, tarareando una canción cualquiera como si fuera mi propio himno de diva empoderada.

Los cortes que me había hecho en la famosa Casa del Monje al parecer no dejarían cicatrices gracias al extraño gel que el mocoso malcriado, me había dado de dientes para afuera, aquel día que prácticamente me había arrojado una bolsa de farmacia a las manos, acusándome con todo el peso de sus acciones y gestos de ser una enorme farsante y también una pecadora... ¿Y que podía haberle dicho entonces si ambas acusaciones eran ciertas? Yo misma me preguntaba todos los días si mi vida no era realmente una farsa... ¡Y también me gustaba pecar! Precisamente me estaba dejando seducir en aquel momento por uno de los siete capitales tan penados por todo eclesiástico respetable: la gula.

¡Y que bien se sentía!

El estomago me gruñó como secundando la moción pero para la mayor de mis sorpresas, el corazón se me encogió también.

¡No le des el derecho a ningún mocoso engreído de aparecer en tu mente y borrarte la sonrisa! Déjate llevar por esos escasos momentos de ser feliz a lo imbécil ¿De que otra forma sino, sobrevivirás al constante desmoronamiento del mundo? ¡¿De TÚ mundo?! De todas formas siempre ha sido difícil llenar las expectativas de la gente. No es como si fueras un enorme regalo puesto a los pies de un árbol de Navidad, y siendo sinceros a veces ni siquiera ellos lo logran—Me regañé a mí misma, haciendo mil monólogos en mi cabeza que me regresaron el buen humor. Era divertido ver como mi cara no podía esconder ninguna de mis emociones. Tenía toda la madera de actriz ¡y de una buena! Si no fuera porque de todas las cosas de las que carecía, mi falta de carisma era la más notoria de todas.

Continue observando...

Había un par de cicatrices que no correrían con la misma suerte que el resto... la herida de mí pierna, que me había hecho con numerosos restos de botellas de cerveza y la de mi cabeza. Pero aún así, seguían sin ser rivales para un buen corte de cabello (cuando me creciera lo suficiente como para hacérmelo mínimo a lo Bob) y un bonito par de jeans —¡Son marcas de guerra! ¡Enorgullécete! Hay gente que se las hace de manera mucho más estúpida, como tú, en tu otra vida cuando estrellaste tu bicicleta contra un árbol por evitar atropellar a un cachorro que en realidad resultó ser una bola de ropa que se había volado del tendedero de la vecina. Y como esas tienes muuuchas...

Reí.

No cantas victoria aún pero ya la tarareas, tiempo al tiempo cerdita ¡Tiempo al tiempo! —di media vuelta para seguir dándole rienda suelta a mi curiosidad, pero me quedé helada, boquiabierta, inmóvil.

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora