3. El acabose

12.3K 3.2K 1.4K
                                    

"Creo que estoy atorado con esta pinche perra".

Me quede inmóvil, escogiendo por impulso aparentar seguir estando dormida... era la voz de Daniel.

Hubo unos minutos de silencio, luego prosiguió.

"Ni siquiera yo sé porque lo hice... estaba desesperado, necesitaba que a alguien le gustara lo que hacía... no me importaba mucho quién fuera o cómo se viera. Lo estaba haciendo por mí."

Silencio nuevamente.

Al parecer estaba hablando por teléfono con alguno de sus amigos mientras yo "dormía."

"Dude... hace un buen que quería dejarla pero pues no puedes ser tan culero con una vieja que literalmente se quedó inválida por ti."

Me llevé las manos al rostro.

No podía ser verdad... ¿y el anillo? ¿Y todas las tardes juntos? ¿Y nuestras pláticas que parecían no tener fin? ¿Y nuestros planes? ¿Y todas las veces que tratamos de ser el mejor equipo para poder alcanzar nuestros sueños juntos?

Tenía que ser un error.

Frente a mis ojos pasó la primera vez que lo vi... la forma en que sus ojos verdes se iluminaban cada vez que me compartía sus sueños... la primera vez que me tomó de la mano para llevarme corriendo a una exposición de arte... la primera vez que me abrazó y me dijo que me quería mientras olía mi cabello, y yo me limité a contestarle con un seco yo igual porque todo sobre él me ponía de nervios... la primera vez que-

"Güey... cuando pasó hablé con mis papás y me dijeron que mis decisiones irresponsables me habían metido al hoyo y que si no sentaba cabeza con la piedra pómez me desheredaban y me asusté y lo hice... pero la cagué. La súper cagué y neta no sé qué hacer."

Mis lagrimas salían a chorros.

"Estoy jodido. Helena nunca me va a dejar... hasta la he llevado y ayudado a entrevistarse, le di clases de inglés y la ayude en todo lo que pude para no sentirme tan mal si decidía tener los huevos suficientes para dejarla pero no mames... no la van a aceptar en ningún lado... NUNCA." -su voz se quebró.

Creo que jamás voy a poder explicar del todo ese sentimiento de amar tanto a alguien y el de sentirte tan culpable de haberte cruzado en su camino. Pero cuándo se sienten de forma simultánea... rompe.

Y ahí estaba yo... tratando con todo mi ser de no hacer ruido alguno para que no se diera cuenta de que lo había escuchado... de que sin querer había invadido su privacidad.

Es difícil romperse, aún más difícil es preocuparse porque tus pedazos no molesten a nadie con el sonido que hacen al caer.

"Es una buena persona güey... pero no, ya no puedo seguir así, siento que estoy matando una parte de mi a diario, no puedo más, esto me rebasa"

Mi cabeza estaba en blanco.

Porque a pesar de todo... en ese momento no cabía el rencor dentro de mí. No cabía nada más que tristeza y culpa.

Colgó el teléfono.

Seguí fingiendo como pude.

Lo escuché caminar en círculos dentro del departamento... iba y venía: inquieto, pensativo, acelerado... su respiración lo delataba.

Se dió una ducha rápida y se metió bajo las sábanas... a mi lado.

Sentí las yemas frías de sus dedos recorrer mi cuero cabelludo, como si estuviera tratando de resolver el laberinto más difícil de su vida.

Apreté los puños e imaginé lo que debió sentir Jesús al momento de lavar los pies de Judas, mismos que minutos después habrían de caminar hasta quien pudo llegarle al precio, haciéndolo canjear su supuesto amor eterno, por unas cuantas monedas de plata.

En ese momento jamás habría imaginado lo cerca que estaba de descifrar lo que vendría a continuación.

Soltó un suspiro pesado y luego de jugar un poco con la idea, salió del departamento en un arranque voraz.

Me quede inmóvil hasta que regresó... ¿fueron minutos? ¿Horas? No podría decirlo... por aquella época el tiempo era algo bastante relativo en mi vida.

Solo se que me quede quieta... como aceptando sin residuo alguno de resistencia la puñalada que estaba por venir.

La Helena de aquel entonces no tenía la capacidad de actuar de otra forma.

Regresó y abrió la puerta del departamento con extrema cautela y se aproximó a mí, hincándose a mi lado, cabizbajo pero resuelto.

"Amor... no puedo dormir ¿nos tomamos un café?" -me preguntó mientras me movía el hombro con suavidad.

No pude articular palabra alguna, pero asentí y me incorporé lentamente.

Gracias a Dios seguíamos bajo el espeso manto de la noche y él no tenía forma de ver mis ojos hinchados de tanto llorar. Debía parecer un sapo.

Un sapo torpe, feo pero sobre todas las cosas inocente en exceso, pues después de haberlo escuchado todo aún me negaba a ver que así estuviésemos bajo la luz más intensa y la mayor claridad, el jamás habría notado mis ojos. Y de notarlo no le habría importado en lo más mínimo. Ya no.

"Sé que no te tomas tus pastillas con café así que mejor te hago un té... ¿no?" -me dijo mientras, temblando, metía una taza con agua al microondas y buscaba el azúcar y la caja de sobrecitos tirando y acomodando unas cuantas cosas a su paso, con una torpeza poco característica de él.

Supongo que quería prepárame el té instantáneo más perfecto del mundo, después de todo... era el último.

Sentí lástima por el mientras veía mi reflejo en la taza e inhalaba el cálido vapor que soltaba la hierbabuena.

Debía estar muy nervioso e incómodo al estar conmigo, sobretodo después de la conversación que había tenido hace apenas unas horas... y de todas formas estaba dando todo de sí para hacerme vivir aquel momento de la manera menos amarga posible.

O al menos, eso pensé...

Hay veces en que al momento de poner nuestros pensamientos en palabras surge una revelación que nos da fuerzas de quien sabe dónde para hacer lo que creíamos que jamás nos atreveríamos a hacer.

Y eso fue justamente lo que sucedió aquella noche...

Hola, me llamo Helena y tenía casi 30 años cuando en un arranque de locura mi prometido decidió asesinarme envenenando mi té con arsénico (muy vintage ¿no? Como buen artista...) porque al parecer aquello era mucho más fácil que vivir con la imagen social de "él tipo que dejó a la inválida en el altar"

A su favor he de decir un par de cosas.

No dolió... mucho.

Aún recuerdo su voz pidiéndome perdón mientras sostenía mi rostro.

Mucho tiempo después supe que lo había hecho parecer un suicido y dada mi situación y mi perfil todo encajó cual rompecabezas.

Jamás se arrepintió.

Jamás lo supo nadie.

Su vida fue feliz.

Y aquí comienza mi viaje...

El día en que mi reloj retrocedió  [Completa✔️✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora