cuatro

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- Últimamente está raro, Ara. Yo se que nosotros recién nos conocemos pero tú si lo conoces a el.

- No lo se, Matt... - Respondí sentándose en una silla de la mesa del fondo de la icónica cafetería. Era la verdad, no lo sabía.

- ¿Será por que cortó con Arielle? - Matt imitó mi movimiento, se sentó en la silla en frente mio, era una mesa de tres.

- No lo creo sinceramente - Respondí - Las cosas quedaron intactas después de que cortaron... Es decir, no se vieron de nuevo, ni se llamaron, nada.

Matt asintió para que segundos después llegue Timothee. Sí, Timothee a atendernos, nos dio la carta de la cafetería.

- ¿Pedimos algo dulce? - Levanté la mirada y vi a matt con las cejas alzadas, reí.

- Está bien.

- Dos cafes y...

- Pastel.

- Dos cafes y un pastel de chocolate - Matt terminó la frase haciendo la típica acción de entregarle la carta al mesero que lo miraba atento memorizándose el pedido.

- Genial. - Timothee se retiró sin decir nada más. Me gustaba que no haya insinuado nada y que no me ponga en una situación incómoda. Era una buena noticia para mi saber que no tenía la intención de repetirlo.

A lo lejos vi la sombra de Alex, maldita sea, era el. Desde que apareció por el ascensor hasta que caminara a nuestra mesa fueron los segundos más incómodos de mi vida. Tenía un jean color beige claro y una remera que en su principio era negra pero resultaba tener un tono grisáceo debido a lo gastado, la conocía muy bien, la usaba desde que el era más joven. Mangas hasta un poco más de su codo y un escote en V sutil. Llevaba consigo sus lentes negros los cuales ya me imaginaba lo que cubrían. El dudó en sentarse con nosotros pero Matt lo animó.

- ¿Cómo estás Alex? - El nombrado levantó sus cejas por debajo de sus lentes, no se las quitó en ningún momento.

- Perfecto - Inhaló y exhaló el aroma del café dispersado en el ambiente, no veía sus ojos pero estaba casi segura que los había cerrado. Nadie hablaba, sólo sonaba la radio de la cafetería reproduciendo baladas de la década pasada.

- Aquí tienen - Timothée llegó con la comida, Alex no había pedido nada...

- ¿Quieres algo Alex? - aproveché la presencia de Timothée para preguntar. Lo mas probable es que no haya comido nada.

- Sí, que dejes de besarte con extraños - Alex me sonrió falsamente para luego volver a su cara dura de chico enfadado. Me había enfurecido ¿Quién se creía?

- Lo siento pero eso no esta en el menú... - Comentó Timothée un poco incómodo a lo que Matt le hizo señas para que se vaya.

- ¿¡QUÉ MIERDA TE PASA ALEX!? - Grité sin preocuparme por mi tono de voz, me había humillado y yo no lo iba a dejar pasar.

- No ¡Qué mierda te pasa a ti! Ni siquiera se porque te invité... ¿sabes? Te aprovechas de mi y luego te vas con cualquiera.

- AH, LO SIENTO, ES VERDAD QUE SOLO TU PUEDES HACER ESO... LO HABÍA OLVIDADO - Alex abrió grande los ojos, Matt estaba tieso y yo me estaba yendo. Caminé con toda la fuerza y furia, cada paso que daba sentía como si se rompiera el piso. Yo de verdad lo quería, me sentía frágil queriendo a alguien con esa intensidad como lo hacía con el.

Pensé en encerrarme en el cuarto, acurrucarme en ese cama con aroma a Alex y llorar. Prendí la tele y puse un programa infantil, me relajaban y en cierta parte me ponían de buen humor.

Siempre fui consciente de que mi gusto por las personas era una contradicción constante. Nunca me gustaron las personas que eran "ordenadas con su vida" o que desprendían un aspecto de perfección porque yo era todo lo contrario. Cuanto mas fría y distante sea esa persona, más me atraía pero a la vez lograba generarme odio, como conmigo misma. Ahí estaba la contradicción. A mi ex le pasaba lo mismo... Por eso me dejó.

A veces me preguntaba si alguna vez podría amar a alguien enserio, con una relacion sana y sin sentimientos de odio. También me preguntaba si Alex sentía lo mismo por mi cual adolescente de 15 años. Verdaderamente deseaba que lo haga.

- Ara, ya nos vamos - Alex entró a la habitación, tenía la voz apagada. Tomó una de mis valijas sin dirigirme la mirada pero si lo hizo al televisor, frunció el ceño y salió sin más, dejando la puerta abierta. Apagué el televisor quitando el divertido programa de Barbie, tomé mi otra maleta y mi mochila de colores. Antes de salir agarré una pastilla para el dolor de cabeza, supuse que de tanto llorar y no haber cenado ayer, ni desayunado hoy, me había hecho mal.

Salí de la habitación y cerré la puerta con esa llave particular. Es el hotel en donde estuvimos más tiempo, lo iba a extrañar un poco. Me dirigí al ascensor, estaba la misma música que tanto llamaba mi atención. Saqué mi teléfono y le di play a la grabadora de voz. Al llegar al piso 1 estaban Alex, Matt, Nick, Jamie y el demás equipo. Alex tenía mis maletas, las suyas y la misma expresión como si nada estuviera pasando realmente. Me senté en un sillón un poco lejos de los demás y saqué mi botella de agua para tomar la pastilla. Sentía la mirada de Alex todo el tiempo y me ponía nerviosa, demasiado.

- ¡Vamos chicos! - Su representante gritó llamándonos cual coordinador de viaje de egresados para que subamos al auto. Intenté prestar verdadera atención al camino ya que iba a ser la ultima vez que lo viera en mucho tiempo, o quizás nunca mas, de no ser por las giras nunca hubiese visitado estos lugares por mi cuenta pero me fue imposible admirar el paisaje apenas mi espalda tocó el asiento y mi brazo sintió el roce de ese brazo varonil y fuerte de Alex. Ni siquiera lo pude ver solo supe que estaba a mi lado por su tacto, no tenia el coraje para mirarlo. Quedé dormida, o muerta, en ese asiento.

- Ara... Llegamos al aeropuerto, levántate - Esta vez la voz de Alex era dulce, aunque el sabía que si me despertaba de otra manera me iba a enojar mucho o me pondría a llorar en su defecto. Me despertaba verdaderamente sensible todo el tiempo. Mi teoría era que al estar al menos una hora durmiendo, osea una hora sin que me pase nada malo, al despertar tardaba en procesar que era yo y que tan mierda era mi vida básicamente por eso me ponía así, y si se sumaba que me despierten a gritos la información iba a ser mucha para procesar, haciendo que me enoje, grite o llore. Era solo una teoría.

Alex me posiciono en el asiento, me abrocho el cinturón y demás. Supongo que por más enojados que estemos, siempre me trataria como su amiga, era algo un poco extraño pero en estos momentos realmente lo agradecía. Escuché su respiración desde que me levantó del auto hasta aquí, sus brazos me rodearon todo ese tiempo y los mios lo hicieron con su cuello.

- Despiertela señor Turner - Escuché una voz demasiado aguda para mi gusto siguiéndolo de un gruñido por parte del ogro... Digo Alex.

- Ara, Ara... Ara - Alex removia mi brazo, enserio quería abrir mis ojos pero no podía,

- Ara ¡POR DIOS! ¡Abre los ojos de una puta vez! - Auch, mi corazón se encogia. No podía gritar, asi que sabia lo que se venia - Se nota que te cuesta hacerlo... - Esto último lo dijo en un susurro.

- ¿Que? - Contesté seria, mi nudo en la garganta me impedía gritarle lo imbécil e insensible que era. Miró para delante sin responderme. Me coloque los auriculares. Estaba llorando de nuevo, mis piernas temblaban un poco y "Love is a laserquest" retumbo en mis oidos. Veía como el avión despegaba, en poco tiempo se me hizo costumbre ver eso, pero nunca en este estado. Jamás me había sentido tan frágil y cada vez que me acercaba a Alexander no sentía su piel, ni su calor como tanto me gustaría, sentía sus espinas. El era una rosa con espinas.

En cuarentena con Alex TurnerWhere stories live. Discover now