VI

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Mi noche se pasa llena de sueños inquietantes. Los sangrientos juegos de Kether, mi padre quebrándose la espalda en una roca, Kai colgándome el collar de tridente, mi madre llorando porque me han elegido tributo, Nerida quemándole la cara a la ávox y yo encima de un charco de sangre que se crece rápidamente. Despierto gritándole a Morgan que huya, que las personas del Capitolio quieren hacerle daño, antes de ver cómo le vacían una bala en la frente.
La luz del alba empieza a colarse por las ventanas. Me duele la cabeza y las palmas de las manos, donde compruebo me he estado enterrando las uñas toda la noche. Arrojo las cobijas de la cama a un lado y me meto en la regadera, pulsando botones al azar que me hacen batallar más de la cuenta.
Mi mente está en otro lado, definitivamente. Me he equivocado en apretar los botones de la ducha cuando ayer antes de bañarme, tuve sumo cuidado en memorizarlos. Acabo repleta de espumas de colores que me tengo que raspar del cuerpo un par de veces.
Cuando salgo de la ducha, me percato de que mi cama está hecha y han dejado un pantalón gris oscuro, una playera negra y unas botas de cuero negro que se parecen a las mías (sólo que nuevas y sin remiendos), que por cierto dejé en el tren. Me recojo el pelo en una coleta alta y un par de rizos rebeldes se rehusan a quedarse quietos. Es la primera vez desde la cosecha que me parezco a mí, sin ropa elegante ni la piel llena de destellos, sólo yo, una chica pelirroja del Distrito 4, delgada y pequeña, demasiado insignificante para llamar la atención. Eso me calma.
Nadie ha venido por mi para el desayuno, pero de todas maneras salgo a buscarlo. El olor a pan recién horneado llega hasta mi habitación y me despierta el apetito... hasta que recuerdo el incidente de la noche anterior.
Después de pensármelo un par de minutos parada en el pasillo de las habitaciones, decido que no es una muy buena idea unirme a todos en el comedor y camino de vuelta a mi alcoba, que tiene una mesa con suficiente comida para sobrevivir una semana entera. Giro sobre mis talones y me encuentro cara a cara con Nerida. Luce desorientada, con grandes bolsas bajo los ojos y el cabello revuelto; lleva puesto un traje con corset y unos tacones que la hacen ver mucho más alta que yo.
— Flanagan— dice, tomándose un lado de la cabeza. Espero una mala reacción, quizá una bofetada o un empujón, pero solamente pasa de largo mientras se apoya en la pared.
— Buenos días...— apenas murmuro.

En la mesa del comedor está Lachlan a la cabeza, en medio de Kether y Nerida, quien se sirve una gran taza de café y empuja su plato a un lado. La resaca debe causar la falta de apetito.
Kether se levanta al verme de pie frente a ellos y recorre una silla para que pueda sentarme a su lado, le sonrío como agradecimiento. Por el rabillo del ojo puedo ver a Lachlan enarcar una ceja ante la acción y levanto la cabeza para ver la reacción de mi mentora, pero parece tener otras preocupaciones. Escojo un par de tostadas y una salchicha, una avox me tiende una copa con un zumo color rosado y puedo verle la mitad del rostro chamuscado. Ella no me mira a los ojos y se apresura a retirarse.

Nadie dice nada durante el desayuno y me alegro. Me atiborro de todo lo que puedo, tomándome mi tiempo para saborear los diferentes alimentos que tengo en frente, tan coloridos y variados. Al centro de la mesa hay un canasto con panecillos y galletas de todos los sabores y tamaños, me cuesta decidirme por uno hasta que reparo en una magdalena con un delfín de azúcar en el centro. Recuerdo el paseo en bote que tuvimos en familia mi cumpleaños pasado, en el que una manada de delfines pasó delante de nosotros, ignorándonos por completo. Mi padre me explicó que normalmente los botes pequeños como el de él no llegan tan lejos y los animales no nos percibía como una amenaza; mi madre estaba emocionadísima, con una enorme sonrisa en el rostro y las manos apretándome los hombros cada que los delfines hacían una pirueta. A esta hora ya están activos, ¿se habrá ido ya papá a trabajar? Mi madre estará vigilando el pequeño huerto que improvisamos detrás de casa, con su enorme sombrero de paja. Me parece una realidad tan lejana que hace tan sólo dos días yo estaba en casa. Mis padres... ¿qué habrán pensado de mi debut en televisión ayer por la noche? ¿Les dio esperanzas o se asustaron más al ver la realidad de aquellos veinticuatro tributos juntos, sabiendo que sólo uno podrá sobrevivir?

THE 11th HUNGER GAMES| Mags FlanaganWhere stories live. Discover now